La trampa de la paz

¡Albricias! Después de usar niños para matar niños con un atentado terrorista, las Farc nos regalaron ocho días dizque de tregua unilateral. Con lo cual, además de aumentar la rabia y el escepticismo ante la forma en que manipulan los diálogos con el Gobierno, le están haciendo el peor daños a la candidatura del presidente Juan Manuel Santos.

Algunos, en especial los que le aconsejaron a Santos que le jugara su aspiración a ese proceso, tratan de convencernos sobre la extraordinaria buena nueva que significa ese anuncio. Y harán esfuerzos por ocultar que en la misma declaración, “Iván Márquez” proclamó que se abría un espacio para la constituyente, es decir, para la refundación de Colombia como República, en otro de sus golpes maestros con los cuales ha desgastado la credibilidad del Presidente.

Porque no son los escándalos ni la guerra sucia que trajo JJ Rendón. Ni los hechos destapados por Daniel Coronell en Semana, periodista y medio que se pueden tildar de cualquier cosa menos de uribistas. Ni son las peleas con Álvaro Uribe, quien sigue siendo el personaje con mejor imagen favorable y de mejor recordación a pesar de sus errores. Ni es la secuencia calculada de paros con los cuales aprietan al gobierno los agricultores, los maestros y ahora los funcionarios judiciales para sacarle más plata del bolsillo de los contribuyentes.

Lo que tiene en aprietos la reelección es tratar de convencer que la negociación con las Farc es la paz de Colombia. Y la miopía de no querer ver que eso que el Gobierno se obsesiona en mostrar como la salvación para la mayoría de colombianos es un engaño de las Farc, si bien todos queremos la paz. Y el haber involucrado al Fiscal General de la Nación quien ofreció cambiar por trabajo social las penas que merecen debido a sus crímenes. Miren las encuestas y ellas les dirán que, aunque es importante, esa negociación no es prioridad para la inmensa mayoría del país.

Y más grave aún: que quienes se están beneficiado son sólo las Farc, felices de estar en el centro de la atención y ahora tratando de salvar la reelección con una ridícula tregua de ocho días, después de poner a niños a matar niños en Tumaco. Así se equivoca el presidente Santos, y con ello está logrando que quienes dan la batalla por su reelección se sientan cada vez más confundidos, aunque El Tiempo y Caracol, sus jefes de debate, se empeñen en mostrar otra cosa.

Si la economía del país va bien, y hay progresos innegables en los cuatro años del gobierno Santos, ¿Por qué su campaña se empeña en irse contra el 70% de los colombianos que no cree en el proceso de La Habana, contra el 98% que rechaza a las Farc por sus engaños y atrocidades, o contra la inmensa mayoría que pide acciones contra el desempleo (léase falta de oportunidades) y contra la delincuencia común que acosa en las calles?

Algo muy grave está pasando dentro del Gobierno que le impide saber qué quieren los colombianos y lo obsesiona en imponer una paz mentirosa, la que ofrecen las Farc. Ese algo, que tiene la marca de un centralismo bogotano ausente de las realidades nacionales, llevó a Santos a echar mano de los griticos destemplados de César Gaviria para tratar de contrarrestar a Uribe. El gran error fue haber convertido la negociación con las Farc en su bandera electoral. En la trampa de la paz y la distancia de su gobierno con los colombianos están las razones por las cuales la reelección hace aguas.

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