Las sentencias de Maduro

La declaración del presidente de Venezuela, según la cual, de ser necesario, podría gobernar con una fuerza “cívico-militar”, presagia su intención de arreciar la dictadura.

Las manifestaciones del presidente Nicolás Maduro no dejan de inquietar a los venezolanos y a la opinión pública internacional. Hace apenas un par de días acaba de insinuar que, si sus fuerzas políticas pierden las elecciones parlamentarias que se adelantarán el próximo 6 de diciembre, “defenderíamos la revolución, no entregaríamos la revolución, y la revolución pasaría a una nueva etapa”.

Hay dos elementos relevantes en estas aseveraciones del sucesor de Hugo Chávez: la “no entrega”, que supone una resistencia, un rechazo y un desacato a los resultados de la jornada electoral, y el temerario anuncio de que “la revolución” pasaría otro estadio. ¿Cuál?

Lo primero remite al que sería, definitiva e irreversiblemente, el desmonte de cualquier garantía democrática para la oposición, con el fin de imponer las condiciones de un régimen totalitario que no admita disensos, que no admita otras opciones políticas diferentes a la suya y que, en consecuencia, pasaría, según lo advierte Maduro, a otro momento. ¿Acaso el de una dictadura indefinida?

Lo preocupante es que Maduro sembró otras dudas en el contexto de estas aseveraciones: “yo gobernaría con el pueblo, siempre con el pueblo, y en unión cívico-militar (…) el que tenga oídos que entienda y el que tenga ojos que vea clara la historia’’.

Las sentencias se producen a un mes de las elecciones, cuando las encuestas dan ventaja a la oposición por cerca de 20 puntos porcentuales. Por ello opositores destacados como Henrique Capriles Radonski, gobernador del estado Miranda, señalan que Maduro teme un revés, una derrota que recompondría de manera definitiva un mapa político hasta ahora muy parejo entre los militantes oficialistas y quienes reclaman un cambio de régimen.

Los paulatinos recortes a las libertades de expresión y prensa (el monopolio de medios y el recorte de suministros y de espacios); el avance de un juicio sin garantías jurídicas mínimas a Leopoldo López y a una veintena de opositores, detenidos en febrero de 2014; el hostigamiento a los familiares de los encarcelados y las recientes denuncias del fiscal Franklin Nieves -exiliado- sobre las presiones al sistema judicial, por parte del gobierno, para sostener pruebas falsas, son apenas los indicadores de un régimen cada vez más soportado por actos represivos y arbitrarios.

Las declaraciones de Maduro son un mal anuncio de los tiempos, todavía peores, que pueden venir para Venezuela. El recurso expedito para frenar a una oposición triunfadora en las urnas, en diciembre, sería el uso contra los civiles ajenos al chavismo del aparato militar y policial y la red miliciana, que se vienen fortaleciendo desde el comienzo del chavismo.

El presagio del mismo Maduro frente a aquel escenario solo produce pesimismo y alarma: “Venezuela entraría en una de las más turbias y conmovedoras etapas de su vida política”. Un presidente que le habla a su pueblo en ese tono parece estar decidido a recurrir a altas dosis de represión y violencia para mantenerse en el poder, ya no por el voto popular y las vías constitucionales y legales, sino por supuesto aplicando la “manu militari” que caracteriza las dictaduras y el totalitarismo.

Proferida la sentencia, gobiernos, organismos multilaterales y de derechos humanos se deben solidarizar y movilizar a favor de un país y un pueblo en riesgo de sufrir, en unos días, el despojo total de su democracia.

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