Los que juegan con el hambre

Todo inició con desmayos de los niños en momentos en que hacían sus actividades educativas. La preocupación de los profesores llevó a indagar el porqué. Sospechaban algo muy doloroso y les pidieron que dibujaran lo que pasaba. Los dibujos que recibieron retrataban simplemente una situación: hambre.

Esto sucedió en la escuela José María Vélaz, en Caracas, Venezuela, donde se develó, a partir de los garabatos de los 478 estudiantes, un problema silencioso que poco a poco está matando a los niños venezolanos.

“No desayuné, me toca esperar la noche para comer algo”, “almuerzo pasta con mortadela y tengo hambre”, “no cené nada el lunes ni el martes ni el miércoles”, “comida, arepa. Desayuno, nada. Almuerzo, arepa. Merienda, nada”, “pan y agua, sopa y agua, arepa y agua”, fueron algunas de las frases que aparecieron en los dibujos.

“Tenemos sospechas de que 70 % de la comunidad estudiantil presenta problemas para alimentarse”, dijo Deixy Brito, coordinadora de la escuela, a un medio de comunicación local. Los dibujos entregados les permitieron deducir que cerca de 100 estudiantes no toman las tres comidas diarias. María Hidalgo, directora de la escuela, se preguntaba sobre del tipo de Venezuela que habrá en unos diez años: un país con niños que crecieron con hambre. Niños con capacidades cognitivas limitadas por falta de una alimentación básica y esencial. Niños que no aportarán ni la mitad de lo que podrían haberle dado a su país. Bienvenidos de nuevo al subdesarrollo.

En La Guajira, colindando con Venezuela, no es muy distinta la situación. Al superintendente de Notariado y Registro, Jorge Enrique Vélez, lo mandaron a gobernar el departamento para corregir el caos total que allí hay y uno de los problemas mayúsculos que se encontró es el de los niños desnutridos, que literalmente mueren de hambre. Unos dicen que es por culpa de la mezcla de tradiciones culturales que no congenian con el Estado moderno, pero más allá de eso, la culpa es de la corrupción rampante.

Vélez afirma que en La Guajira el desorden es total. Asegura que hay un cartel del hambre, que opera a punta de marrullas de servidores públicos afinaditos para robar. Raciones que no cumplen con el gramaje establecido, tergiversaciones en las minutas establecidas por el Ministerio de Educación para bajarles calidad a los alimentos, sobrepagos a proveedores, en fin, hacen parte de las “buenas prácticas” del cartel que Vélez menciona. ¿La consecuencia? 41 niños muertos por desnutrición en lo que va del año, cuatro más que en 2015.

Lo de Venezuela es resultado de un gobierno que mata lentamente a su gente y que lo niega a muerte. ¿Hambre? Cómo se les ocurre, aquí lo que hay es una lucha contra los oligarcas e imperialistas, dicen los bonachones tipo Nicolás Maduro. Y en Colombia… el problema tiene un solo nombre: ladrones, corruptos, inhumanos que se aprovechan de la negligencia y abandono del Estado para sacar provecho, afectando a miles de personas, sin importarles si son niños, ancianos, gente buena.

Sea en Venezuela o en Colombia, deprime ver cómo a algunos les importa un bledo las necesidades fisiológicas de personitas que no comprenden por qué tienen que pasar hambre. ¿Qué se puede esperar de la gente que le roba el pan de la boca a un niño? Qué vergüenza los que se comportan igual que los buitres a la espera de que la presa se muera de inanición o sed para comérsela. Ahora, si usted es de los que hace este tipo de maniobras, si es de los que les gusta jugar con el hambre de otros, hágase esta pregunta por simple dignidad y humanidad: ¿No se siente mal por obligar a un niño a dormir con el estómago vacío? Seguro que el remordimiento le taladrará infinitamente la cabeza.

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