La tierra ¿qué es la tierra?

Cuando desde el mástil de una de las tres naves en que arribó Cristóbal Colón, un marinero gritó: ¡Tierra!¡Tierra a la vista! no sabía el hombre en el lío mayúsculo en que nos estaba metiendo a los hispano-descendientes que siglos después tendríamos con la tierra. La tierra dizque es la razón para los alzamientos armados, puesto que la lucha por su propiedad conduce a un enfrentamiento entre propietarios y campesinos sin tierra.

La tierra es el componente material del territorio de una nación o de cualquiera jurisdicción administrativa del orden público. Cuando digo “mi tierra” me refiero a mi patria grande que es Colombia o a mi patria chica que es Antioquia, dependiendo del contexto o del lugar donde lo exprese.

Las grandes movilizaciones o explosiones populares en América Latina, sin embargo, no han sido por la tierra. Los Comuneros de 1789, en la Nueva Granada, dirigidos por José Antonio Galán y Lorenzo Alcantuz, se alzaron contra los impuestos y cargas fiscales de la corona española. Las guerras de Independencia, ya fueran presididas por Bolívar, San Martín, Artigas o el cura Miguel Hidalgo, tuvieron como consigna principal la separación de España, la Independencia política y social de los criollos. La guerra de José Martí en Cuba, a fines del siglo diez y nueve, contra la dominación española, la última que le quedaba, fue por la libertad, la autonomía y la independencia. Más aún, la lucha de Fidel Castro y el triunfo en 1959, tuvo como objetivo la derrota del dictador Batista. Una revolución por la libertad. ¿En dónde anda el conflicto por la tierra en estos casos citados? La revolución boliviana de 1951 estaba motivada por el derrocamiento de la plutocracia minera, lo que no impidió luego una reforma agraria fracasada entre la comunidad indígena.

En la década de los sesenta se hizo central el tema de la tierra. Aparecieron los números estadísticos de concentración de la propiedad agraria. Los intelectuales y políticos usaron al menudeo los términos “latifundio, terrateniente, minifundio, ganadería extensiva, propietarios feudales, propietarios ausentistas, campesinado en la miseria, peones de hacienda, jornaleros trashumantes de cosechas”, etc. Se había pasado años atrás, 1936, por nuevas normas reformadoras de la propiedad agraria, tiempos de López Pumarejo. El Presidente Lleras Restrepo, a raíz de la Alianza para el Progreso, también expidió una reforma agraria.

La tierra en sí no significa nada, a pesar de las consignas de los radicales de “la tierra para quien la trabaja” o la bandera de una época de los elenos: “a desalambrar, a desalambrar”. La tierra vale por lo que surja o lleve encima, árboles, ganado, siembras de productos de pan coger o plantíos agroindustriales o por las aguas que la bañan. La tierra vale por lo que esté debajo, ya sea oro, ya petróleo. Pero la tierra no se come y por lo tanto lo que hace de ella un valor es el trabajo, el trabajo productivo. Hoy la tierra debe ser un bien para la alimentación y la exportación de sus productos. Ahora que las Farc van a realizar la reforma agraria, y por otro lado van a aplicar la ley de restitución de tierras (sin tocar las de ellos) el país debe saber que sin empresarios agrícolas, sin capitalismo en el agro, no habrá progreso. Repartir parcelas de tierra es repartir pobreza. Heredar microfincas es condenar a los campesinos a ser un mito propietario. Tampoco todo tipo de tierra es productiva por su composición orgánica, por su ubicación climática. Los ingenieros y tecnólogos agrícolas son los magos de la tierra. No se puede a tener un empresario del campo solamente al Calendario Bristol. Brujos tendrán las Farc, Santos y Alejandro Reyes para convertir la tierra en paraíso. Pero lo más peligroso y que va contra la experiencia histórica es la propuesta de Don Gustavo Petro, dueño de la nueva lámpara de Aladino, (el populismo es el Genio de la lámpara) que con solo frotarla, surgen los productos que remplazan al petróleo, el carbón, el banano, el café y las flores por aguacates de exportación. Al abrirse el telón de la realidad económica aparecen los verdaderos productos del “milagro colombiano”: la cocaína, el oro de las minas ilegales y el coltan de la guerrilla.

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