Megatendencias y la sociedad del espectáculo

No importa quién gobierne tu país; lo importante es quién gobierna tu corazón. Johanan Ben Sakai

“Somos tendencia Nº tal… en este momento” dice Vicky Dávila, repetidamente, en su programa de radio del mediodía en la W que también se trasmite en Facebook. Es decir, vivimos en el mundo de las tendencias y no sabemos, en el 2018, de dónde proviene esa ‘moda’ y cuál es su importancia cultural y política.

Todo comenzó con la publicación del libro “Mega tendencias: Diez nuevas orientaciones que están transformando nuestras vidas” de John Naisbitt en 1982 como resultado de casi diez años de investigación. Durante dos años estuvo como el Nº 1 en la lista de libros más vendidos del The New York Times, se publicó en 57 países y vendió más de 14 millones de copias. En Colombia fue publicado por El Círculo de Lectores. Las 10 tendencias de las que hablaba Naisbitt eran las siguientes:

1. De una sociedad industrial a una sociedad de la información.

2. De la tecnología forzada a la alta tecnología / alto contacto.

3. De una economía nacional a una economía mundial.

4. Del corto al largo plazo.

5. De la centralización a la descentralización.

6. De la ayuda institucional a la autoayuda.

7. De la democracia representativa a la democracia participativa.

8. De las jerarquías a las redes.

9. Del Norte al Sur.

10. De las alternativas a las opciones múltiples.

Ahora bien, los anteriores son planteamientos sociológicos que dan origen a decisiones políticas, de negocios, o personales; por lo que el principal problema actual consiste en no valorar o desconocer el contexto de nuestras decisiones. Veamos ejemplos actuales:

(Tendencia Nº 5) Proceso de paz. Fue concebido bajo los parámetros de un estado benefactor, centralizado, para el que se necesita la productividad y efectividad de un estado liberal en favor de decisiones descentralizadas para favorecer a las Farc. Consecuencia: fracaso o muchas dificultades. El “Plan de austeridad de Duque” es el resultado del estado benefactor central que se ha sobredimensionado por lo que se busca privatizar sus funciones (tendencia actual)

(Tendencia Nº 2) Debido al desarrollo de la tecnología hemos pasado de tener que trabajar forzadamente en la oficina a hacerlo desde la casa con un alto nivel de contacto. De tener que comprar una moto para desplazarnos rápidamente a alquilar una patineta eléctrica para exactamente el tiempo que la necesitemos, con control de hurto por GPS y alquiler mediante una App. (Ver: Llegan a Bogotá 100 patinetas para uso público. El Tiempo, Nov 10/18) La empresa Claro te manda un especialista a casa cuando, a través del celular, y a control remoto, no has podido reparar el teléfono fijo de la misma empresa. Como podemos ver la tecnología cambia las relaciones laborales y personales.

(Tendencia Nº 8) Uribe fue capaz de confrontar un gobierno mediante el uso de las redes y el tweeter, en vez de utilizar la jerarquía del partido.

Debido al libro de Naisbitt, quien se autodenomina futurólogo, pasamos de la ciencia ficción de Hollywood al pronóstico de probabilidades de la vida cotidiana de la mano de diferentes especialistas; y de ahí a lo que se conoce como ‘Estudios de anticipación política.’ Sin embargo, este campo está minado por las ‘ideologías’ que remplazan las evidencias de la vida cotidiana con la pretensión de imponerse, de tal manera que en EE.UU y Colombia se habla de la clase creativa, la clase media de provincia, las minorías de diferentes contextos y condiciones, y los millenials. (Ver: “Quiénes están detrás de la nueva lucha de clases”. El Tiempo Nov. 10/18)cuando en realidad la sopa existencial mezcla todo. Por lo que pregunto entonces para nuestro futuro político: ¿Cuál es la ‘dimensión Colombia’ ajena a las clasificaciones de clases, partidos o ideologías?

Para conocer esa nueva ‘dimensión’ se me ocurre pensar en mapas de tendencias o evidencias insoslayables en: emprendimiento, empresas, institucionalidad, democracia, nuevos modos de terrorismo, corrupción, sexualidad, espiritualidad, lengua, diversión, enseñanza, redes, banca, fiducia, ciencia, el espacio público, la economía, la diversión, etc., para percibir de una nueva manera los problemas reales con sus posibles soluciones resultantes del intercambio de ideas ajenas a partidos o las viejas formas de entender las estructuras sociales mediante las ideologías. Eso crea fluidez, lo contrario de polarización. Este modo de ver las cosas se refleja en los medios cuando El Tiempo tiene una sección llamada TENDENCIAS. Doy un ejemplo de cambio de paradigma. ¿Qué tal si en vez de HABLAR Y DEBATIR sobre corrupción nos dibujan un mapa de contactos, nódulos, decisiones, circuitos de interesados, beneficiarios, impactos? La opinión pública tendría una evaluación instantánea y veraz del problema. Es como si le presentaran la imagen de un cáncer invasivo con la última tecnología.

Para entender la pertinencia de este planteamiento pregunta El Tiempo en su editorial del 10 de noviembre de 2018 “¿De quién es la ciudad?” refiriéndose a los actos vandálicos del jueves 8 de noviembre.

La respuesta obvia es: la ciudad es de todos y no de ninguna ideología. Sin embargo, la editorial se refiere a los diferentes actores y sus acciones, pero no hace referencia a la ideología que las inspiró y que estuvo detrás de los ‘pacíficos’ organizadores. ¿Por qué? Porque no se tiene conciencia de que si bien la ideología es la voluntad abstracta de una ilusión, esa cierta ‘ilusión’ ejerce una especie de dictadura sobre el sentimiento y la razón, volviéndola ‘totalitaria’; es decir, que la ideología es un pensamiento único sin opciones. De esta manera se ignora que en la buena política se trata, desde luego, del triunfo de una ilusión, pero que esa especial ‘ilusión’ requiere de evidencias y opciones que no vayan contra la sociedad. Por eso nuestro marxismo doméstico es una resistencia cómoda desde el congreso que evita lidiar con la comprensión de por qué esa ideología es un fracaso en buscar soluciones reales, mientras sostiene la caña de una violencia que también fracasa.

Así, cierta ideología se materializa como acción vandálica justificada como metodología de protesta violenta, amparada en el sacrosanto concepto de protesta democrática; el denominársela como delito no cambia la percepción de legitimidad de los que protestan, engañándose ellos mismos. Ahí se pierde la verdadera identidad del problema. Porque vandalismo hay en el deporte, en la soledad nocturna de las paredes, en la locura de la psique; sin embargo, la ideología extrema empobrece la esencia de la vida real mediante la imposición de lo que quiere, incluso a través de mecanismos democráticos en la política y los medios, mediante la creación de supuestas tendencias en las que no hay conciencia sino engaño.

Y digo lo de conciencia o engaño porque la tendencia actual es que cualquier pendejada o asunto serio se vuelva ‘tendencia,’ o un juicio de ‘me gusta – no me gusta’, un rating de seguidores, o una proliferación de mentiras (fake news) tendencia en la que la sociedad se está convirtiendo, gracias a las redes, en una ‘sociedad del espectáculo’ en donde verdad y mentira son iguales, como en el tango Cambalache. Dice Guy Debord en su corto libro de 67 páginas, “La sociedad del espectáculo,” lo siguiente:

¿Qué es la sociedad del espectáculo? Es “El dominio autocrático de la economía mercantil que había alcanzado un status de soberanía irresponsable y el conjunto de las nuevas técnicas de gobierno que acompañan ese dominio.” (pág. 14). ¿Cuáles son esas técnicas?: “convertir en mundo la falsificación y hacer la falsificación del mundo” (pág. 21); “hacer desaparecer el conocimiento histórico en general” (pág. 25); haber “eliminado los últimos vestigios de la autonomía científica” (pág. 51) y conseguido que “el secreto domine este mundo, y ante todo como secreto de la dominación” (pág. 72).

Para Guy Debord el mundo se divide entre una minoría perversa que domina el mundo a través de la desinformación y los ingenuos que la aceptan: “La desinformación es el mal uso de la verdad. Quien la difunde es culpable, y quien la cree imbécil” (pág. 57). Así, los mejores criados del poder omnímodo son los periodistas: “Todos los expertos pertenecen a los media y al Estado: por eso se les reconoce como expertos… El experto que mejor sirve es, desde luego, el experto que miente” (págs. 28-29).

Guy Debord concluye que “Jamás hubo censura más perfecta. Jamás la opinión de aquellos a quienes en algunos países se les hace creer todavía que siguen siendo ciudadanos libres ha estado menos autorizada a darse a conocer” (pág. 34). ¿Y qué ejemplo propone para corroborar esta afirmación? “La protección de la dominación procede a menudo mediante ataques fingidos, cuyo tratamiento por los media consigue que se pierda de vista la operación verdadera: así el grotesco golpe de fuerza de Tejero y sus guardias civiles en las Cortes de 1981, cuyo fracaso debía encubrir otro pronunciamiento más moderno; es decir, disimulado, y que triunfó” (pág. 68).

Sin embargo, lo más escandaloso de los comentarios sobre la sociedad del espectáculo es su condescendencia hacia el terrorismo: “Esta democracia tan perfecta fabrica ella misma su inconcebible enemigo, el terrorismo. En efecto, prefiere que se la juzgue por sus enemigos más que por sus resultados” (pág. 36). Para Debord las democracias espectaculares quieren manipular a sus ciudadanos porque “en comparación con ese terrorismo, todo lo demás les habrá de parecer más bien aceptable o, en todo caso, más racional y más democrático” (pág. 36). A Debord no le tiembla el pulso al afirmar que “la estación de Bolonia saltó por los aires para que Italia siguiera bien gobernada” (pág. 67) y concluye compungido: “Todos los enemigos de la democracia espectacular son iguales, como iguales son todas las democracias espectaculares. Así no puede haber ya derecho de asilo para los terroristas” (pág. 38).

Con todo lo anterior la propuesta de Paul Feyerabend del ‘todo vale’ en la investigación científica se traslada a la política, la vida diaria; pero el conocimiento científico no se busca como una acción altruista, sino para ser vendido, según lo plantea Jean Francois Lotard; y finalmente, sin Dios ni ley, podemos vivir en un mundo de ilusión reconfortante como lo propone Noam Chomsky.

Con el monopolio de los medios, es como si la realidad que podemos tocar y sentir hubiese sido invadida por una imagen a tal punto que esa imagen se vuelve tan real como la realidad misma. Eso explica la ‘flora y fauna’ de partidos y candidatos que se dan en época electoral en todas partes. Cualquier variación de una idea o tema es suficiente para fundar un partido y montar candidato. Es decir, el mercado político, da para todos los gustos, perdiéndose así su sentido original de ser una cultura donde se intenta formalizar la necesidad humana de organizar la vida social y los gobiernos; en lugar de eso, la política se ha convertido en un ejercicio del poder en defensa de intereses particulares, creando falsas imágenes mediáticas ; o en la defensa del bien mayor, que es lo que esperamos; o, en la más peligrosa combinación: que con la excusa de defender el bien mayor va el caballo de Troya de los beneficios particulares, las noticias mentirosas y los silencios cómplices. Se entiende así la contradicción que siendo el terrorismo y el narcotráfico males evidentes, también son la fuente del negocio de las armas, el enriquecimiento rápido, o ser parte del oligopolio de las ideas. En ese contexto ‘la sociedad del espectáculo’ impide ver los profundos dilemas éticos y morales de la sociedad que permanecen irresolutos.

Un ejemplo dramático de lo anterior es el show de burlas contra Trump que impide ver el verdadero trasfondo de lo que denunciaba contra el establecimiento político durante su campaña; o lo que se ha venido haciendo o dejado de hacer en EE UU. El 4 de noviembre de 2016, Donald J. Trump dijo: “EL 8 DE NOVIEMBRE, TODO CAMBIA. Nuestro movimiento consiste en remplazar un establecimiento político fallido y corrupto con un nuevo gobierno controlado por ustedes, el pueblo estadounidense. EL ESTABLECIMIENTO TIENE TRILLONES DE DÓLARES EN JUEGO EN ESTA ELECCIÓN. Para aquellos que controlan las palancas del poder en Washington y para los intereses especiales globales que se asocian con estas personas que no tienen en mente el bien de los norteamericanos.

“El establecimiento político que está tratando de detenernos es el mismo grupo responsable de nuestros desastrosos tratos comerciales, la inmigración ilegal masiva (Ver: Multimillonario izquierdista George Soros financia caravanas de inmigrantes en Honduras) y las políticas económicas y extranjeras que han desangrado a nuestro país.

“El establecimiento político ha provocado la destrucción de nuestras fábricas y nuestros trabajos que se van para México, China y otros países de todo el mundo. Es una estructura de poder global que es responsable de las decisiones económicas que han robado a nuestra clase trabajadora, despojando a nuestro país de su riqueza y poniendo ese dinero en los bolsillos de un puñado de grandes corporaciones y entidades políticas.

“Lo único que puede detener esta máquina corrupta eres tú. La única fuerza lo suficientemente fuerte para salvar a nuestro país somos nosotros. Las únicas personas lo suficientemente valientes como para rechazar a este corrupto establecimiento son ustedes, el pueblo estadounidense. Estoy haciendo esto por la gente y el movimiento; y recuperaremos este país para ustedes y haremos que América sea nuevamente grande.” (Ver: FCPPC | Las venganzas de Obama y Trump: Humano, demasiado humano)

De la misma forma, con la sociedad del espectáculo se proyecta a Bolsonaro como fascista para diluir el impacto negativo dejado por los gobiernos de izquierda; y al Presidente Duque pretenden asociarlo con una imagen errática desmentida incluso por contradictores del uribismo como Felipe Zuleta Lleras (Ver: ¿Que Duque no ha gobernado? El Espectador, 11 de noviembre de 2018)

Otro ejemplo increíble de la sociedad del espectáculo ha sido la seguidilla de entrevistas con Gustavo Petro y el Fiscal General de la Nación, Néstor Humberto Martínez Neira, en la W, el 14 de noviembre de 2018 entre Petro y Vicky Dávila, y como consecuencia, la entrevista con el Fiscal al día siguiente con Julio Sánchez Cristo. En la primera Gustavo Petro, el candidato presidencial de Colombia Humana, creó un serio manto de duda sobre el Fiscal y un importante hombre de negocios del país, aprovechando la indefensión de un muerto, en relación con los posibles asesinatos de Jorge Enrique Pizano y su hijo Alejandro Pizano Ponce de León, por un lado; y por el otro con sugerencias de corrupción relacionadas con el alcalde de Barranquilla, Alejandro Char y campañas políticas relacionadas con ellos. El escándalo de las supuestas revelaciones tuvo alta sintonía. La W hizo de caja de resonancia de las infundadas sospechas de Petro y se metió con el Fiscal. Ahí el ‘show’ dio sus frutos. El Fiscal desbarató cada uno de los argumentos de los jueces mediáticos dejándolos en ridículo. De esa manera el espectáculo radial y mediático se convierte en trampa de sus creadores porque creen a pie juntillas que la justicia que ellos entienden y difunden es lo mismo que la justicia real. En este caso la W no reveló el rating del desprestigio. Felicitaciones, señor Fiscal.

Tenemos entonces que aprender a diferenciar las tendencias, (cualquier cosa que se le ocurra explotar a los medios); las MEGATENDENCIAS que indican una reestructuración de la colectividad; y la sociedad del espectáculo que a veces no distinguen, confundiéndolo todo. Sin embargo, en ocasiones especiales ese espacio del espectáculo acierta mediante la supuesta ciencia ficción que ha sido capaz de describir eventos, mucho antes de que en realidad ocurran como lo demuestran los escritores o científicos (Nicolás Tesla) que con sus relatos e ideas predijeron hechos importantes en la historia de la humanidad que en su momento fueron parte de un show. (Ver: 25 libros que predijeron el futuro) O las predicciones del bombero Mark Taylor que en el 2011 predijo la elección de Trump como presidente.

Vemos así que ‘la sociedad del espectáculo’ es el enemigo o el amigo interno para el bien o el mal mayor de cada colectividad; no es la conspirativa habilidad especial de ningún partido; más bien parece una maligna mente maestra inconsciente o consciente en la que caen los incautos espirituales sin pensamiento crítico; o de la que se defienden los que conocen el trasfondo de la verdadera lucha. Pues así como el diablo dice que la segunda guerra mundial fue su obra maestra, también sabemos de los numerosos esfuerzos de las fuerzas del bien para lograr la victoria. (Ver: Yo, obispo exorcista; Dios contra Satanás – el drama oculto de los avatares humanos) El lío está en que ese ‘destino grande’ está conformado por nuestras pequeñas y grandes; buenas, malas, y libres decisiones diarias de todos los días que finalmente nos llevarán a que un ser de maldad inimaginable o un guerrero del bien, en cada país, o en el más poderoso de la tierra, llegue al poder. De eso nos advierte Luis Guillermo Echeverri en “La polémica ‘despachada’ del hombre que le habla al oído a Duque.” Que Dios nos guarde.

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