Los británicos muestran sus garras

El Despacho de Relaciones Exteriores británico intervino en una audiencia de la Corte Suprema de Londres, en donde se lleva el caso del “ex” funcionario del MI6, Christopher Steele. El abogado de Steele intenta anular una orden previa del tribunal para que Steele se presente en persona para hacer una declaración oficial con relación a una de las muchas mentiras que contiene el ahora infame expediente marrullero que preparo para tumbar al Presidente de Estados Unidos. El caso lo abrió un ciudadano ruso, Aleksej Gubarev, a quien Steele acusa falsamente de haber hacheado las computadoras del Comité Nacional Demócrata en Estados Unidos (algo que, como lo ha demostrado el ex funcionario experto de la Agencia de Seguridad nacional de EU, Bill Binney, nunca sucedió).

Detalles aparte, lo que es fundamental aquí es el hecho de que el Despacho de Relaciones Exteriores, que se encarga de supervisar al MI6, envió a un abogado al tribunal “por si se da el caso en el que el gobierno sienta la necesidad de solicitar que cualquier testimonio que presente Steele, se limite a proteger los secretos oficiales”, según informó la BBC de Londres, el medio noticioso oficial británico.

¿Por qué andan tan resueltos los británicos a impedir que salga a la luz la verdad sobre el papel de Steele, y de los británicos en general, en el intento de golpe contra el Presidente Trump? El hecho es que todo el mentado “Rusiagate” contra Trump, se está desmoronando, en tanto que el senador Chuck Grassley (presidente de la Comisión Judicial del Senado) y el representante Devin Nunes (presidente de la Comisión de Inteligencia de la Cámara) se han concentrado en el papel central del agente británico de inteligencia Steele como el principal delincuente conspirador. El esfuerzo desesperado de los británicos para tratar de retomar el control de su antigua colonia se encuentra en peligro.

Y esto no es un acontecimiento aislado. El mundo ha entrado a un período de crisis coyuntural, el cual no se puede sostener por muchos meses más, o quizás días incluso. El sistema financiero está súper inflado y no tiene remedio, porque han emitido deudas ficticias diseñadas para cubrir la burbuja especulativa con más valores especulativos. La exigencia que hacen los señores de Wall Street y de la City de Londres, de que las naciones del mundo acepten la austeridad genocida y sigan las órdenes del FBI, están cayendo en oídos sordos, porque casi todo el mundo en desarrollo se está integrando al nuevo paradigma que ofrece China a través de la Nueva Ruta de la Seda, llevando ferrocarriles de alta velocidad, proyectos hidráulicos, industria y esperanza a las otrora naciones coloniales del mundo.

Y en Estados Unidos, el Presidente Trump se le ha parado enfrente a los corruptos jefes de la inteligencia de Obama, ha denunciado la cacería de brujas, e incluso ha invitado a los jefes de inteligencia rusos a Washington, para horror de la camarilla que promueve el cambio de régimen, para cooperar en los asuntos urgentes de resolver los problemas del mundo real.

Este es un momento propicio para el Presidente Trump. Tan solo en las dos últimas semanas, no solo arregló la visita de los jefes de inteligencia rusos, a pesar de las sanciones que el Congreso ha impuesto a estos funcionarios rusos, sino que también rechazó la exigencia del Congreso de imponer más sanciones a Rusia. Aprovechó la publicación del “memorando Nunes” que revela los delitos de Steele y del FBI y el Departamento de Justicia del gobierno de Obama. Dio un informe del Estado de la Unión que se ganó el 70% o más de apoyo de la población estadounidense, precisamente porque inspiró esperanza en una recuperación de la decadente economía de Estados Unidos, y en acabar con la epidemia de opiáceos y otras drogas, y la restauración de la otrora grandeza de Estados Unidos.

De este modo, el Presidente Trump se halla relativamente bien situado para enfrentar el inminente derrumbe de la burbuja financiera en el mercado de valores y de bonos. Solo hay una forma de salvar a las economías occidentales de esta desintegración inevitable, un proceso que tiene como precedente los programas que realizó Franklin Roosevelt en la década de 1930, que salvaron a Estados Unidos de la depresión y salvaron al mundo del fascismo. Se tiene que eliminar el capital ficticio, a través de las reformas de la ley Glass-Steagall al sistema bancario, de manera que el gobierno federal pueda utilizar las facultades que le otorga la Constitución para establecer un banco nacional, emitir crédito dirigido a la economía real, e iniciar un proceso de investigación y desarrollo en grande para forjar un futuro optimista para la humanidad.

Eso es lo que LaRouche llama sus Cuatro Leyes Económicas. Por lo pronto, se han introducido ya resoluciones en varias legislaturas estatales en respaldo de esas Cuatro Leyes. El Presidente Trump, quien ha hecho llamados en el pasado públicamente a favor de este “Sistema Americano” hamiltoniano de política económica, está ahora en posición de instrumentarlo, a pesar del hecho de que se encuentra rodeado de agentes operativos de Wall Street que se opone a ello, y quienes exigen que la nación se someta a la deuda especulativa que no vale nada, incluso si ello significa el caos económico y la guerra global. La inestabilidad en el mercado de valores no es más que un indicio del inminente estallido de la burbuja.

Pero, si la gene buena de Estados Unidos, de Europa e Iberoamérica se moviliza junto con otros en torno a las Cuatro Leyes de LaRouche, para integrar a la región transatlántica a la Nueva Ruta de la Seda, como lo ha promovido LaRouche durante estos últimos cincuenta años, entonces la visión del Nuevo Paradigma para la Humanidad está a nuestro alcance.

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