Los pávidos y los impávidos

Impávido se mantuvo Uribe cuando las Farc hicieron volar su caravana de vehículos. Impávido firmó la orden de extradición de la cúpula paramilitar. Pávido, en cambio, ha sido siempre Correa

Impávido o pávido son adjetivos que se aplican sin relación a la bondad o maldad del sujeto.

Como impávido actuó siempre Atila, quien arrasó a Europa y construyó un imperio sobre sus ruinas; pero, también, impávido fue León V al conferenciar con aquel monstruo. Ni Atila fue pávido por no destruir a Roma -como sí lo hizo con Padua y Nápoles-; ni pávido fue León V por implorar clemencia para la Sede de Pedro.

No fue pávido el uno por retirarse del combate ni el otro por suplicar compasión para su pueblo.

Un impávido es quien está libre de pavor y se mantiene sereno ante el peligro; es el impertérrito al que nada intimida; y pávido es su antónimo.

Pongo ejemplos: soy testigo de cómo el presidente Uribe siempre estuvo impávido frente a las amenazas gravísimas que le mandó, con corresponsales cínicos y pávidos, un narcotraficante de apellido Arroyave.

Impávido se mantuvo Uribe cuando las Farc hicieron volar en átomos su caravana de vehículos en Barranquilla.

Impávido firmó la orden de extradición de la cúpula paramilitar.
Impávido lo vi seguir, segundo a segundo, la captura de 'Granda' en pleno centro de Caracas y llevar el timón en la tormenta que se generó.

Nunca se le vio más impávido que durante el desarrollo del fracasado intento de salvar del cautiverio al gobernador Gaviria, y a su amigo del alma, el ex ministro Echeverri Mejía; e, impertérrito, calmó el pánico escénico que invadió a todos sus funcionarios al momento de enfrentar a los medios de comunicación que querían cabezas.

Uribe asumió toda la responsabilidad de ese fracaso.

Impávido lo vi aquel martes 2 de julio del 2008 cuando le cuchicheaba a cada rato -sobre asunto que sólo ellos dos conocían- un oficial de inteligencia del Ejército; e impasible recibió la buena noticia de la liberación de Íngrid, de los norteamericanos y de varios miembros de la Fuerza Pública.

Impresionados quedaron los funcionarios de la Secretaría de Prensa de la Casa de Nariño cuando recibieron la inopinada instrucción de que se dejara al ministro Santos reclamar para sí el éxito.

Pávido, en cambio, ha sido siempre el presidente Correa. Dócil ante su jefe Chávez, se puso 'duro' contra Colombia por el 'asesinato' del jefe terrorista que se ocultaba en las selvas de su país.

Raudo intentó huir del recinto cuando Uribe iba a hablar en la Cumbre de Río en República Dominicana; lívido quedó cuando el presidente Fernández lo conminó a regresar, porque, si no, Uribe amenazaba con poner a todos a esperarlo.

Pálido oyó las graves noticias que contenía el computador de alias 'Reyes' sobre la complicidad de su régimen en las andanzas de las Farc.

Mezquino reaccionó ante la mano que le tendió Uribe para que se olvidara de sus viejos amigos y se afiliara a la internacional antiterrorista.

En presencia de Santos, el pávido Correa dijo: "Yo me someto a todos los polígrafos para ver si tengo algo que ver con las Farc siempre que Álvaro Uribe lo haga para demostrar que no tiene nada que ver con los paramilitares (…) En la vida de los pueblos, como en la de las personas, no se puede corregir el pasado. No vamos a olvidar el pasado, pero vamos a mirar hacia el futuro. (…)
Se avanzó muy poco con el otro gobierno (el de Uribe). Los que participaron en ese proceso sabían que no había confianza mutua".
Santos guardó silencio. ¿Pávido o impávido? No lo sé. Tengo la sospecha de que, por lo menos, hubo silencio cómplice.

José Obdulio Gaviria
Publicado en El Tiempo, 20/12/2011

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