La sombra armada

El registro de un supuesto patrullaje miliciano en una ladera de Bello plantea que es necesario blindar al Valle de Aburrá de asomos de grupos armados ilegales que incursionan a cielo abierto.

Las imágenes en las que aparecen alrededor de doce supuestos milicianos del Eln en las calles de un barrio del municipio de Bello deben servir para afianzar un inmediato bloqueo, de parte de los organismos de seguridad, a cualquier grupo ilegal que ponga en riesgo a las comunidades de las laderas y los procesos de convivencia que se vienen gestando con gran esfuerzo gubernamental y ciudadano.

No hay que caer en alarmismos y sí creer con firmeza en la tarea de contención y desmantelamiento de organizaciones armadas al margen de la ley que cumplen la Policía y el Ejército. Las cifras de reducción de homicidios y criminalidad en el área metropolitana, en especial en Medellín, corroboran el impacto del éxito de esas políticas y operaciones de seguridad.

Lejos están los días en los que las milicias de las guerrillas (Eln, Farc y Comandos Armados del Pueblo) coparon una decena de barrios de la comuna 13 y se enfrentaron abiertamente al Estado. La decisión del entonces presidente Álvaro Uribe Vélez de entrar y desalojar esas células subversivas fue arriesgada, pero necesaria para extirpar un quiste bastante maligno que prosperaba apenas a 80 cuadras del centro Medellín.

Con todo y las equivocaciones y algunos excesos de fuerza que hayan podido cometerse durante la Operación Orión, y que han sido debidamente atendidos por los organismos de control y justicia nacional e internacional, la segunda ciudad del país no podía verse sometida a permanentes tiroteos y amenazas de los actores armados ilegales que, sea dicho, cometían tropelías constantes contra la población civil inocente e inerme.

Este rebrote de supuestas milicias del Eln en una ladera del municipio de Bello no puede sobredimensionarse, pero tampoco ignorarse. Haya ocurrido hace uno, dos o tres meses, este diario pudo corroborar que se trata del barrio Altos de Niquía, en Bello, donde aún quedan grafitis y recuerdos en los pobladores del patrullaje de sujetos que portaban banderas, pasamontañas, distintivos y armas, y que se movieron a sus anchas por ese sector del noroccidente del Valle de Aburrá.

Aunque es previsible el afán de propaganda y protagonismo que paralelamente muestra el Eln con el ánimo de presionar su reconocimiento y el inicio de un proceso de negociación con el Gobierno, estos hechos, por sus implicaciones, para la seguridad en sí misma del Valle de Aburrá, merecen ser investigados y enfrentados por la institucionalidad en su conjunto.

Hay que llamar a que haya respeto por la ciudadanía de esos vecindarios, para que no se le estigmatice y se entienda que ella sola, desarmada, no puede enfrentar a estos grupos poniendo en riesgo sus vidas y las de sus familias. Hay que pedirle, eso sí, que acuda a los mecanismos disponibles de denuncia confidencial, para que alerte y facilite el trabajo de las Fuerzas Armadas.

Más que contar los días calendario que lleva de ocurrido este patrullaje de ilegales, hay que aunar esfuerzos en torno a que los habitantes de los barrios periféricos del área metropolitana no pueden volver a quedar en manos de bandas y milicias y, mucho menos, a merced de los tiroteos de sus enfrentamientos.

Hay convicción unánime en el respaldo a la institucionalidad y al monopolio de las armas por parte de los organismos de seguridad del Estado. Entonces, a obrar con determinación ciudadana y colectiva, para desvanecer estas sombras armadas ilegales que pareciera pretenden volver a asomar en la oscuridad.

Alcalde de Bello

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