Lo mismo de antes

El hecho de que no hubiera ningún anuncio más concreto de la reunión en Bogotá es un síntoma de que la relación de Colombia con China sigue siendo muy incipiente.

Tras una comentada visita a Brasil en la que el premier chino, Li Keqiang, anunció que su gobierno invertirá 53.000 millones de dólares en proyectos de infraestructura –entre ellos, una colosal ferrovía hacia el Pacífico–, el alto funcionario aterrizó en Bogotá, segunda escala de su viaje de una semana por Suramérica.

Yo ya me estaba preparando para otro anuncio espectacular, la llegada por fin de inversión china en el orden de miles de millones de dólares, que ha sido una ilusión acariciada por muchos desde hace algún tiempo.

Según un reporte de Xinhua, la agencia oficial china, al término del encuentro con el mandatario colombiano el primer ministro celebró la posibilidad de “profundizar la cooperación” y dijo que su país está listo para instalar plantas en Colombia para la producción de hierro y acero, materiales de construcción y equipo de ingeniería. Ni una palabra sobre posibles millones, ni menos miles de millones.

Periodistas juiciosos en los medios internacionales han empezado a cuestionar la verosimilitud de que China esté lista a desembolsar 53.000 millones de dólares en Brasil, y aseguran que el anuncio refrita otras inversiones que ya habían sido anunciadas e incluye proyectos que no están ni siquiera en etapa preliminar y que bien podrían no salir jamás del papel.

Más allá de eso, el hecho de que no hubiera ningún anuncio más concreto de la reunión en Bogotá es un síntoma de que la relación de Colombia con China sigue siendo muy incipiente y una señal de que, en el ajedrez económico y geopolítico que se juega desde Pekín, nuestro país no tiene realmente un rol. China cultiva, invierte, presta, dona y hasta califica de “aliados estratégicos” a países en Latinoamérica que muchos de sus vecinos y buena parte de la comunidad internacional considera parias. No hace falta que los nombre.

Su lógica, en el tema de infraestructura, es encontrar la manera de bajar los costos de transporte de las materias primas que importa desde Latinoamérica y, de paso, poner a trabajar capacidad que tiene subutilizada. Cualquier país que no encuadra en ese diagnóstico no es interesante como destino de inversión, así sea un país que necesita con urgencia actualizar su infraestructura, como es el caso de Colombia, que ocupa el lugar 126 entre 144 países en un índice creado por el Foro Económico Mundial que mide la calidad de las carreteras y los caminos a nivel global.

Algunos dirían que esa descalificación como destino de inversión es hasta cierto punto benéfica, ya que los proyectos chinos, y en muchos casos también el comercio con el gigante asiático, se caracterizan por generar problemas ambientales y elevar los conflictos con poblaciones nativas que son afectadas durante los procesos de extracción de recursos naturales.

Pero China se ha vuelto una fuente de financiación muy importante para Latinoamérica y sus desembolsos destinados a la región el año pasado fueron superiores inclusive a los del Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo combinados, según el Boletín Económico China-Latinoamérica que producen los académicos de Boston University Rebecca Ray y Kevin Gallagher. Aclaro que cuando digo Latinoamérica me refiero a países en los que China tiene interés y que en el año pasado fueron apenas Argentina, Brasil, Ecuador y Venezuela.

Lamentablemente, mucho me temo que la visita del premier chino a Colombia, la más importante desde que el actual mandatario Xi Jinping estuvo en Cartagena cuando era vicepresidente hace seis años, no amerita grandes bombos y platillos. Tampoco creo que llegue a convertirse en un punto de quiebre en la relación bilateral que está cumpliendo 35 años. Ojalá el tiempo demuestre que estaba equivocada.

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