Me acordé de los Santos

Leyendo el libro del cubano Juan Reinaldo Sánchez, el guarda espaldas de confianza de Fidel Castro, quien hacía las grabaciones de las conversaciones del líder comunista cubano con personajes de todo el mundo, quien asistía a las reuniones privadas de los Castro, Fidel y Raúl, con líderes del mundo entero, no sé por qué se me vino a la mente la familia Santos. De pronto, al terminar este comentario, mis lectores coincidirán conmigo en ese pensamiento que puede convertirse en una realidad.

El libro se llama “La vida oculta de Fidel Castro”, cuyo autor, después de pagar dos años de cárcel en su patria, hoy vive en Miami.

Como es de todos conocido, Fidel le tenía una casa en La Habana a Gabriel García Márquez. Una noche de 1984 Fidel visita a Gabo y en medio de la conversación le dice: “Escucha Gabo, me parece que podías presentar con toda legitimidad tu candidatura a la presidencia de Colombia… todas las cartas están a tu favor… Serías un buen candidato. Además, nosotros te apoyaríamos desde Cuba con todos los medios disponibles”.

Más adelante, en su relato, el autor da su opinión sobre lo que hubiera podido pasar con Gabo y con Colombia: “… es evidente que Fidel lo habría apoyado con todas sus fuerzas. Y con la profunda sabiduría política del Jefe, no se puede descartar que García Márquez, en aquel momento en la cumbre de su gloria, habría ganado las elecciones en su país. Después, a Fidel le habría resultado muy sencillo aconsejar, influir y manipular a su amigo para hacer caer a Colombia en la órbita de Cuba, y de la forma más democrática del mundo”.

Dos párrafos más adelante el autor nos abre los ojos, y de allí mis malos pensamientos: “Tras fracasar el intento de instrumentalizar a su amigo Gabriel García Márquez, en su país vecino, Venezuela, donde el Comandante dará el golpe, si bien mucho más tarde, atrayendo bajo su influencia al coronel Hugo Chávez, quien a finales de la década siguiente, en 1999, accederá al poder en Caracas”.

Ahí fue donde pensé y uní circunstancias: Enrique Santos Calderón, amigo de García Márquez, amigo de Fidel Castro, hermano del débil ideológico con deseos de poder Juanpa (como le gusta que le digamos) y con el apoyo del engañado presidente Uribe que tenía la posibilidad cierta de poner presidente, era la oportunidad única de tener otro presidente elegido democráticamente (la primera vez, en la segunda tengo mis fuertes dudas) en Colombia. Castro tuvo que esperar 26 años pero lo logró.

Sin darnos cuenta, desde la campaña empezó la traición. Recordemos que cambió los colores del logo del partido de la U, J. J. Rendón lo hizo reversar frente a la pérdida de opinión y la recuperó con los viejos colores. A los días de posesionado se abrazó con su supuesto nuevo mejor amigo, pero esa amistad venía desde Cuba. El gabinete lo colmó de claros enemigos de su patrocinador Uribe. “Si quiere grabo en piedra, con mi firma, que no habrá aumento de impuestos”, le garantizó a Mockus, ni grabó, ni firmó y aumentó los impuestos. Ese es nuestro presidente. A Castro sí le ha cumplido.

Share on facebook
Facebook
Share on google
Google+
Share on twitter
Twitter
Share on linkedin
LinkedIn

Buscar

Facebook

Ingresar