Los costos de haber perdido el tiempo

Si el acuerdo es ventajoso, ¿por qué no se aprovecharon esas ventajas hace tiempo, por qué no se negoció antes?.

“El crédito es una herramienta válida, nadie vive ni construye su futuro al contado ”, decía el ministro Axel Kicillof ayer por radio al referirse a las posibilidades que se abrirían a partir del acuerdo para cancelar la deuda en default con el Club de París.

El ministro cancelaba así la era del “vivir con los nuestro” y ratificaba su intención de avanzar en la búsqueda de financiamiento aunque aclarando, que, por ahora, el Gobierno no tiene previsto salir a los mercados a colocar bonos.

Kicillof dijo que la tasa final del acuerdo con el Club de París será de 3,8% anual, muy inferior al 7% que venía pagando la Argentina por esa deuda y, obviamente, significativamente menor a la que paga por los bonos públicos que están en el mercado, que hoy oscilan entre 9 y 11 por ciento anual, un rendimiento sideral comparado con lo que ofrece el resto de los países.

Habiendo reconocido las bondades del acuerdo y la búsqueda del camino del crédito, una pregunta obvia es por qué el Gobierno esperó tanto tiempo.

Porqué entre 2011 y 2013 se usaron US$ 21.500 millones de las reservas del Banco Central para pagar vencimiento de capital que bien pudieron haberse refinanciado.

¿Por qué no haber refinanciado esos compromisos y tener hoy esos millones de dólares en las reservas del Central? Es algo que le permitiría a Juan Carlos Fábrega, entre otras cosas, un manejo más holgado del mercado cambiario evitando, incluso, las turbulencias del dólar paralelo que se viven periódicamente.

Hay un porqué que se fue haciendo realidad en varios resultados de la actividad económica y que se explica porque el gobierno kirchnerista siempre optó por “comerse” los stocks hasta llegar a límites extremos.

Pasó en el área energética cuando, a partir de la fijación de precios bajos para la extracción de petróleo y gas, se fue a pique la producción y se dispararon las importaciones de energía, que en los últimos años demandaron unos US$ 10.000 millones anuales que debieron salir, también, de las reservas del Banco Central.

Pasó con la producción ganadera o de trigo donde, a partir de fijar precios bajos, se derrumbaron la producción y las exportaciones. Dos casos en lo que remontar se hace muy cuesta arriba.

La utilización de las reservas para pagar deuda tal vez fue el caso paradigmático porque, durante largos períodos en los últimos años, coexistió con un atraso cambiario que puso al Banco Central bajo fuego y que llevó al Gobierno a recurrir a fines de 2011 a un cepo cambiario que contuvo la fuga de divisas pero que, a la vez, fue corrosivo para la actividad económica.

El acuerdo con el Club de París es una buena noticia que podría abrir puertas para la llegada de inversiones al país en los próximos años.

El Gobierno avanzó más por necesidad (la escasez de dólares es evidente) que por convicción y sin reconocer, además, que el país se perdió las posibilidades de crecimiento que en los últimos cinco años le brindó un mundo con tasas de interés cero.

La Argentina tiene ahora la posibilidad de sumarse a un mundo que en los últimos años bañó de capitales a la gran mayoría de los países de la región.

La esperanza es no haber llegado tarde. Ahora hay que aguardar que la Corte Suprema de los Estados Unidos acepte analizar el litigio con los fondos buitre que, aunque sin una decisión definitiva, le permitiría al Gobierno y al mundo financiero, que Kicillof dice rechazar, ganar un poco más de tiempo.

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