Libertad al general

Mucho se ha escrito y debatido respecto de la condición del general Rubén Darío Alzate, comandante de la fuerza de tarea conjunta Titán, que opera en el departamento de Chocó.

Sea lo primero expresar mi total rechazo a los señalamientos temerarios e irrespetuosos respecto de por qué el señor general se encontraba en la zona donde fue alevosamente secuestrado por la banda terrorista de las Farc. Habla muy mal de la condición humana del presidente Santos esos trinos que envió en la noche del domingo, responsabilizando al oficial por haber estado en el sitio donde las Farc lo privaron de la libertad y no rechazando con énfasis el secuestro cometido por sus contertulios de La Habana.

En 1994 la guerrilla dio el más duro golpe a nuestro Ejército cuando asesinó en la carretera Villavicencio-Bogotá al general Carlos Julio Gil Colorado. Desde entonces nuestras FFMM no sufrían un golpe tan duro.

El secuestro acaecido el pasado fin de semana nos obliga a reflexionar sobre el estado del orden público en Colombia.

Por cuenta del proceso de paz de Cuba, las Fuerzas Militares fueron obligadas a aflojar el ritmo que traían durante el gobierno de la Seguridad Democrática. En aras de agradar a los contertulios terroristas, nuestros soldados están impedidos para atacar los emplazamientos de los criminales. Antes, nuestra Fuerza Pública tenía la iniciativa. Ahora están limitados a reaccionar en la medida de sus posibilidades.

Santos obliga a que se cuide el lenguaje para no irritar a los muchachos de Timochenko. Lo que antes todos llamábamos secuestro, ahora lo llaman “retención”. Algunos han llegado al extremo de calificar este hecho como una “detención”. Ven ustedes las consecuencias nefastas de haber puesto al mismo nivel de legalidad y jerarquía a los soldados y a los terroristas de las Farc.

Se nos ha dicho que el general será liberado. Las Farc están aprovechando este episodio para seguir haciendo política. Con todo descaro, la cuadrilla responsable del secuestro emitió un comunicado en el que dicen que “son grandes las cuentas pendientes del general Alzate con la justicia popular. Seguramente su caso amerita un detenido examen en el que habrá que balancear muchas cosas”.

Frente a esa amenaza, el gobierno ha pasado de agache. El fiscal general, que debería enviar mensajes contundentes frente a este crimen, se  ha concentrado en fustigar al oficial por “imprudente”. Los partidos de la Unidad Nacional, como si se tratara de un chiste, han indicado que la desgracia humana del general se justifica porque “dio papaya”.

No es admisible que una banda criminal que dice andar en son de paz secuestre a un militar y de paso anuncie que lo van a “someter a juicio popular”. Claro que Rubén Darío Alzate es enemigo de la guerrilla. Como militar ha liderado duros golpes al terrorismo. Es uno de los pocos oficiales que ha hecho como parte de su agenda de trabajo la lucha para impedir que las estructuras delincuenciales recluten niños a la fuerza.

Desde que llegó al Chocó se concentró en ganar la confianza de las comunidades, históricamente amedrentadas por el terrorismo. El general Alzate es consciente de que las guerras se ganan no solo en el campo de batalla sino que también es necesario gozar de la plena confianza ciudadana.

Hago votos para que el general regrese pronto a la libertad. Que los terroristas que lo tienen en su poder lo liberen sin contraprestación alguna. Pero no solo demandamos la libertad de él. Exigimos, como lo hemos venido haciendo desde el comienzo del supuesto proceso de paz que todos los colombianos, uniformados y civiles sean puestos de manera inmediata en libertad. Santos no puede esperar que sus diálogos de La Habana tengan un ápice de legitimidad cuando sus interlocutores actúan como una vulgar banda de secuestradores.

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