Las preguntas y observaciones silenciadas e incómodas del plan de choque contra la delincuencia

Colombia adelanta negociaciones de paz, ¿hasta dónde debe ir el periodismo?

No hay una línea única para todo. Hay informaciones que el Gobierno no quisiera que salieran o que se reserva porque pueden ser una amenaza para la sociedad. El periodista debe entender cuál es la motivación. Si hay una situación en la que muchos pueden resultar perjudicados, debe haber una conversación antes para discutir si se publica. El papel del periodista debe ser siempre cuestionar a la autoridad.

NICOLÁS CONGOTE GUTIÉRREZ

Redactor de EL TIEMPO, Octubre 19, 2014

En entrevista a Kate O’Brien Presidenta de Al Jazeera América

El escrito que sigue responde a la pregunta: ¿Es el periodista el único que tiene el derecho intocable, el privilegio, la facultad o el negocio de cuestionar a la autoridad en la búsqueda de la verdad a través de la información oportuna? Colombia no está jugando a escribir historia, sino que debe afrontar decisiones importantes sobre su futuro. Los periodistas y el presidente no son los únicos interesados.

El 11 de abril de 2014 El Tiempo anunció que Santos había dado la orden de demoler 92 ollas en el país. Dijo: "Vamos a obrar con toda la contundencia porque estos expendios se convierten en unas fábricas del crimen, desde donde terminan extorsionando a la comunidad", y se sacó la foto. ¿Qué pasó con las 92 ollas de abril? ¿Volvieron a surgir? Ahora se planea desmantelar 100 grupos criminales dedicados al homicidio, la extorsión, el microtráfico, el robo, contrabando, y la minería ilegal. Más bien tendríamos que echarle un vistazo a las cifras mundiales del negocio que maneja el crimen organizado, revisar los paraísos fiscales, la contabilidad secreta de los capos, los mecanismos de control del lavado, las listas de testaferros respetables que fungen como miembros de la élite internacional de los negocios. Lo trágico de este panorama es que de manera superficial se ha diagnosticado un fracaso en la lucha contra ese flagelo sin que exista, al estilo de Francis Bacón, un Novum Organum de Conocimiento y Ciencia contra el crimen organizado a nivel mundial. La ONU apenas si registra estadísticas y mediciones. La DEA persigue, los jueces encarcelan. Los abogados defienden; y se pretende combatir la inmoralidad y peligro del crimen organizado solamente con la propiedad del discurso moral o el liderazgo que pueda ejercer nuestra percepción de la realidad política. No hay un nuevo canon de pensamiento organizado y unificado que incluya lo policivo, las ciencias de la conducta, la economía, lo jurídico y lo forense, la especialidad del estudio de la mente criminal y sus perfiles, (¿Piensan las Farc como el común de los mortales? ¿Qué papel o prioridad ocupa el engaño en su axiología de valores? ¿Es excepcional o connatural a su actividad?) La tecnología, los entresijos complejos del lavado de activos, etc. ¿Se puede combatir el cáncer si no tenemos una Facultad de Medicina que es el fundamente esencial que antecede a la ciencia dura de la investigación con resultados? ¿O es que no nos hemos dado cuenta que los anti valores del crimen y la corrupción permean nuestra sociedad, amenazan con destruirla y todavía no hemos entendido su mecánica? En un programa reciente de televisión, a las ocho de la noche, se hizo prácticamente una apología a la reina del porno, sin reacción de la teleaudiencia. ¿Con qué criterio afronta una adolescente la afirmación: “Yo me gano en una película mucho más de lo que se ganan los que se quemaron las pestañas seis años.” “Mi esposo me entrena para las películas.” ¿Se sustentan esas afirmaciones desde lo que se llamaría ‘un estilo de vida’ o hay una verdad que trasciende esos estilos?

Con esas consideraciones que se soslayan ¿Cuál será el impacto real de ese desmantelamiento? ¿Y si el narcotráfico es el origen de todos esos males por qué no apresa Santos a los capos del negocio sentados en La Habana? ¿Qué se lo impide si se pasó por la faja el ordenamiento jurídico al autorizar el viaje de Timochenko? ¿Se puede negociar con el mal? ¿Qué significado tiene, para la toma de decisiones políticas y el posible gobierno de un país, el perfil sociópata o psicópata de los miembros de un grupo? ¿Haría usted negocios con un sociópata, que por sus actos malévolos sin arrepentimiento, así lo evidencia? La respuesta es no. ¿Si en lo individual la cosa es   tan obvia por qué se pretende que en lo general y colectivo ese juicio se tome tan a la ligera?

El 22 de marzo 2006 la oficina de Asuntos Públicos de la DEA anunció los cargos contra 50 líderes de las Farc por el suministro de más de la mitad de la cocaína en el  mundo y la introducción a los Estados unidos de cocaína por valor de más de 25 millones de dólares. Hay una orden de recompensa por 75millones de dólares por los 50 ‘líderes’ que incluyen a los señores de La Habana. ¿Se ha suspendido esa orden? Contra el escalofriante Informe Mundial sobre Tráficos de Drogas de la ONU de 2013, veremos entonces a las Fuerzas Especiales de la Policía y el Ejército en helicópteros apoyando a los de tierra que irrumpen gritando en un cambuche. Después del 15 de enero del 2015 habrá una encuesta en la que habrá mejorado la imagen del presidente, el ejército y la policía. ¿Pero se acabará el microtráfico? No. Quizá la percepción de inseguridad cambie, que es lo que le interesa a Santos, pues el 70% de los ciudadanos siente que su ciudadano es segura, pero al origen real de esa inseguridad, el narcotráfico, no se le habrá tocado ni un pelo.

Muy chévere que se nos mejore la percepción en las ciudades. ¿Pero qué pasa con la extorsión a las compañías petroleras, a las de televisión por cable, el sector ganadero y lechero, los cultivadores de palma? Según la Asociación Colombiana de Petróleo (ACP), en lo que va del año, se han producido 80 ataques contra la infraestructura petrolera lo que le ha costado a la industria más de US$500 millones en ventas y regalías perdidas, así como en costos de reparación, mientras los grupos guerrilleros le recuerdan al gobierno que todavía pueden golpear donde duele y llevar a las empresas petroleras a considerar que sería más barato cumplir con las demandas de extorsión, o irse del país, lo que explica que muy pronto tengamos que empezar a importar gasolina. La cifra no incluye el dinero gastado en la recuperación del crudo y en las operaciones de limpieza del medio ambiente tras los ataques, sin contar los atentados frustrados gracias al ejército. Desgraciadamente no se conocen cifras de pérdidas de los otros sectores menos llamativos. Según Santos estas serían algunas de las cifras que no se registrarían como pérdidas en el postconflicto y asume, de manera ingenua, que se traducirían en desarrollo. No. Serían cifras de recuperación para las empresas. El trabajo de impacto real y rápido de progreso en las comunidades se genera con mega proyectos de desarrollo: Carreteras, represas, ferrocarriles, reconstrucción de ciudades, etc. Es decir, con las estrategias de post guerra de un Plan Marshall y no creo que los países europeos ni los gringos vayan a hacer vaca para ayudarnos. Ya van a gastar bastante con la reconstrucción de Gaza.

Mientras ese panorama se ve lejano, la criminalidad que produce dinero en efectivo no se acabará, pues se necesita para la caja menor, léase: sueldos de guerrilleros o miembros de las bacrim, compra de armamentos y equipos, pago de información. Seguramente les va a tocar a los farianos vender algunas vaquitas y fincas; ES DECIR, DESCAPITALIZARSE. ¿Será que los guerrilleros se están embolsillando el billete y no se lo reportan a los altos mandos? De ser así se va a seguir deteriorando la seguridad, además de que la falta de efectivo llevará al Bloque Oriental, por ejemplo, a su fragmentación y, en caso de desmovilización por el proceso, sea una de las facciones convertida en ‘facrim,’ siguiendo involucrada en el tráfico de drogas como supervivencia. ¿Se ha considerado este escenario para el postconflicto?

El martes 16 de septiembre del 2014 informó la prensa que Las FARC y una banda criminal asesinaron a 7 policías, hirieron a 8 y dos están desaparecidos. Santos le endilgó el crimen a las Farc y el clan Úsuga ordenando arreciar las operaciones contra los subversivos y el crimen organizado. ¿Se entiende ahora por qué ordenó un nueva arremetida sin mencionar a los jefes reales, las Farc? Por otra parte ¿Qué pasa con los carteles extranjeros, como el de Sinaloa, por ejemplo? Se rumora que Medellín es el nuevo campo de negocios en las comunas aunque las autoridades lo nieguen. Además, fuentes de inteligencia aseguran que las bacrim tienen 3.400 combatientes; agreguémosle otro tanto por las Farc y lo del ELN. ¿Dejarán las armas y el narcotráfico con su control social y los corredores de cocaína?

Las preguntas incómodas anteriores buscan poner de manifiesto las contradicciones inherentes al proceso de paz para buscar las razones, que no deben ser solamente el privilegio de los periodistas como lo afirma Kate O’Brien en la entrevista dada a El Tiempo. Un ejemplo de ello es evidente en el enfrentamiento aleccionador  entre el Procurador y el Presidente en torno al viaje de Timochenko en el que se quiere desvirtuar un referente crítico necesario para la opinión pública. Me atrevo a decir, desde la lógica, que se trata de una divergencia entre lo legal, no el legalismo como dice despectivamente un editorialista, y lo conveniente. Lo que significa que debemos entonces entender la divergencia, no acallarla. Lo legal tiene la autoridad de lo objetivo y acordado con el pueblo. Lo conveniente tiene un discutible rasgo subjetivo, que puede ser político y que no se debe descalificar tampoco, ni al que se le debe otorgar preeminencia, a falta de claridad conceptual. La garantía de que lo subjetivo tenga una buena intención, en este caso de los diálogos, no es solamente la del Presidente, pues trae el interrogante del trasfondo que tampoco se enuncia: la discusión sobre la paz o el poder que quiere mantener la democracia para funcionar debidamente y que el terrorismo le discute porque va contra sus intereses que sabemos se disfrazan.

Si bien una negociación con terroristas está plagada de contradicciones, lo que sería muy humano, ese carácter humano no explica el motivo por el cual la contradicción es tan mal vista por todos. Y los pensadores políticos nacionales no terminan de convencernos sobre la sinceridad de la razón esencial de las mismas.

El verdadero problema de las contradicciones del proceso es el motivo que las lleva a presentarlas ante el público. Es decir, uno puede contradecirse por falsedad, por oportunidad, por ignorancia, o bien por aprendizaje. Al fin y al cabo, aprender puede causar modificaciones en las creencias que se tienen en relación con un proceso desconocido por nuestra experiencia lo que influye en las concepciones del mundo y terminan por expresarse a viva voz. Es posible que aceptemos como bueno algún aspecto de la vida política que antes condenábamos, o viceversa, y todas esas variaciones son aceptables.

Pero si la contradicción natural se hace evidente, entre el discurso y los hechos, surgen entonces las dudas en cuanto al motivo que produjo su aparición. ¿Habrá sido producto del aprendizaje o de la hipocresía, del engaño o la improvisación, de motivos inconfesables, o qué? La duda se resuelve cuando explota la crisis que genera la contradicción de cualquier sistema. ¿Lo sabremos cuando sea demasiado tarde o habrá manera de prevenir una equivocación irremediable? Espero que esa pregunta, y el escenario conceptual presentado, lo tengan en cuenta los negociadores del gobierno para definir los alineamientos del necesario debate democrático.

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