Lamentable retroceso

El escaso interés por la cumbre manifestado por varios mandatarios y el incidente de Ortega hicieron retroceder a la Celac.

Llegaron tarde, salieron pronto, faltó más de un tercio, cancelaron la sesión en la que podían dialogar y tuvieron que terminar antes de lo previsto. Y como ocurre en ese tipo de reuniones, en las plenarias ante las cámaras cada uno hizo su discurso, dirigido a la audiencia de su país más que a sus colegas. Así transcurrió la III cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), a cuya sesión inaugural y clausura acudieron pocos jefes de Estado.

Peor aún, se frustró el franco diálogo privado de los mandatarios sobre asuntos de enorme interés regional, como el tipo de relación que se quiere establecer con China y con Estados Unidos. Esos diálogos deberían hacer avanzar el debate sobre temas cruciales, como sucedió en la Cumbre de las Américas en Cartagena, sobre la participación de Cuba y el fracaso de la guerra contra las drogas.

El conversatorio presidencial debía ser “el momento más interesante de la cumbre”, según Luis Guillermo Solís, quien la presidía, pero tuvo que ser cancelado porque Daniel Ortega abandonó la reunión, luego de cederle la vocería de su país a un líder independentista puertorriqueño, en contra de los llamados de sus colegas, varios de los cuales rechazaron su intransigencia. Rafael Correa, nuevo presidente de la Celac, calificó el traspaso de representación como un precedente negativo.

La prensa costarricense mostró el incidente como un intento de empañar el desempeño del país en la Celac debido a los problemas de delimitación que han tensionado la relación nica-tica. Y el vicecanciller costarricense señaló que el gesto de Ortega “fue un total engaño, una farsa”, en lo que coincidió con sectores nicaragüenses que cuestionaron la acreditación de cuatro puertorriqueños como funcionarios y miembros de la delegación oficial, así como el que, sin cumplir los requisitos, se les haya entregado pasaporte nicaragüense habiendo entrado a San José como estadounidenses; asimismo, rechazaron que la esposa de Ortega haya sido inscrita en la cumbre como “Canciller en funciones”; su hijo, como “asesor del Presidente con rango de ministro”, y sus dos hijas, como “asesoras de la Presidencia”.

Ya antes de la cumbre, ante la solicitud de países del Alba de hacer un pronunciamiento sobre Puerto Rico, se había acordado mantener lo dicho en cumbres anteriores, en el sentido de no intervenir en el asunto que ya está en la ONU; más aún, cuando en varios referendos ha votado el 5 por ciento de los puertorriqueños en favor de la independencia, mientras el resto se debate entre ser un Estado asociado o pasar a ser el Estado 51 de la Unión Americana.

Para la excomandante sandinista Dora María Téllez, Ortega manipuló la causa independentista ante el rechazo a la ley del canal interoceánico, que le cede la soberanía al empresario chino y lo hace inmune a todas las leyes nicaragüenses. Y agrega: “Puerto Rico, aún en su situación colonial, tiene una mejor condición que la que Nicaragua tiene ahora respecto a las potestades de Wang Jing”.

La bandera anticolonialista de Ortega tendrá otras repercusiones. El líder independentista de Puerto Rico anunció en Managua que asesora al Gobierno “para la descolonización” y que, en esa condición, participará en la cumbre de las Américas en Panamá. Si así fuera, afectaría el debate sobre las necesarias redefiniciones hemisféricas que se derivan del acercamiento Obama-Castro.

El escaso interés por la cumbre manifestado por varios mandatarios y el incidente de Ortega hicieron retroceder a la Celac, entidad que había abierto un proceso de indispensable acercamiento intergubernamental en una región fragmentada, y cuya legitimidad se deriva de la capacidad de representar visiones plurales y causas comunes.

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