Mal rodeados

Esta semana el periódico El Tiempo, que algún día fue el mejor órgano informativo de Colombia, tanto por la rectitud de sus directores como por la neutralidad informativa que mantenía y que situaba a nuestro periodismo como ejemplo mundial, y que ahora está muy lejos de esa época, publicó una información lamentable sobre lo que nos está pasando con lo poco que nos queda de justicia. Este cimiento de nuestra nacionalidad fue el bastión de responsabilidad que nos unía por una línea recta de conducta entre la más pulcra honestidad y el sentido irreprochable del deber, lo que nos daba una altura moral envidiable en el panorama mundial.

Desafortunadamente ni el país es el mismo en los últimos cuatro años, ni los que ahora dirigen ese periódico les llegan a los jarretes a sus fundadores. Cuando leemos sus editoriales e informaciones políticas, nos va quedando un vacío en el pecho nos llena de nostalgia a quienes estando en las puertas de la despedida final nos llegan oleadas de recuerdos de cuando el mundo nos parecía distinto y sentíamos que los valores eran algo que guardábamos en la conciencia como uno de los tesoros más preciados.

Pero al fin y al cabo los órganos informativos son hechos por humanos que podemos cometer toda clase de equivocaciones, y que también podemos arrepentirnos de haber torcido el rumbo, apartándonos del ejemplo que dejaron nuestros ancestros. Pero, en una democracia, una de las más valiosas herencias que recibimos es imposible de borrar con el codo: la Justicia, estandarte de nuestra nacionalidad, fue mostrada en su actual pobreza moral. Y desafortunadamente ha sido nada menos que El Tiempo el que ha tenido que titular la vergonzosa noticia de que desde hace 20 años, periodo en que se ha venido midiendo la opinión sobre el más importante poder que sostiene una nación, este ha llegado a la imagen negativa más alta, llegando al menor nivel de credibilidad institucional del país.

El punto de degradación de los principales órganos de la justicia, que produce repudio, sigue con la Fiscalía de la Nación que tiene una imagen desfavorable del 52 por ciento.

Con la Corte Constitucional la cosa es igual. La imagen favorable es de solo un 41 por ciento, y la desfavorable del 43.

La Corte Suprema de Justicia, un organismo que antes merecía el más alto respeto, porque sus decisiones se ajustaban a una rectitud que nadie se atrevía a contradecir, y sus miembros eran de gran honestidad e irradiaban patriotismo, tanto que sus fallos eran recibidos casi que con inclinación de cabeza en señal de acatamiento. Ahora su prestigio ha venido en penoso descenso, igualando a sus colegas y llegando a bochornosos espectáculos de peleas del más bajo nivel entre sus principales directivos. Cómo produce de lástima tener que explicarle a nuestros hijos y nietos que las venganzas y las actitudes politiqueras y groseras, apartadas de toda decencia, con que nos insultan con sus actitudes algunos de los altos magistrados, nunca fueron los caminos de rectitud en una Colombia que merece un mejor trato de sus dirigentes, y sobre todo tenemos derecho a una vida digna, alejados de la violencia acolitada por quienes deberían ser nuestro mejor ejemplo.

La politización de la Rama Judicial, las peleas entre el fiscal y el procurador; el fiscal y la contralora, en un todos contra todos, unida a la irresponsabilidad de algunos medios de comunicación, han convertido a la justicia en una especie de barril de corruptela.

P.D.: Si usted abordó el tren equivocado, de nada le sirve correr en su pasillo en la dirección opuesta.

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