Los diálogos de la cantiga embrujada

El instrumento de comunicación de la diplomacia en la historia ha sido el diálogo. Igual papel juega en las relaciones interpersonales o en los negocios de comercio, en los espacios del alto al fuego o en las treguas entre bandos combatientes.

En los últimos dieciocho meses en Colombia se ha desatado una ofensiva armada de las Farc. Sus objetivos son los soldados y policías, los cuarteles y puestos de la Fuerza Pública, las líneas de conducción eléctrica, los oleoductos e instalaciones petroleras, los vehículos particulares de servicio público. También se dispararon el secuestro, la extorsión y el miedo. Simultáneamente las Farc declaran que suspenden el secuestro extorsivo, que liberarán a diez militares que tienen en su poder desde hace años como rehenes y que quieren dialogar con el gobierno para buscarle una salida negociada al conflicto.

De su accionar militar se desprende que quieren llegar a una hipotética mesa de dialogo fortalecidos por las armas y por su osadas actuaciones que le han mermado prestigio y terreno a las Fuerzas Armadas constitucionales. Los ofrecimientos de liberar rehenes y suspender el secuestro son propuestas que conducen a ganar  simpatía y  predisposición de la opinión publica para que el gobierno de Santos se predisponga al diálogo. Abónele la idea de una tregua bilateral que iguala a las Farc con el Estado, pero que despista la opinión.

Como el Presidente no tiene política de seguridad ni política de paz, se encuentra acorralado. La táctica de Timochenco es reiterar en cartas y proclamas que es el momento de suspender la guerra fratricida que ellos comenzaron, por supuesto, hace cincuenta años. En forma similar se pronuncia de manera destacada la Señora Piedad Córdoba y otros personajes de la vida política nacional. La forma literaria de Timochenco es  realmente convincente. Pero advierten que quienes se opongan al diálogo son enemigos de la paz.

El Presidente Santos, quien tiene la llave decisoria de la puerta por mandato de la ley, ha dicho categóricamente que los hechos son insuficientes. No deja de ser incómodo y dislocado que lluevan presiones sobre el Jefe del Estado para que se siente a discutir una agenda de paz presumible, sin que la guerrilla declare su determinación de abandonar las armas, desmovilizar sus columnas y acatar la Constitución vigente. Por supuesto que puede pedir privilegios penales y políticos razonables. Pero el pueblo y el gobierno colombianos tienen el derecho a conocer qué es lo que se va a negociar y cuáles son los alcances temáticos en la mesa. De ahí que una parte de la entrevista de la Señora Córdoba es prudente y viable al señalar la iniciación de acercamiento discreto. Probablemente se refiere a una diplomacia secreta, lejos de micrófonos y cámaras, que nos permita conocer, al menos al Presidente, cuál es la agenda temática de la “negociación”. Ir con los ojos vendados, en medio de los aplausos de los lagartos internacionales y de las almas pías de la amplia colección nacional es caminar hacia la capitulación o al rompimiento antes de comenzar.

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