México: ¿Dónde está el capitán?

Comentaba, hace apenas unos días, mi preocupación en el entorno del paradero del capitán de nuestra nave que, aparentemente, surca los cielos que coronan el basto espacio territorial del país – y, por supuesto del extranjero – sin noticias claras de que, en su cabina principal (ahora un Boeing 757, mañana un 787 Dreamliner) more mano experta, conocedora de los instrumentos de última generación que hemos puesto a su disposición, con el fin único de hacerla llegar a buen puerto, lo que se traduce, en que todos (los 121,783,280, que según el Consejo Nacional de Población CONAPO habitamos en México) tengamos la oportunidad de dar ese esperado gran salto (deseable a tierra firme y no al abismo) del reto que plantea la aspiración a concretar el proceso de modernización democrática, en el que nos empeñamos, desde al menos, hace quince años.

La reciente noticia de que el capitán, efectivamente, a bordo de su moderna aeronave, acompañado por (…40…) casi 400 invitados volaba por el espacio aéreo internacional con rumbo a Francia a fin de cumplir con una visita de estado (calificada como afectuosa genuflexión de aquí para allá) en la que serían suscritos “chorro mil” acuerdos de gran relevancia para el futuro de México y que, de paso, sus respectivas cónyuges, comenzando por doña Angélica Rivera, mejor conocida como “La Gaviota”, pudieran llenar las amplias bodegas del TP-01 de jugosos regalos, destinados a recordar la apoteósica presencia de Enrique Peña Nieto, en el país que alberga a la Universidad de La Sorbona.

Mientras esto sucede allende los mares (mexicanos), el tristemente célebre, Joaquín Archivaldo Guzmán Loera, mejor conocido como “El Chapo”, se escapó, por segunda ocasión, de un centro de reclusión de alta seguridad, el penal federal del Altiplano 1, ubicado en el municipio de Almoloya de Juárez, en el Estado de México. Por demás comentar que la noticia causó estupor, y de inmediato trascendió nuestro territorio nacional, encontrando amplios espacios en la opinión pública de casi toda la comunidad internacional, especialmente, entre los países con los cuales disponemos de vínculos más cercanos, como es el caso significativo de los Estados Unidos de América.

Este suceso que nos conmociona a todos, me ofrece la magnifica oportunidad para referirme, analógicamente, con la más reciente visita pastoral del papa Francisco por tres países de la región latinoamericana: Ecuador, Bolivia y Paraguay, los cuales se singularizan por disponer de un alto porcentaje de sus habitantes formalmente católicos, población indígena significativa, extremos de pobreza y pobreza extrema que a todos nos invitan a la mayor solidaridad, y marcados signos de una desigualdad, característica de nuestra subregión geográfica.

El papa Francisco, a su gira latinoamericana – cuya feligresía religiosa está alarmantemente a la baja – trajo consigo dos importantes mensajes espirituales, el primero, sustentado por su más reciente Encíclica: “Laudato Si”, y el segundo su cercanía con los pueblos más oprimidos, a los que demandó de sus gobernantes, garantizarles, al menos tres derechos inalienables: Tierra, Techo y Trabajo (las tres T). Enfatizó que la Iglesia Católica, en general, vive una especie de metástasis o alejamiento de vocaciones religiosas, atribuidas directamente al comportamiento de su muy caprichosa jerarquía, afecta al oropel palaciego, y a todo tipo de bienes suntuarios y privilegios. Demandó de sus ministros, mayor apego a la regla franciscana, y menos gusto por los bienes materiales (terrenales), evitar complicidades degradantes, que amenacen a los más desvalidos, y que pongan en tela de juicio el ejercicio de su labor pastoral, de carácter universal.

Es decir, demandó de sus representantes, a todos los niveles, el alejamiento de las tentaciones terrenales, con especial referencia a la corrupción, al enriquecimiento ilícito, al tráfico de influencias, como vía para la obtención de privilegios y canonjías, y demás tentaciones contra natura, de conformidad con las normas eclesiásticas. Según Francisco, esas son justamente, las causas por las que cada día la Iglesia Católica pierde un número mayor de seguidores, especialmente en el Nuevo Mundo, nuestro continente.

La analogía con México y su coyuntura, es indudable, hoy por hoy, contemplamos el derrumbe de nuestra clase política, afecta a todo tipo de privilegios, alejada de las causas que nos hacen cimbrar emocionalmente a todos, coludida con los intereses de los más poderosos, poco meticulosa con la debida observancia de las leyes fundamentales, y afecta al usufructo desmedido de los bienes materiales puestos a su disposición, en su calidad de representantes populares.

Por las mismas causas que, a juicio del papa Francisco, los fieles se alejan de la Iglesia, los mexicanos nos hacemos, cada día más desafectos a la clase política que nos representa, misma que atraviesa, también, un proceso de metástasis cuyas excretas se materializan en la fuga dos de “El Chapo”, las matanzas de Tlatlaya y Ayotzinapa, la Casa Blanca, Malinalco, Ixtapan, y un amplio etcétera, con nombres propios y apellidos.

Falta ahora, encontrar a El Chapo Guzmán, y ponerlo en su lugar. El mandato es unánime y claro. No podemos permitir que personajes como Donald Trump nos estigmaticen, y sigan exacerbando sentimientos xenófobos más allá de nuestras fronteras.

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