Maduro, el preso de Leopoldo López

Si la OEA envía una misión de observación electoral, Maduro pierde, la democracia vuelve y la libertad triunfa.

Imaginemos una pesadilla fantasmagórica. El Presidente Trump inicia la deportación violenta y brutal de millones de latinos, mientras marca y derrumba con tractores las casas de los que hablamos español. Pero va más allá, dictamina la expulsión del periodista Jorge Ramos por no ser “imparcial”, detiene a Gobernadores opositores que protestan contra sus medidas y confina en el cuartel militar de Fort Benning a la líder opositora Hillary Clinton.

La pesadilla se pone peor. La OEA, convocada por México, rechaza tratar el tema porque la mitad de los países respaldan a Trump, o prefieren cobardemente “abstenerse”, condonando este abuso de lesa humanidad.

Esta situación no es imaginaria. Un Presidente en funciones, con pelo negro y no rubio-rojo, con bigote, en castellano y de verdad, acaba de ejecutar estas acciones en Venezuela contra colombianos en la frontera; abusos que hace tiempo comete contra alcaldes, opositores democráticos, periodistas y el pueblo entero dentro de su país. El muro represivo de Maduro, siempre interno y ahora externo, está marcando una de las páginas más vergonzosas de nuestra historia.

Medios de prensa han comparado las imágenes de Cúcuta con las de gente de Siria escapando a Europa. Pero allá huyen voluntariamente de la violencia, en Venezuela están siendo expulsados a golpes, separando a padres de hijos, a niños de sus madres, a familias de sus enseres, a dos pueblos hermanados por la geografía y la historia. Es inadmisible que la monolítica unidad latinoamericana que reprocha las propuestas xenófobas de Trump, calle ante las acciones crueles de Maduro, quien está implementando hoy lo que el magnate inmobiliario promete para mañana.

El muro represivo de Maduro, siempre interno y ahora externo, está marcando una de las páginas más vergonzosas de nuestra historia.

Es triste constatar como los resabios de la poderosa petro-chequera venezolana todavía pueden amedrentar la defensa de la democracia en la OEA, chantajear la paz en Colombia y reprimir a valerosos líderes opositores como Leopoldo López. Este símbolo icónico condiciona el accionar del régimen de Maduro en Venezuela hace mucho tiempo. Dicen que Leopoldo está detenido por el régimen de Maduro hace año y medio. La verdad está en las antípodas: Maduro está preso de la valentía y el coraje de Leopoldo.

Es así. Un régimen decrépito, moribundo y agonizante que destrozó el país más rico de nuestra América; que se dice “Bolivariano” mientras expulsa a colombianos; que pregona “socialismo” mientras los pobres pasan penurias, los mercados están vacíos de productos y las cuentas bancarias de los gobernantes se llenan en el exterior; que pregona democracia mientras instaura una dictadura. Pues ese régimen está periclitando y temblando ante un hombre, ante su voluntad inquebrantable y su lucha que no claudica. Hace tiempo que Maduro está recluido y Leopoldo más libre que nunca.

Venezuela sufre una inflación desbocada, una criminalidad escalofriante, un desabastecimiento Subsahariano y una represión norcoreana. Por eso, Maduro intentó postergar las elecciones parlamentarias de Diciembre. La huelga de Leopoldo y Ceballos le torcieron el brazo: se vota el 6 de diciembre. Para no ser derrotado Maduro intentó todo y nada funciona: inhabilitación de adversarios políticos, agresión externa a Guyana y ahora expulsión de colombianos. Todo fue infructuoso, si la OEA envía una misión de observación electoral Maduro pierde, la democracia vuelve y la libertad triunfa.

Es inadmisible que la monolítica unidad latinoamericana que reprocha las propuestas xenófobas de Trump, calle ante las acciones crueles de Maduro.

Este 10 de Septiembre se define la situación judicial de Leopoldo, no apegada al derecho sino bajo dictamen del capricho. El régimen necesita, sin prueba alguna, ampliar la fenecida inhabilitación administrativa de Leopoldo hacia una de tipo penal y política, que infructuosamente intente eliminar la viabilidad electoral del hombre que lo puede derrotar democráticamente.

Todo estaba listo el 4 de septiembre para sentenciarlo, pero Maduro titubeó y no jaló el gatillo jurídico: si condena duramente a Leopoldo pierde votos para comicios del 6 de diciembre, si lo libera también pierde. Maduro, el rehén de Leopoldo, difirió la sentencia una semana para ver las encuestas, preguntar a la Habana, consultar con su jefe Diosdado Cabello (el Presidente del Congreso que manda en Venezuela hasta que pierda su cargo en las elecciones venideras) y pedir auxilio a Brasil y Argentina. Leopoldo está en Ramo Verde, pero el preso es Maduro.

Si la OEA envía una misión de observación electoral Maduro pierde, la democracia vuelve y la libertad triunfa.

La situación es crítica pero el desenlace predecible. Leopoldo quedará libre: esta semana jurídicamente, el 6 de diciembre electoralmente, o una semana antes que Maduro escape y pida asilo en Teherán o Pyongyang. Así será. Lo dijo Nelson Mandela: todo parece imposible hasta que se lo logra.

Hace doscientos años parecía imposible, hasta que un venezolano montó su caballo, atravesó los Andes y nos legó libertad e independencia a cinco países sudamericanos. Ocho generaciones después otro venezolano, descendiente del Libertador, trepó las paredes de su celda en Ramo Verde, golpeó los barrotes de la ventana y gritó “estamos del lado correcto de la historia”.

Por eso, aunque parezca imposible, Leopoldo lo va a lograr: cambio y democracia para su Patria Venezuela y ejemplo de libertad para América Latina.

Jorge-Tuto Quiroga es expresidente de Bolivia. Twitter @tutoquiroga

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