LAS VIOLENCIAS

¿No le pararon bolas a la propuesta hecha por las Farc de reconocer las víctimas del conflicto a partir de 1930? Fecha en que terminó la larga hegemonía de gobiernos conservadores para comenzar otra hegemonía, pero más corta, de gobiernos liberales.

Algunos historiadores llaman el año 30 del siglo pasado como el de la "pequeña violencia". Y de "violencia plena" la que comenzó en 1948 con el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán.

Pero, ¿por qué establecer caprichosamente el análisis de la violencia desde 1930? ¿Por qué no hacerlo desde que se implantó el régimen federalista en 1863, con la Carta de Rionegro, que al permitir a cada Estado soberano el libre comercio de armas y tener su propio ejército, desató una cadena de guerras civiles que barrieron vidas, honras y bienes de los colombianos? Fue la época en que se enfrentaron estados contra estados, liberales contra conservadores, conservadores contra liberales, con el agravante de que el gobierno central –débil en lo político y presupuestalmente anémico- no podía intervenir en esos conflictos. Según Arturo Alape, más de 30 guerras y guerritas –de carácter político, ideológico y religioso- transcurrieron entre 1863 y 1886, cuando apareció la carta centralista de Núñez. El siglo XIX se despediría con la llamada Guerra de los Mil Días que también inauguró el ciclo de contiendas fratricidas del siglo XX en Colombia.

Si se calcula hoy el valor de las solas reparaciones de los daños causados por el conflicto armado –tomado desde los últimos años- asciende a 60 billones de pesos ¿Cuánto costaría hoy la financiación, ya sea desde 1930 como lo plantean las Farc o desde el último cuarto del siglo XIX, si pretendemos darle el mayor rigor y cubrimiento al desenvolvimiento de la violencia armada de nuestra horrorosa historia?

Tomar fechas exactas dentro del rigor histórico para buscar los orígenes de la ruptura de la convivencia nacional no es fácil. Siempre podrían resultar caprichosos y arbitrarios los cortes para determinar con fidelidad los ciclos de la desvergüenza. El solo costo fiscal para reparar víctimas y sus herederos llevaría al país a la más cruda insolvencia. Muchas reformas tributarias draconianas tendrían que hacerse para ceñirse a los caprichos o certezas y reparaciones de la convulsionada historia de conflictos armados en Colombia.

El Gobierno Nacional no ha recogido la propuesta de sus contertulios habaneros. Guarda silencio quizá por el regaño que las guerrillas le acaban de dar a Santos al descalificar su grito victorioso de que "estábamos en la recta final" del proceso de paz. Y que dejara de hablar de "desmovilización y de entrega de armas, porque no existen esas palabras en el leguaje de la guerrilla".

Las Farc han venido poniendo la agenda y los tiempos en las negociaciones. Demuestran más astucia, más seguridad y menos nerviosismo que su contraparte oficialista. Por eso se dan el lujo de irse hasta el año de 1930 para confundir en el nerviosismo y las vacilaciones a los herederos de aquellas hegemonías que hoy gobiernan en esta democracia de acento hereditario.

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