Las dudas de “timoshenko”

Sorprende que, a dos años de las conversaciones en Cuba para terminar el conflicto armado, el jefe de las Farc esté tan poco o nada convencido de que su organización dejará su alzamiento en armas y se decidirá, sin reversa, a transitar los caminos de la política desde la civilidad.

Es como si nos dijera que no se ha afeitado porque en el monte es muy difícil conseguir una Gillete. Por eso sus comunicados están llenos de dudas sobre si las Farc deben rasurarse o no, de una vez por todas, la maleza que son esas botas de caucho, esos morrales de piedra y esos fusiles con bocas tan depredadoras.

Basta con ponerse a leer los escritos más recientes del jefe guerrillero y uno se queda lleno de preguntas sobre qué tan dispuestas están las Farc, hoy, a terminar su lucha armada, irregular y anacrónica.

“Además de cínica, la oligarquía colombiana se equivoca otra vez con nosotros. (…) Es ella la llamada a responder por esta guerra, sus consecuencias y sus millones de atrocidades. (…) En el país se configura cada día con mayor fuerza, por encima del silencio mediático, un amplio movimiento social y político que trabaja por una paz muy distinta a la que piensa el régimen”. ¿Cuál paz distinta, acaso no es la que se negocia en La Habana por consenso de las partes y con un país a la espera de que termine el conflicto?

Dice “Timoshenko” en otra de sus columnas Desbrozando ideas: “El cuento de la paz sirve a la oligarquía para vender de todo. (…) Y sobre su sincera voluntad de paz. Uno diría que la idea es desaparecer la guerrilla para garantizar todo el mercado posible a las transnacionales. Y hacer necesarias a las fuerzas militares y demás tenebrosos aparatos de seguridad estatal, reforzados además con un fuero militar que los premie con la impunidad plena, para aplastar las manifestaciones de la inconformidad social y política”.

Con todas estas exposiciones, que uno cree apolíneas y calculadas frente al desarrollo de un proceso de negociación lleno de garantías en La Habana, se descubre a un interlocutor superado por la desconfianza, sin convicciones firmes de querer parar su guerra y la de su guerrillerada.

Es más patético incluso que se diga respetuoso y tolerante de la autonomía indígena y salga a decir que el juicio a ocho guerrilleros que mataron a dos guardias de los nasa es “absurdo”. Y que critique: “Comenzando porque es principio universal que nadie puede ser juez y parte en un proceso, algo que resulta manifiesto en el caso referido. (…) Si ese es el país al que piensan debemos reintegrarnos, no hay entonces la mínima posibilidad de ello”. Ojo, ojo.

Y este párrafo, qué belleza: “El único tribunal legítimo para juzgar a los milicianos implicados en el absurdo episodio provocado por la irracionalidad sospechosa de unos cuantos indígenas (…) es el contemplado por el reglamento de régimen disciplinario de las FARC-EP”.

Las Farc sí pueden ser juez y parte. Y por eso nada, nada, les sirve de este “atroz régimen oligárquico”. ¿Entonces, para qué se está hablando en Cuba, camarada “Timo”? Defínase

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