Mal de vecinos, consuelo de patria boba

Decir que la economía no va tan mal es para algunos responsable, pero decir que va bien es mentir. Las fortalezas que nos mantuvieron a flote durante 2015 están amenazadas para 2016.

El consumo de los hogares, que ha sido la locomotora creciendo por encima de la economía en su conjunto, se verá gravemente golpeado en 2016. Hoy el 21% del ingreso de las familias se destina para pagar créditos, nivel superior al visto en la precrisis de 1999 cuando llegó a un pico del 19,2%, créditos que se encarecerán por cuenta de la fuerte subida de intereses del Banco Central y la aceleración de la UVR para los créditos hipotecarios, por cuenta de la desbordada inflación. Adicionalmente, la nueva e inoportuna reforma tributaria enfilará sus cargas sobre las rentas salariales y el consumo familiar con aumento del IVA, para financiar un hueco fiscal tan grande, que no se tapó con el mayor cupo de endeudamiento por US$13.000 millones aprobado por el Congreso, amenazando la regla fiscal, al tiempo que departamentos y municipios también se empezarán a endeudar ante la casi desaparición de la renta petrolera.

El sector financiero, que se ha mantenido sólido, verá cómo la saturación de crédito en los hogares se replica también en las empresas, no sólo limitando su crecimiento, sino también, por cuenta de mayores intereses, deteriorando la calidad de su cartera, ya amenazada por una explosión de créditos por libranza no supervisada por la Superfinanciera, que constituye una banca en la sombra perjudicial para la estabilidad del sistema.

La conveniente flexibilidad del tipo de cambio puede verse amenazada si al Banco de la República lo obligan a disminuir las reservas internacionales, lo que implicaría restricciones a la liquidez ahorcando el sistema monetario, como en la precrisis de 1999. Sobre todo en un escenario latinoamericano en el que la “guerra de devaluaciones”, atizada por Argentina, se usa para conquistar el mercado gringo como último bastión de consumo mundial, ante la catastrófica debilidad de China y los falsos despegues de Europa.

Compararnos con la quebrada Venezuela, la derrumbada Brasil o la desajustada Argentina no puede ser consuelo, salvo que nos crean tontos, por ello lo irresponsable es decir que vamos económicamente bien.

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