Lo normal y anormal detrás del proceso de paz y el ‘NO’ de nueva oportunidad

"La demencia es algo raro en los individuos, pero en los grupos, los partidos, los pueblos, las épocas, constituye la regla."

Más allá del bien y del mal. Friedrich Nietzsche

“Ser de la izquierda es, como ser de la derecha, una de las infinitas maneras que el hombre puede elegir para ser un imbécil: ambas, en efecto, son formas de la hemiplejía moral.” José Ortega y Gasset

Dedicado a LMA, con cariño y respeto, quien me inspiró estas líneas.

Lo normal se refiere a aquello que se considera natural, actuando como regla, canon o modelo. Se ajusta, debido a su naturaleza, a preceptos establecidos con antelación; lo anormal es lo contrario. Sin embargo, el especialista o científico puede explicarnos la anormalidad, haciéndola entendible. Pero entender no es aceptar, asimilar, digerir, porque aquí no entra en juego solamente la razón, sino también el instinto, el gusto, lo correcto, lo aceptable culturalmente. De ese modo lo incorrecto, criminal, delictuoso se puede ‘explicar’ mas no aceptar. A usted le pueden explicar las características del fuego, pero no mete la mano en él. Los marxistas explican el ‘crimen altruista’, pero el líder no aceptaría que le mataran a su madre. Esta explicación se hace necesaria para entender el alcance de lo que dicen Nietzsche y Ortega.

En una comida entre amigos le comentaba a LMA mis puntos de vista sobre el famoso proceso de paz, la vida, las locuras de Chávez, etc., con estadísticas, historias y argumentos. La paciente y pobre víctima de mis supuestas argucias, quien no ha leído a Nietzsche ni Ortega, sencillamente sonrió y me dijo: “Lo que pasa, mi querido Pedro, es que lo anormal se ha vuelto normal.” Y, como el de Condorito, mi cerebro hizo: ¡Plof! Y se iluminó de vergüenza ante lo obvio. Por lo anterior yo propondría que, en vez de votar por el SÍ, el NO, o la invalidada abstención, votáramos porque ‘lo anormal dejara de ser normal.’ Tendríamos así el plebiscito anormal de Santos y, modestia aparte, el normal de Pedro Aja Castaño, como lo demostraremos.

Porque sería normal que el gobierno tratara a los dirigentes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia – Ejército del Pueblo, (FARC-EP) como los terroristas y narcotraficantes que son, y no como la Fraternidad Amorosa de la Renovación Carismática para la Esperanza Pública (FARC-EP). ¿Será que un abogado le ‘sopló’ a Santos la conveniente interpretación de la sigla?

Y pensando en mi amiga, me dije: Si libremente usamos nuestra razón, inteligencia y argumentos para votar por el ‘sí’ o el ‘no’, de tal manera que afirmemos una característica de la democracia ¿Puede considerársenos por ello más sabios o normales en la aspiración de la paz, al abrir la oportunidad de que las Farc, con triquiñuelas en mermeladas, nos quiten nuestra libertad? Creo que seríamos anormales, pero demócratas. Y con ese mismo talante me seguí preguntando: Si empleamos nuestra libertad para darle la oportunidad a un déspota para gobernarnos, ¿seguiremos siendo normales, libres y demócratas por el hecho de que el despotismo haya sido obra de nuestra propia elección? De acuerdo con las reglas del juego democrático, seríamos justos y generosos con las Farc, pero anormales con nosotros. (¿Han sido ellos justos y generosos con Colombia? ¿Por qué hemos de reconocerles derechos a quienes nos los han negado? Preguntas incómodas, pero verdaderas.) Pues creo que la libertad y la democracia deben ejercerse con inteligencia, ética, y normalidad sicológica, no solamente con el real o número 'mayor’ del tramposo umbral aprobado, como es nuestro caso.

Por otra parte, si es verdad que el Che Guevara dijo: revolucionario, "sería normal entonces que para ser ‘revolucionarios’ las FARC tendrían que sentir VERGÚENZA por las injusticias que han cometido contra personas inocentes; pero para ellos sentir vergüenza es anormal cuando se mata o secuestra, se destruyen oleoductos o poblados, si se pertenece a la clase que consideran enemiga o al grupo que no coincide con ellos.

El único registro que existe de algo normal similar a la vergüenza que lleva al arrepentimiento y a obrar en consecuencia, lo leemos en el Archivo digital de El Tiempo, el 3 de agosto de 1991, hace 25 años, cuando leemos: “Jefe de Urabá deja las Farc”

“Salomón González es el primero, con el grado de comandante de frente, que decide romper con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Lo hizo como consecuencia de los métodos terroristas empleados por la Coordinadora Guerrillera: no los comparte. Ni la voladura de torres de energía, ni el secuestro que califica como una auténtica violación a los derechos humanos, el reclutamiento forzado, las masacres. Cree, en una forma muy personal, que lo fundamental es entrar a hacer la lucha política, a confrontar las ideas, para poder llegar a una paz total y hacer los cambios fundamentales que necesita el país. Colombia ha cambiado al punto de que hoy no tiene vigencia el proyecto armado. Cree que ese proyecto guerrillero no tiene validez. Las condiciones subjetivas y objetivas son distintas a las de hace unos años, dados los cambios que se han venido presentando en lo nacional y lo internacional. En cuanto a la perestroika, por ejemplo, está de acuerdo con ella. Ha abierto la discusión en los partidos de izquierda a nivel mundial y sería una alternativa renovadora para el Partido Comunista Colombiano. También cree el ex guerrillero, que hay más gente en las FARC que piensa como él, pero no existen condiciones internas que permitan discutir esas posiciones.” Este hombre, cuyo testimonio recogió Ricardo Santamaría, editor político de EL TIEMPO, tenía 45 años en ese momento de los cuales le había dedicado seis al Partido Comunista y 22 a las FARC. Claro que González no tuvo la oportunidad de decirles nada a los jefes farianos porque lo fusilarían, como es lo normal para esos casos.

¿Por qué le ha tomado 25 años al Secretariado entender ese modo de pensar normal de su propia gente y el de millones de colombianos? ¿Se volvieron cuerdos? ¿Sería normal sentir arrepentimiento por las malas acciones que cometen las Farc? 47 millones de colombianos creen que sí; pero Timochenko lo considera anormal. Pareciera que a Santos también le cuesta trabajo asimilar las razones del Procurador en relación con las garantías constitucionales que todos merecemos. No lo podrá hacer debido a su peculiar manera de pensar que por respeto no la llamo anormal.

Por lo anterior recuerdo lo que el 22 de julio de 2004 nos decía Felipe González (1982- 1996) en una charla del Centro de Convenciones Gonzalo Jiménez de Quesada relacionada con las transformaciones de su país en el camino a la democracia y a la integración europea: “Llegué a la presidencia con ideología socialista; sin embargo, como las carreteras no son de derecha ni de izquierda, tuve que conseguir quien me las hiciera bien y más barato; tuve que renunciar a la ideología y medírmele al mundo real. Un político puede durar con un discurso 20 años y será reelegido, sin lograr nada; pero un empresario tiene que mostrar resultados, porque si no, el mercado lo saca.” Si le aplicáramos ese nuevo hallazgo de pragmatismo empresarial a la ideología política, pondría a muchos despistados de la izquierda, la derecha y el centro a dar vueltas con la lógica del trompo. Pero el ‘cambio’ de Felipe González es lo normalmente esperado en una persona inteligente.

Por lo que Leandro Alem le diría a Santos: “Cuando un hombre está en el poder, necesita el consejo, el apoyo, el cariño y el aliento de sus gobernados, que han de ser sus amigos, no sus vasallos; pero si ese hombre se olvida que se debe al pueblo y no respeta derechos ni constituciones, el pueblo tiene la obligación de recordarle los deberes de la altura, e imponerle su soberanía, ¡si no por la razón, por la fuerza!” Eso es lo normal.

Por otra parte, creo que los piscos que redactaron la Constitución del 91 eran muy normales cuando cranearon el Artículo 188 y lo que implica en relación con la OBLIGACIÓN FUNDAMENTAL del Presidente, como es “garantizar los derechos y libertades de todos los colombianos” que sería lo normal de un presidente; y que también eran normales cuando concibieron, para cualquier procurador, no para Ordóñez, el Artículo 277 pertinente a sus funciones , que le ordena actuar según los siguientes numerales: 1. Vigilar el cumplimiento de la Constitución… 2. Proteger los derechos humanos…3. Defender los intereses de la sociedad… 6. Ejercer vigilancia superior de la conducta oficial de quienes desempeñan funciones públicas, inclusive las de elección popular… 9. Exigir a los funcionarios públicos y a los particulares la información que considere necesaria.

Por eso Ordóñez, con normal diligencia hizo la tarea con las 60 preguntas sobre el cese al fuego, enviándoselas al Presidente el 1º de agosto de 2016, al igual que las otras 45 relacionadas con el proceso de paz planteadas el 13 de marzo de 2015, que sería lo normal de cualquier procurador; y constata que, de manera anormal, ambos cuestionarios fueron ignorados por el Presidente. Por eso llegué a una conclusión sencilla: El Procurador busca que el Presidente, quien tiene el PODER EJECUTIVO, GARANTICE NUESTROS DERECHOS Y LIBERTADES, que sería lo normal, pero en cambio el Presidente reacciona de manera anormal como si fuera un dictador, digo, presidente, al que le parece normal que puede hacer lo que se le dé la gana, como hacer correr términos para el plebiscito sin que los acuerdos estén firmados. De ahí que le parezca normal ordenarle al secretario que escriba: “Por encontrarlo improcedente a la luz de la normativa constitucional vigente he recibido instrucciones para devolver sin trámite su oficio del pasado 1º de agosto mediante el cual plantea interrogantes sobre el proceso de paz que se adelanta con la guerrilla de las FARC-EP.” Yo digo que de manera anormal (¿O será lo normal de Santos?) no está cumpliendo la Constitución.

Miremos ahora los benditos traspiés que nos juega la normalidad. Siendo normal Salvador Allende dijo: “No habrá una guerra fratricida porque el Gobierno y el pueblo lo impedirán. Tampoco habrá un Presidente que se suicide, porque el pueblo sabrá responder.” Pero Allende no contaba con la anormalidad de Pinochet. Tampoco contaba Fidel Castro con su propia ‘anormalidad visionaria’ desmentida por la historia, cuando dicen que dijo: "EE UU vendrá a dialogar con nosotros cuando tenga un presidente negro y haya en el mundo un papa latinoamericano" ¿Se burla Dios de ciertos videntes?

Otro de mis comentarios a LMA se refería al dictador actual y al fallecido, después de haber leído “Los brujos de Chávez” del periodista español David Placer exponente de una anormalidad colectiva todavía ignorada en Colombia, que la antropología tampoco explica, pero que fue causada por Fidel Castro, al pretender instalar la santería como religión oficial del chavismo para promover la obediencia incondicional por alguien que se creía predestinado, un cuasi dios. Cuando le citaba a mi amiga: “No es la lealtad al líder político, ni el movimiento que empodera a los pobres y los libera del yugo oligarca. El verdadero elemento de la revolución bolivariana, el que consolida las simpatías y las convicciones no es otro que el mundo mágico-religioso de la santería.” Y le contaba además que Castro había infiltrado al gobierno de santeros que reportaban a la inteligencia cubana y que había sido el verdadero elemento de ascenso y favores en las Fuerzas Armadas, en las instituciones gubernamentales; y que si los marxistas se habían vuelto brujos, cosa que se practica en las filas de las Farc, ahí si el mundo estaba patas arriba. Ahí fue cuando mi amiga me soltó su genial resumen de los juegos de la normalidad.

Y siguiendo esa ‘lógica’ lo normal sería que de acuerdo con los últimos resultados de la Gran Encuesta de Semana (Edición 1788) usted piense que Santos debe irse para que usted lo remplace. Pues, usted estaría loco, es decir, sería anormal. Más bien aspire a la vicepresidencia porque lo normal es que no conviene ser presidente (¿Me leen señores de las Farc?) Si el proceso de paz sale bien, a pesar de la encuesta, y Santos se va para Londres a descansar, usted asume la presidencia, disfruta de la vida, del sillón presidencial, le esculca los cajones, le lee las cartas y se divierte como loco. Pero si las cosas salen mal, según la encuesta, a Santos lo juzgan en la Cámara de Absoluciones, a lo mejor lo condenan para variar y no quedar tan mal, y usted se queda con el puesto, pero de objetivo militar de las Farc. ¿No le parece chévere ser solamente vicepresidente, así gane Santos o pierda? Pero como eso no es posible, es mejor no aspirar a tanto honor. Sería lo lógico y normal en estas circunstancias, pero no lo parece. Pero todo esto ocurre al ser tentado por el poder, que es variable. Chávez aprendió muy tarde la lección, lo cual es normal.

Por otra parte si usted considera que el SÍ por la paz, es lo normal de una promesa que no conoce… ¡Ojo! Porque el ¡NO! es el dolor, el grito de angustia, de auxilio, de la naturaleza y la población amenazada por las Farc que usted sí conoce, porque ellos mismos lo han dicho al querer el poder. Es un grito del organismo moral y social de Colombia; ese grito, de mala presentación social y política, es más normal que una ilusión normal, pero ingenua, sobre la paz con un grupo que quiere imponer un régimen totalitario. Ese NO angustiado es el grito de la patología de la injusticia, la falta de ética y el engaño. Y si a usted le parece normal que por decir Sí, usted se refiere sencillamente a lo contrario del No, recuerde que el Sí de la guerrilla sería el mismo que daría el Che Guevara quien le escribió a su padre: “Tengo que confesarte papá, que en ese momento descubrí que realmente me gusta matar.” Porque le gustaba al Che, él creía que era normal.

Recuerde también que el ‘Sí’ es una de las tácticas de la guerrilla iniciada en 1992, como parte de una estrategia, no de un propósito serio o un ideal como lo concebimos quienes realmente queremos la paz. Para probarlo presento un testimonio de la época con dos párrafos de LA OFENSIVA DE PAZ – Archivo Digital de Noticias de Colombia, escrito por Juan Manuel Arias Carrizosa el 16 de octubre de 1992.

“La paz, tema de la mayor seriedad y trascendencia en todas las latitudes, es entre nosotros apenas motivo de sainete. Recurso para soslayar las verdaderas intenciones de quienes ejercen la violencia como profesión y las de sus brazos políticos y asistentes ideológicos. La Coordinadora Guerrillera ha emprendido una nueva ofensiva política por la paz, con el inocultable propósito de hacer más exitosa la guerra… (O sus propósitos, la toma del poder) “No son modestos en su última convocatoria (las FARC). Quieren ver en la mesa de conversaciones, además de los gremios, organizaciones sindicales y jerarquías religiosas y políticas, a los Altos Mandos, la Corte Suprema de Justicia, la Corte Constitucional y el Consejo de Estado, la Procuraduría y la Fiscalía General de la Nación. Aspiran a que todos concurran a ayudarles a montar el tinglado del que salgan, en cierta medida, redimidos de la condición delincuencial que los ensombrece.”

Lo anterior demuestra que en 2016 han tenido un éxito mayor, no en convocarlos alrededor de la mesa como lo querían en 1992, sino en tener a un presidente como vocero, defensor y promotor de sus deseos. Una paz mal hecha, tiene dos versiones, la del gobierno y la de la guerrilla. Pero no sabremos qué tan mala o buena puede ser la paz si no conocemos los verdaderos intereses. En ese supuesto, se ha ACUSADO a Uribe de que él también buscó la paz con las Farc; pero nadie menciona los problemas que hubo y que lo impidieron. Lea “La ofensiva de paz de Uribe” en Semana, analice los problemas y este párrafo esclarecedor sobre Álvaro Leyva:

“En la pasada campaña presidencial, su gancho como candidato (Álvaro Leyva) fue anunciar que tenía la "llave de la paz". Al recibirlo, Uribe le dijo que, como un hombre práctico, lo invitaba a dejar atrás las peleas políticas para que ayudara en la paz. Leyva respondió que siempre y cuando supiera hacia dónde apuntaba la estrategia. Aunque la reunión fue cordial, fueron explícitas las diferencias entre las dos concepciones de paz que tienen ambos. Mientras Uribe piensa en una paz efectiva y pragmática, Leyva tiene un plan integral que para muchos es abstracto y difícil de aterrizar.” ¿Cuál es ese plan? Lea en “FCPPC Mercenarios” lo concerniente:

Dice Leyva: “Para precipitar el diálogo [con las Farc] el Presidente [Santos] compartió la llave con Chávez. No tengo la menor duda, además [que contó] con la aceptación de los Estados del Alba. Eso es importante que la gente lo sepa. Este proceso va a depender más de lo que pueda hacer Chávez, que de la buena intención que pueda tener el Presidente [Santos]”.

“Si Leyva está en lo cierto (y no hay nada que lo contradiga), el proceso que todo el mundo en Colombia percibe como un asunto interno, como un proceso entre colombianos y para los colombianos, no lo es. Se trata más bien de una negociación bajo cielos extranjeros en la cual varios países (sobre todo Cuba y Venezuela) y numerosas instancias de poder del continente (los Estados del Alba) intervendrán, obrarán y tendrán la última palabra para que el resultado final de ello sea del todo favorable a las Farc y no precisamente a los colombianos, ni a las instituciones democráticas colombianas, ni a los centenares de miles de víctimas de las Farc. ¿O es que los regímenes de Cuba y Venezuela, y sus aliados del Alba, están ahora por la paz y a favor de que sean sancionados los crímenes del comunismo en Colombia y por la consolidación del modelo económico liberal colombiano?”
“No, ese piélago de intereses foráneos no busca sino una cosa: el triunfo político y definitivo de las Farc en esa rarísima y lejana mesa de negociación y que Colombia caiga en el costal diabólico del Alba.

“¿Santos podrá controlar el proceso que acaba de abrir? ¿Podrá sacar adelante en esa misteriosa mesa de negociación los intereses colombianos? ¿Cuáles son los “intereses colombianos” en la mente del presidente Santos? Nos preguntamos eso pues Santos parece ignorar que incurre en el mismo error que cometió Belisario Betancur en su época: hacerle concesiones fuertes a la subversión antes de entrar a negociar con ella. Santos les ofreció el llamado “marco legal para la paz”, es decir una garantía de impunidad total para miles de crímenes y delitos, incluso los más atroces y detestables, y les ha dado todo lo demás que le han pedido en estos días: numerosos salvoconductos para viajar por el país y por el mundo entero, delegaciones de animadores a Oslo, enormes y dominadas por los mamertos, golpes bajos a los periodistas más críticos y desestímulo a los voceros de las víctimas de las Farc, como se vio en las últimas horas.

“Vistas así las cosas, es legítimo preguntarse: ¿estamos ante unas negociaciones de paz? ¿Estamos ante un proceso contrario de entrega del país a una banda criminal y a sus aliados extranjeros?

“El análisis de Álvaro Leyva, destaca, quizás sin quererlo, otro aspecto: el carácter mercenario de las Farc. Esta “negociación de paz”, por ejemplo, se podría dar pues un poder extranjero le dio a las Farc el permiso de hacerlo. Ello es normal: las Farc siempre obraron en defensa de intereses ajenos. Desde los años 1950 hasta el hundimiento de la URSS, las Farc (aún sus formas embrionarias) hicieron lo que el Kremlin exigía de ellas. Desde mediados de los años 1960, las Farc prosiguieron su matanza de colombianos según las instrucciones tanto de Moscú como de La Habana. Desde la llegada de Hugo Chávez al poder, las Farc han mantenido su docilidad ante ese régimen. Las Farc nunca actuaron con una línea colombiana. Nunca lucharon por la gente. Por eso es que ahora, en vísperas de Oslo, los voceros de las Farc gesticulan ante las agencia de prensa internacionales para mostrarse como actores incomprendidos de la lucha por la democracia, como héroes victimizados que le van a dar, por fin, a los colombianos libertad, paz, justicia, alimentos, salud, tierra e independencia nacional. Semejante culebrón no engaña a nadie pero cierta prensa y ciertos grupúsculos, para conservar su hegemonía, parecen dispuestos a tragarse entero el horrible animal.

“El irrealismo, el mesianismo de los jefes de las Farc, su mentalidad de guerra fría, su esquema conocido de “todo o nada”, sigue prevaleciendo. No es sino ver las intervenciones de los Timochenko, Jaramillo y Granda, desde Cuba y Venezuela, y hasta las mismas declaraciones de Álvaro Leyva Durán. Este decretó ante El Colombiano que “la solución no está en los poderes constituidos”, es decir que la paz va a ser negociada y decidida en instancias que no tienen que ver con la institucionalidad colombiana. El ex ministro remata con esto para que no queden dudas sobre el carácter exógeno de la solución que las Farc están buscando: “Esta paz no puede ser a medias”, pues “los señores de las Farc ni los del Eln se van a prestar a que los extraditen.” Leyva propone a las otras democracias, en estos términos elegantes, que el derecho internacional humanitario sea botado por la ventana: “Aquí lo que se busca es una situación jurídica final que permita sacar los intereses internacionales y a la jurisdicción internacional”. Vamos a ver si, en esas condiciones, les “negociaciones” pueden levantar vuelo.”

No olvidemos que durante el gobierno de Samper, Leyva y Santos fueron aliados para sacarlo del poder y Leyva fungía como vocero de las Farc ante las AUC. (Leer el capítulo “Días de conspiración” del libro de Carlos Castaño “Mi Confesión”) Hoy interviene en La Habana para redactar con otros juristas lo relativo a la justicia. Leer “En 50 horas se logró el acuerdo sobre justicia: Álvaro Leyva” El Tiempo. También leer “El factor Álvaro Leyva” Semana.

Por eso el plebiscito no debemos tomarlo como una determinista bala de fusil que nos disparan Santos, las Farc la Corte Constitucional o Álvaro Leyva, como lo normal de su infame poder; ni su verdadera trayectoria está determinada por el ‘sí’ el ‘no’ o la abstención en la que quieren embarcarnos. Por otra parte, es falso lo que dice Marx que lo que determina la sociedad son ciertas condiciones objetivas. Al contrario, esas ‘condiciones’ son el dilema ante el cual tenemos que decidir si son ‘normales’ o ‘anormales’ o si pertenecen a algo desconocido, por lo que el que decide no es el plebiscito, sino nuestro carácter, con la información adecuada, lo cual es irrenunciable y es de ejercicio permanente para decidir que no todo lo que se ve normal, democrático o libertario; pacífico u odioso, presidencial u opositor, lo es.

Así, dentro del escenario esperanzador por la paz que se promueve como normal, las anteriores preguntas, descripciones y cuestionamientos, son ‘anormales’, pero deberían convertirse en ‘normales’ para seguir la tendencia de este mundo loco según Nietzsche y conseguir la paz de chiripazo, o por la misericordia de Dios. Pero hay que ser sinceros y honestos; no podemos mamarle gallo creyéndonos dioses. Porque cuando el diablo está mal, sustituye el orden con el desorden; pero cuando está en buena forma, sustituye el orden con otro orden basado en una falsa esperanza, con todos los aditamentos legales y, para detectarlo, hay que hacerle la corte a la sabiduría y los especialistas correctos, con comprobada ética, y no a los gobiernos.

Por todo lo anterior, el NO del uribismo, no es negación de la paz, sino que es en realidad la SIGLA de Nueva Oportunidad, NO, para corregir la plana que Santos no ha sabido hacer; propuesta hecha por Uribe que Juan Fernando Cristo se ha negado a aceptar. Si las Farc han dicho que si triunfa el NO, ellos están dispuestos a seguir negociando ¿Por qué el NO del uribismo no puede significar Nueva Oportunidad para que lo anormal deje de ser normal en el proceso de paz?

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