LE QUEDÓ GRANDE LA GRANDEZA

Todos sabemos que por un golpe de suerte, en un momento luctuoso aun no superado, el presidente Gaviria llego a la Casa de Nariño.

Su mandato quizás por su juventud e inmadurez, estuvo empañado por dos hechos que guarda la memoria nacional: la negociación con Pablo Escobar para recluirlo en la cárcel-finca que "El Patrón del Mal" había diseñado a su antojo, aun con puerta falsa por donde escapó, después del pésimo manejo que su gobierno le dio a esta retención y por la elección de la improvisada Asamblea Constituyente, después de revocar inconstitucionalmente el nuevo Congreso que apenas iniciaba labores. Asamblea esta que se llenó de autopoderes y es causante hoy de enormes vacíos legales y en incuestionable medida de la crisis de la administración de justicia actual que ella engendró.

Se recuerda también su mandato porque distrajo a la Cancillería convirtiéndola en sus jefes de debate para llevarlo a las Secretaría de la OEA y por guardar los casetes que le entregó el candidato Pastrana, en donde se denunciaba la financiación mafiosa de su correligionario, posterior sucesor.

Le debemos además a su gobierno que nos presentó en la escena política a Juan Manuel Santos, a quien trajo desde Londres para hacerlo Ministro y luego Designado, con el único mérito de que Santos era accionista en ese entonces del diario El Tiempo, periódico fundamental para el respaldo periodístico de su presidencia, desconociendo para esa designatura la candidatura de las mayorías liberales del jefe, ese sí con todas la charreteras, William Jaramillo.

Regresó Gaviria de la OEA y el país soñó, por coincidencia de carreras políticas, expresidentes, exministros, exsecretarios del ente americano, que tendríamos un nuevo Alberto Lleras, qué desilusión. Lo primero que hizo fue descomponerse atacando al candidato Uribe, no respaldarlo en su gobierno y de esa forma su Partido Liberal, por su culpa, perdió históricamente a Uribe Vélez para la galería de sus expresidentes.

Desde ese momento supimos que se esfumaba la opción de tener un estadista que estuviera por encima de la pequeñez política, que pudo haber sido el gran consejero nacional, el dirigente ponderado para orientar con su madurez a los gobernantes de turno, su hoja de servicios daba para pensar eso, como lo fuera Lleras Camargo en su momento. Qué gran distancia hay de Alberto a César.

Se perdió luego del mapa político y se convirtió en el papá de Simón, apoyado este último por Santos para pagar la vieja factura que aún debía por su matrícula a la vida política.

Aparece de nuevo a última hora en esta campaña, no como la vez pasada que solo al final, a regañadientes anunció su voto por su ahijado político, lo hace ahora envenenando aun más la contienda presidencial y se menudea en atriles de vereda. Su desafortunada inclusión solo muestra el desespero en un barco que naufraga y que no tendrá en Gaviria el capitán con el prestigio necesario que lo rescate.

Dice la historia que al General Rojas Pinilla lo rotularon con la frase de que "le quedó grande la grandeza", pienso que en la historia del doctor Gaviria también cabe esta mención.

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