La tenaza

Pero la preocupación principal del gobierno no es esa. Su temor reside en que en las elecciones para la misma la “composición política” no garantice “que lo acordado en La Habana se preserve en la Asamblea”. Es decir, que triunfen quienes no compartan los resultados de las conversaciones en Cuba.

Al vaivén de los vientos habaneros el país ha pasado de discutir la inconveniencia de dar participación política sin cortapisas a las Farc y sus integrantes, por violentar el bloque de constitucionalidad y otorgar prerrogativas insólitas a personas incursas en delitos de lesa humanidad y crímenes de guerra, para centrarse en el punto que han querido los narcoterroristas: la convocatoria a una Asamblea Constituyente.

Pero al fin, por primera vez, Humberto De la Calle, vocero del gobierno, ha roto el mutismo tradicional para argumentar sobre la inconveniencia de esa propuesta, a través de un artículo escrito en Semana, el más consagrado medio santista del país. El análisis del jefe de la delegación oficial en Cuba es contradictorio. Si bien desdeña la propuesta de las Farc con algunas razones válidas, se inclina por una alternativa no menos democrática.

Es cierto que una Constituyente no se reduciría a refrendar los temas acordados en La Habana pues abriría de nuevo la discusión sin límites ni fronteras, como asevera De la Calle; y que es absurdo pensar en una asamblea “estamental”, es decir, con un grueso número de representantes de la guerrilla otorgados por decreto. Es evidente también que su convocatoria es demasiado “engorrosa” y complicada. Y que ni esta, ni ninguna otra alternativa interna de aprobación ciudadana de los pactos, podrá eximir al país de someterse a la normatividad penal internacional, concediendo amnistías o “auto-amnistías” que no son toleradas hoy en el mundo, como lo reconoce con franqueza el escrito del vocero gubernamental.

Aunque De la Calle niega que se pretenda “refundar” la república en las negociaciones con la guerrilla, y que por eso se opone a una Constituyente que rebasaría los temas en discusión en Cuba, es evidente que los acuerdos que se están gestando tocan aspectos esenciales de la vida de la nación, como el sector agropecuario y el sistema político y electoral, amén de que de allí se derivan otros cambios que atraviesan todas las esferas de la economía, la sociedad y las instituciones. Es además un argumento débil -el de que el temario sea más o menos limitado- cuando ya se les ha otorgado a los terroristas la capacidad de convenir con el gobierno asuntos de consideración como los citados.

Pero la preocupación principal del gobierno no es esa. Su temor reside en que en las elecciones para la misma la “composición política” no garantice “que lo acordado en La Habana se preserve en la Asamblea”, como expresa De la Calle. Es decir, que triunfen quienes no compartan los resultados de las conversaciones en Cuba. Y que en vez de “profundizar el espíritu tolerante de la Constitución” -como supuestamente se proponen hacerlo en compañía de los narcoterroristas- se le abran puertas a una “contrarreforma”.

El verdadero interés del gobierno es que lo que tramen en La Habana se apruebe sin rechistar. Parte De la Calle de recordar que el “Acuerdo de La Habana prevé con gran acierto que lo que se suscriba entre las partes tiene que ser refrendado por los ciudadanos”, pues si bien “las discusiones son reservadas”, “en su momento es la ciudadanía la que debe dar la última palabra”. Pura palabrería. A renglón seguido descarta la Constituyente porque no sería “el punto final del diálogo” sino “el comienzo del mismo”. Y porque “en vez de aprobar lo convenido, abre las puertas a la revisión y hasta la negación de lo pactado”.

Más claro no canta un gallo. El gobierno está buscando un mecanismo “sí de verdadera refrendación, mucho menos engorroso”, sin que lo revele con claridad, como es ya una constante en estas conversaciones en que nadie sabe qué se está tramando; pero no hay duda que será uno que no permita “revisión” ni mucho menos “negación” de lo pactado. O sea, uno que dé la apariencia de participación ciudadana, luego de “un período de amplia difusión y un debate abierto a todos”, sobre los acuerdos, pero que rubrique sin modificar una coma los papeles urdidos en la isla caribeña.

Muchos colombianos no respaldamos la idea de una Constituyente por razones diversas. No compartimos el fetichismo de creer que el simple mecanismo de una Asamblea Constituyente provocará trascendentales vuelcos en el país, como tantos que andan proponiendo esa fórmula para cuanto problema se presente. Y mucho menos aceptamos que se pueda pensar en una Constituyente con motivo de una negociación con narcoterroristas, otorgándoles la prerrogativa insólita de participar en el diseño de nuestro futuro.

Lo que percibimos es que se fragua una tenaza antidemocrática. De un lado la guerrilla proponiendo una Constituyente de bolsillo, designada a dedo y apuntalada por los fusiles que no se entregarán y seguirán pesando como una espada de Damocles en su cabeza. Y de otro el gobierno, que discrepa de ese mecanismo básicamente porque teme que puedan imponerse fuerzas contrarias a refrendar los acuerdos de “paz” a pie juntillas. Y que, en consecuencia, está buscando un mecanismo alternativo -como el de la consulta popular, han mencionado algunos- con la pretensión de que los ciudadanos validen una simple pregunta que consagre lo pactado y abra las compuertas a medidas excepcionales del ejecutivo o fuerce al legislativo a votar las reformas sin modificación alguna. Consulta que, de llegar a acordarse entre las partes, tendrá detrás también la amenaza de las armas de los facciosos que, como acaban de reiterarlo, no van a entregar.

Las elecciones de Congreso y de Presidente del 2014 serán el episodio que librará a Colombia de semejante tenaza antidemocrática, aunque se han escuchado voces que hablan de aplazarlas o alargar el período de las actuales autoridades. Un Congreso que a diferencia del actual se desligue de la mermelada y actúe a conciencia, recuperando la dignidad de la principal institución de la democracia, con una fuerte bancada del Centro Democrático que bloquee cualquier intento de subvertir el orden constitucional y legal para darle paso a los contubernios de Cuba. Y un Presidente que retome los rumbos de la Seguridad Democrática como vía más expedita para conquistar una verdadera paz en Colombia.

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