Malditos corruptos

La politiquería es costosa y no hay la menor intención de cortar las fuentes de financiación.

Si yo fuese Juan Manuel Santos me daría pena pedir plata a países serios como Suecia, Noruega o Dinamarca para el posconflicto. ¿Para qué el dinero? ¿Para seguir nutriendo la robadera?

Cada vez que recorro los rincones de este bellísimo país, regreso a Bogotá más indignada y convencida de que es demasiado rico como para ir por el mundo pasando el sombrero. Si no avanza no es por falta de recursos, sino por la voracidad insaciable de los corruptos, azuzados por los gobiernos centrales. Casos hay por trillones.

Chocó es una joya natural e hídrica, y posee oro a raudales. Pero vayan al hospital San Francisco de Quibdó, por ejemplo, y vomitan de asco y rabia. Deben meses de salario a un personal médico que solo trabaja por amor a los enfermos y a su profesión. Hay habitaciones y baños en tan malas condiciones que uno entra a la capilla del hospital para agradecer a Dios no tener un familiar ingresado en esa cochambre. ¿Acaso se debe a la pobreza del Estado? ¿No será el saqueo de Caprecom, de los hospitales públicos y de los dineros de la salud lo que lo tiene quebrado?

En Chiriguaná (Cesar) me dijeron enfermeras que llevan desde el 2008 renovando el contrato mes a mes y algunos no cobran desde hace ocho meses. El día que llegué se iban el pediatra y el ginecólogo. ¿Será que nunca alcanzan los miles de millones de regalías que desde 1998 recibe el municipio por las minas de carbón? ¿Y la gobernación también es paupérrima? Tampoco hay agua potable porque enterraron (y se robaron) más de 50.000 millones en unas obras del acueducto inservibles.

Lo del agua atiborrada de amebas es otro regalo que nos obsequian los ladrones del erario en buena parte de Colombia. En La Gabarra (Norte de Santander), un farmacéutico la analizó y concluyó que contenía materia fecal porque la recogían del mismo río al que vertían las aguas negras sin tratar.

En El Salado, donde acaba de estar la cúpula gubernamental regalando casitas, hay veredas como Espiritano que pasaron semanas sin que llegara la alimentación escolar. ¿La causa? Adivinen. En su cabecera municipal, Carmen de Bolívar, sobran las denuncias ante todas las ‘ías’ de la ciudadana Blanca Sabagh contra dirigentes corruptos. ¿Qué pasa con ellas? Na-Da.

Puedo asegurar que son tantos los corruptos que roban la comida de los niños que la dirección nacional del ICBF, dirigida por un equipo intachable que querría fumigarlos, no podrá acabarlos jamás. La politiquería es costosa y no hay la menor intención de cortar las fuentes de financiación.

¿Y qué tal la moda de tumbar los árboles de los parques de pueblos tórridos, asfixiantes, para alfombrarlos de ladrillos? Los he visto en lugares tan distantes como Bolívar, Caquetá y Cesar. Más que moda, se volvió un virus que contraen los corruptos. Con el ladrillo hay serrucho.

En escuelas, colegios y carreteras los cuentos de dirigentes y funcionarios ladrones son inagotables. En Boyacá destinaron 67.000 millones para los 35 kilómetros del proyecto Buenavista-Coper-Muzo-La Victoria. Solo construyeron 10 kilómetros y ya anunciaron que como mucho la plata alcanza para siete más. Habría que añadir otros 31.000 millones para unir siquiera los dos primeros pueblos. ¿Lo harán? No creo.

Nota. El doctor Ricardo Rueda tiene toda la razón: no hay derecho que las EPS autoricen cirugía robótica a hombres y se la nieguen a las mujeres. Un día les cuento más.

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