LA TRAMPA Y LA FIERA

El anunció lo había hecho antes el primogénito Enrique, en una conferencia en Washington en la que había enlazado de forma inseparable el éxito del proceso de paz y la reelección.

Aunque después precisara que sus declaraciones no fueron consultadas con su hermano, nadie creyó que no lo interpretara fielmente.

Las pocas dudas quedaron clarificadas con la metida de pata de los dos años más de mandato que, por supuesto, todo el mundo entendió como la manifestación expresa de su deseo de quedarse en la Casa de Nariño.

De manera que las declaraciones del viernes en que anuncia que quiere la reelección de sus "políticas" no sorprendió a nadie y no creo que haya ahí noticia alguna.

Un anuncio formal de su intención de repetir lo dejaría bajo la realidad de las limitaciones de la ley de garantías, que le impondría restricciones para hacer lo que viene haciendo: campaña. Porque en esas está Santos desde hace rato. Si no, ¿se hubiera sacado la inefable y ahora ya famosa foto en calzoncillos?

En fin, me distraigo. El almendrón de lo del viernes está es en su equipo de campaña. Con la habilidad que lo caracteriza para estas jugadas, Santos, con la designación de Naranjo, neutraliza un eventual contendor con muchísima popularidad y se apunta una ficha posible como candidato a la Vicepresidencia.

Para Naranjo, como reconociera de manera abierta en entrevistas radiales, significa su entrada definitiva a la política. Aunque prudente, quien lo haya oído sabrá que al exdirector de la Policía le gusta la idea de la Vicepresidencia.

De paso, Santos aleja al General de los círculos de Uribe, quien ya manifestó su tristeza por verlo montado de manera definitiva en el santismo.

Lo de Vargas Lleras es más difícil. Yo no dudo ni por un instante de que no está en el corazón de Santos. Seguramente el Presidente ve que con Vargas Lleras él viviría el mismo calvario de Uribe.

Es decir, Santos está seguro de que su exministro de presidente le tendrá la misma lealtad que él le tuvo a Uribe. Pero además, Santos le teme. Vargas Lleras es un hábil político con profundo conocimiento del Congreso, donde fue senador y donde como ministro del Interior sacó adelante un largo conjunto legislativo.

Sabe que Lleras es, además, buen ejecutor, como lo demostró con el programa de vivienda gratuita, de lo poco para mostrar en obras de este cuatrienio (que yo no comparta la filosofía del programa no significa que no reconozca su impacto y la capacidad de ejecución de Vargas Lleras).

Sabe que su exministro tiene la manzanilla necesaria para moverse como pez en el agua entre alcaldes, gobernadores, concejales y diputados.

No olvidará tampoco que en las elecciones de 2010, Vargas Lleras dobló su intención de voto en las seis últimas semanas y que aprendió bien cómo hacer una campaña presidencial con probabilidad de éxito. Y con un 70 % de personas que no quieren su reelección, Santos sabe que Vargas Lleras es mucho, muchísimo más popular que él y que si se lanza tiene serias posibilidades de derrotarlo.

Por eso ha sido evidente desde hace meses el afán de Santos por tenerlo cerca y controlarlo, calentándole el oído con mensajes sistemáticos en el sentido de que es su ungido, su eventual sucesor.

Ahora le pone un trampa nombrándolo como presidente de la Fundación que será, como hace cuatro años, la base de la campaña.

Yo me temo que, sin embargo, el cepo será insuficiente. Vargas Lleras estará como fiera, al acecho del gesto definitivo de debilidad del Presidente. Se lanzará al cuello si lo ve desfallecer.

Sospecho que el hoy exministro sabe que no tiene nada para ganar si volviera en el gabinete, que lo más probable es que Santos lo deje al lado o lo envíe afuera a algún cargo diplomático, que cuatro años en la sombra son mucho tiempo en política, que en ese período su imagen puede diluirse y que el Presidente intentará construir políticamente a su propio sucesor para no vivir con Vargas Lleras lo que él mismo ha hecho sufrir a Uribe.

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