Las cuartillas de las Farc

Pero el problema fundamental del campo colombiano no es de tenencia de la tierra, eso quedó demostrado con el paro cafetero, donde los marchantes en su mayoría son propietarios que no les alcanza para sostener a sus familias.

La semana pasada escuchamos dos declaraciones que preocupan, la una de Humberto de la Calle en el sentido de que con las FARC están en una fase de “acuerdos alrededor de un proceso de desarrollo rural profundo” y la otra de alias IvanMarquez según la cual “ya tenemos dos o más cuartillas de acuerdos”

Se habla de que los acuerdos girarían en torno al acceso a la tierra de los campesinos desposeídos, o sea una especie de reforma agraria. Pero el problema fundamental del campo colombiano no es de tenencia de la tierra, eso quedó demostrado con el paro cafetero, donde los marchantes en su mayoría son propietarios que no les alcanza para sostener a sus familias. El problema del campo en Colombia es que lo que se produce dentro de la legalidad no es lo suficientemente rentable para generar círculos virtuosos de inversión y crecimiento con integración de agroindustria. Las causas son diversas, entre ellas la inseguridad, la falta de infraestructura vial y de servicios del estado en general, y la falta de políticas de largo plazo de apoyo a sectores estratégicos. Una decidida intervención estatal para solucionar estos problemas desembocaría en un aumento en la inversión privada en aquellos sectores que el estado estimule como estratégicos y que deben obedecer a la demanda de los mercados globales aprovechando los TLCs ya firmados. En resumen, el problema se soluciona con abrir nuestro campo al mundo con más seguridad, más inversión pública y privada, más infraestructura, mas oferta institucional del estado, más emprendimiento y más inserción en los mercados globales. Es decir, todo lo que las FARC detestan por venir del demonio capitalista. Y si alguien tiene dudas de que las FARC son enemigas de la construcción de infraestructura pública y privada, solo recuerden la  reciente voladura de un albergue educativo infantil en Caquetá o la voladura permanente del oleoducto.

En un campo abierto al mundo se desarrollarían clusters productivos donde tanto pequeños como grandes propietarios podrían convivir exitosamente y las oportunidades de creación de valor estarían asociadas más a la agroindustria y a los servicios que a la misma tenencia de la tierra.

Las cuartillas que han obtenido las FARC en virtud de las encuestas donde Santos se desploma van en la dirección contraria a lo que acabo de plantear: a las FARC no les sirve el progreso que trae la apertura hacia el mundo; su proyecto se nutre de lo contrario, que es el aislamiento, la pobreza y la ilegalidad, por eso hablan de suspensión de fumigaciones, de zonas de reserva campesina y de desaparición de la empresa agropecuaria en favor de hacer propietarios a unos campesinos a quienes sus nuevos títulos no les cambiaran su nivel de pobreza. Lo que si garantizara esta fórmula que de la Calle llama “desarrollo rural profundo”, es que vastas zonas  de nuestro campo colombiano van a quedar, ahí sí, en un profundo aislamiento y en una profunda pobreza.

No estamos diciendo que hacer un esfuerzo por democratizar la propiedad en el campo no sea deseable, lo que decimos es que hacerlo sin llevar a cabo las soluciones acá planteadas solo puede agravar las cosas. El gobierno del presidente Uribe fue el primero que vio en las tierras incautadas a la ilegalidad, vía la ley de extinción de dominio aprobada en su gobierno, un mecanismo para mejorar el acceso a la tierra, pero este gobierno no fuecapaz de continuar su marcha. El problema es que hacerlo ahora, a instancias de las FARC, les daría más legitimidad política entregándole unas banderas que no le pertenecen.

Se equivocan los círculos aristocráticos bogotanos afectos a Santos a quienes se les oye decir en los salones de los clubes que De La Calle les debe entregar el tema rural para que nos dejen tranquilos. A ellos habrá que recordarles que el atentado al club el Nogal fue planeado en uno de esos parajes de la Colombia profunda que Santos y de la Calle se aprestan a dejar a merced del terrorismo.

Ibagué, Marzo 6 de 2013.

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