Las falacias de la paz (2)

Hace 15 días mencionábamos varias de las falacias sobre las que se ha construido esa trama de la negociación de paz entre el gobierno de Santos y las Farc. Nos referimos a tres aspectos en particular: que las guerrillas surgen debido a la pobreza; que en Colombia tenemos una guerra civil, dado que la guerrilla supuestamente ostenta la representatividad de un amplio sector de la población; y que el Estado no puede vencer a las Farc y todos los conflictos terminan en acuerdos… Mentiras, todas, del tamaño de una catedral. Hagamos referencia a otra falacia, que constituye la almendra misma de este sainete, como es la paz que resultará de la negociación.

Es indudable que la paz verdadera es el estado ideal de cualquier sociedad, el objetivo a perseguir. Pero poco o nada de lo que los colombianos esperan de esta negociación se va a obtener. Es decir, hay una gran ingenuidad entre quienes creen que la firma, por sí misma, nos llevará a un estado ideal de entendimiento y respeto entre los colombianos, y que nos convertirá en una sociedad modelo más pacífica que Suiza y los países escandinavos.

Hagamos tres claridades:

  1. En todos los países con conflictos internos que han sido resueltos mediante el diálogo, han sobrevenido etapas de postconflicto mucho más graves y caóticas que el estado anterior que se quiso resolver de forma negociada. Esto, a su vez, tiene muchas causas como, por ejemplo, el hecho de que quedan al garete muchos combatientes que no saben hacer otra cosa que delinquir, que la economía no alcanza a reinsertar a la totalidad de desmovilizados o no logra satisfacer las expectativas de muchos, por lo que regresan a la ilegalidad, y que no faltan las venganzas, auspiciadas por antiguas víctimas que no quedan conformes con el arreglo de paz.
     
  2. La guerrilla de las Farc está metida en el narcotráfico hasta los tuétanos, aspecto que se hará más crítico durante el postconflicto pues ni sus cabecillas, ni sus mandos medios, van a abandonar tan fácilmente ese lucrativo negocio. Incluso, esto ya trasciende el ámbito del narcotráfico; no dejarán la explotación del oro ni la del coltán y el tugsteno, no dejarán la rentable extorsión ni devolverán las tierras donde engorda su ganado. Por eso, no se equivocan los que afirman que el Gobierno lo que está comprando es el nombre ‘Farc’, y que de ese grupo terrorista se derivarán muchas facciones que se mantendrán en diversos negocios ilícitos mediante el ejercicio de la violencia. Estos nuevos grupos ni siquiera se podrán considerar como disidencias pues su actividad será netamente delincuencial, sin ínfulas políticas.
     
  3. La violencia guerrillera no representa el mayor foco de violencia del país y constituye un porcentaje no mayoritario en las estadísticas del crimen en Colombia. Según Forensis 2010 (Instituto de Medicina Legal), el 9,69% de los homicidios de ese año (1.962 casos de un total de 17.459) fue ocasionado por venganza o ajuste de cuentas; el 5,1% (891), por riña; el 2,83% (494), por atraco callejero, y solo el 2,16% (377) se atribuyó a acción guerrillera. Si bien se carece de información en el 71,71% (12.520) de los casos, no hay razón para pensar en una progresión mayor para los crímenes causados por acción guerrillera que por otros factores o para creer que esas 12.520 personas cuyo homicidio no tiene causa establecida fueron víctimas de la subversión.

De hecho, Forensis 2011 hace un estudio más pormenorizado de las víctimas por acción guerrillera y les atribuye 269 homicidios a las Farc, 25 al Eln y 71 a otras guerrillas, para un total de 365 víctimas mortales (una diaria), que representan el 2,2% de los 16.554 homicidios cometidos ese año. Nótese la similitud de las cifras de 2010 y 2011, con apenas 12 víctimas (de las guerrillas) de diferencia, y los porcentajes casi idénticos en cuanto a participación en la tasa global de criminalidad de esos años. Valga aclarar que en la mitad de los casos no está identificado el agresor, pero cabe la misma acotación que se hizo al final del párrafo anterior.

En síntesis, la paz con las Farc y el Eln podría reducir entre 400 y 1.000 los casos de homicidio por año, o sea entre el 2% y el 6% a las tasas de hoy. Pero, lo más seguro es que el postconflicto aporte una cifra de muertos igual o mayor que contrarreste esa pequeña reducción, y que las violencias interpersonal, económica e intrafamiliar mantengan los índices de hoy, así como otros casos de violencia “sociopolítica” diferentes a la acción de las guerrillas. Entonces, que no espere nadie que la mera firma con las Farc nos va a convertir en una sociedad pacífica y mucho menos si llegamos a permitir que nos gobiernen.

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