Los peligros de un gobernante vanidoso y acorralado

El país está en peligro “como nunca antes en la historia”, calificativo que tanto usa el actual presidente. Desde que estábamos en el proceso de Independencia el país ha enfrentado todo tipo de amenazas, pero difícilmente habíamos estado asediados simultáneamente por dos actores tan malignos.

Los ciudadanos estamos atrapados entre un grupo de delincuentes, asesinos y narcoterroristas, y por el otro lado por un gobernante del que ha quedado en evidencia su ineptitud, tendencia a la mentira y un narcisismo casi sicópata.

Uno podría pensar que es la guerrilla el mayor peligro que enfrentamos, pues su capacidad de materializar en sangre y dolor su perversidad ha sido histórica y evidente, pero lo que hemos visto de este gobierno hace pensar que la amenaza mayor proviene de él.

La razón para decirlo es que el olor a fracaso del gobierno Santos es inocultable, más cuando su única apuesta, a falta de resultados y no de mala comunicación como dice, ha sido el aberrante proceso de paz. Al narcocartel Farc el desprecio de los colombianos realmente no le importa, pues si así fuese había capitulado hace años. Pero en cambio el presidente se parece cada día más a un animal acorralado, que está dispuesto a todo y sin consideración del costo para el país de hoy y especialmente el de mañana.

Los especialistas sugieren que sujetos en peligro y con comportamientos paranoides, sicóticos, neuróticos o perversos, activan mecanismos de defensa como la proyección, la racionalización y la negación. La proyección les asigna a otras personas, como el presidente Uribe, o a cosas, como el Centro Democrático, la causa de lo que ellos no pueden o quieren aceptar. La racionalización es la justificación con supuestos argumentos, no importa que sean incoherencias o mentiras, para invalidar la censura de que son objeto. Y finalmente negar lo obvio, pensando que por no verlo deja de existir. Solo con mirar los tres últimos años de este gobierno usted encontraría una lista enorme de ejemplos de estos patéticos mecanismos de defensa.

El peligro de un presidente vanidoso y acorralado es enorme. Si cree que luego de más de tres años de supuesta negociación las rodillas del gobierno no pueden sangrar más de tanto arrastrarse, lo que viene es peor. La respuesta del gobierno a las demoledoras encuestas de los días pasados no fue de dignidad, terminando esta ignominia, sino la cortina de humo de “acelerar el proceso”. Pero dicho aceleramiento será arrodillarse tanto como sea necesario, como un cese bilateral, pues el que está secuestrado en este proceso es el presidente y no los cabecillas del narcocartel Farc que retornarían a Venezuela, pero fortalecidos y con las finanzas nuevamente bajo su control.

El presidente Santos, más preocupado por dejar un supuesto legado, se parece cada día más a su colega Obama, otro vanidoso obsesionado por lo mismo a quien no le importa que haya que rendirse ante dictadores cubanos o fanáticos gobernantes iraníes, como lo describe el columnista del Washington Post, Charles Krauthammer: “Desesperado por un legado, Obama ha jugado al suplicante, abandonando cada línea roja que su administración había declarado esencial para cualquier acuerdo aceptable”.

Share on facebook
Facebook
Share on google
Google+
Share on twitter
Twitter
Share on linkedin
LinkedIn

Buscar

Facebook

Ingresar