La Revolución Chavista ha dado un giro completo

Juan Guaidó, 35 años, se presentó ante miles de venezolanos desilusionados y sostuvo la Constitución del país mientras tomó juramento como presidente interino. Guaidó es lo opuesto al Presidente Nicolás Maduro: un líder jóven – lidera la Asamblea Nacional que fue elegida democráticamente -cuya reputación no está manchada por la corrupción. Su promesa de liderar un gobierno de transición hasta que el país sostenga elecciones libres ha reavivado la esperanza. Tal vez Venezuela está al final de un ciclo político que, a pesar de algunos años de ganancias sociales, finalmente empobreció lo que en un entonces fue la nación más rica de la región.

Minutos después de tomar su juramento, Guaidó, prácticamente desconocido hasta hace dos semanas, fue reconocido formalmente como el líder de Venezuela por los Estados Unidos, Canadá, Paraguay, Brasil, Colombia y siete países más.

En una avenida cercana, una marcha rival de simpatizantes del gobierno, vestida con sus camisetas rojas, apenas llenó una cuadra. Después de más de dos décadas de socialismo, la revolución chavista ha dado un giro completo, deshecha por las mismas cosas que la originaron: la injusticia social, la desigualdad y una élite política corrupta que no cumplió lo prometido. Los gobiernos de Hugo Chávez y Maduro perdieron la oportunidad de reconstruir esta nación rica en recursos. Derrocharon la riqueza petrolera del país, dejando la economía en ruinas. Demostraron ser más violentos y brutales que las personas a las que alguna vez habían avergonzado y acusado de represión. Maduro y sus amigos se convirtieron en lo que habían prometido cambiar.

Pero es demasiado temprano para saber si Guaidó durará más de unos pocos días como líder interino. En el pasado, manifestaciones callejeras más grandes y movimientos de protesta más largos han sido aplastados por un gobierno que controla las cortes y la policía y tiene el apoyo total del ejército.

Una protesta de un mes de duración en 2014 terminó con más de 40 personas de ambos campos muertos y resultó en el encarcelamiento del líder opositor Leopoldo López. En 2017, luego de que la Corte Suprema controlada por el gobierno, la más alta del país, despojara arbitrariamente a la Asamblea Nacional de su derecho a legislar, las protestas callejeras sacudieron a la nación una vez más. Más de 120 personas murieron, miles resultaron heridas y varios cientos fueron encarcelados. Después de tres meses, la oposición fue disuelta y desmoralizada. Esta vez podría demostrar ser diferente. La oposición ahora tiene el apoyo de EE.UU. y otros países en la región como Argentina, Colombia y Brasil, que se han inclinado hacia la derecha AAcon las elecciones de Mauricio Macri, Iván Duque y Jair Bolsonaro.

Después de ser elegido por Chávez para ser su sucesor, antes de su muerte en 2013, Maduro, de tendencia izquierdista, ganó por poco una elección rápida. Dos años más tarde, la oposición ganó una supuesta supermayoría en el Congreso. En lugar de prestar atención al creciente descontento social y trabajar con la nueva Asamblea Nacional para aprobar políticas económicas correctivas, Maduro movió para disolver el cuerpo legislativo, creando la Asamblea Nacional Constituyente en 2017, una legislatura llena de leales a Maduro.

Los venezolanos se han sentido desilusionados con el gobierno de Maduro durante casi todo el tiempo que ha estado en el poder, y la situación se ha vuelto desesperada. Cualquier apoyo que disfrutó se está erosionando a medida que los venezolanos son cada vez más incapaces de alimentar a sus familias. La escasez de alimentos y medicamentos está muy extendida. Cientos han muerto de desnutrición y enfermedades fácilmente curables con el tratamiento adecuado. Los cortes de energía duran días, el agua escasea y la infraestructura en descomposición recuerda a una zona de guerra.

En una protesta el 22 de enero, las personas cantaban eslóganes anti-Maduro y llevaban pancartas exigiendo cambio. Pero la señal más diciente de la tragedia que tiene agarrada al país fueron los cientos de bolívares -la moneda del país- regados por el pavimento. Algunas personas se rieron de la escena, otros los pisaron, pero nadie se molestó en recogerlos. El FMI estima que la hiperinflación alcanzará más del 10 millones por ciento en este año.

Esta dolorosa realidad afecta a todos los venezolanos, pero en particular a los pobres, la base de apoyo tradicional de Maduro. Como resultado, en gran parte lo han abandonado o han expresado que quieren que se vaya. Muchos han elegido abandonar el país. Según las Naciones Unidas, 3 millones de personas ya se han ido y 5 millones más podrían irse este año. Es imposible saber cuánto tiempo Guaidó permanecerá como presidente interino, pero incluso si el gobierno de Maduro logra aferrarse al poder, es difícil imaginar que Maduro logrará recuperar la economía, la legitimidad y, lo más crítico para la revolución chavista: apoyo popular.

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