Mil días de paz

Este gobierno les prometió la paz a los colombianos. Dijeron que las Farc tenían voluntad de cesar su violencia, y que bastaría una firma de ellos para que el país se trasformara. Decretaron que quienes se atrevían a criticar el proceso de La Habana eran enemigos de la paz. La ligereza de los argumentos no impidió que se tendiera un mantel decorado de promesas, de argumentos circulares como encajes sobre la mesa de la realidad colombiana -quemada, rota, rayada-. El ensueño colectivo, y la mermelada movió la intrincada maquinaria de la politiquería y se dio la reelección del Presidente.

Del fastuoso banquete de la paz entre las Farc y el gobierno, hoy, mil días después nos queda una desesperada realidad. Más de 900 actos terroristas, 700 miembros de la fuerza pública y 147 civiles asesinados, volvieron los ya olvidados retenes ilegales en las vías. Las Farc han duplicado sus ingresos por narcotráfico, la minería ilegal prolifera en el territorio a su servicio. La extorsión que ha tenido un crecimiento de más del 200%, y hasta recibos de pago, con sello, expiden las Farc para cobrar a los ricos y a los pobres.

Semejante escenario ha mostrado con contundencia que no estamos ante una negociación, sino frente a un burdo proceso extorsivo. Entre más violencia ejercen las Farc, mayores concesiones pretende entregarles el gobierno, y más animo encuentran los que defienden las cesiones. Precisamente para evitar esta violencia -dicen- tenemos que otorgarles lo que piden, firmar ya.

No se pararon a pensar en las consecuencias futuras, no vieron el mensaje errado que se les daba a los ciudadanos; donde ser delincuente paga. Por eso, no aceptan que el crecimiento de la delincuencia en todas las ciudades del país está íntimamente ligado al proceso de La Habana; hoy en Colombia, la ley pesa menos. Nadie considera que será imperativo cumplirla. Todo se puede negociar.

No querían ver que la historia de Colombia muestra que las concesiones a los violentos sólo generaron nuevas violencias; porque siempre hay otros que aspiran a más, encuentran en las armas la oportunidad de imponerse y saben que al final siempre hay negociaciones e impunidad.

Nos consuelan diciéndonos que si bien la firma no traerá la paz, la violencia que nos espera será muy distinta; ya no tendrá un origen político, sino que será desvergonzada delincuencia común. ¿Cómo puede ser distinta una violencia de otra? ¿En qué verá el beneficio el ciudadano? ¿Por qué les parece más fácil derrotar el narcotráfico y la ilegalidad si no tienen origen político?

¿Quién les dio a las Farc el título de delincuentes políticos? ¿Cómo se hicieron acreedores a él? Nunca han hecho nada por el pueblo colombiano, salvo atormentarlo. No tienen aceptación de la ciudadanía. Sus crímenes son los más atroces y ofensivos a la humanidad, ninguno puede catalogarse como político. Se trata de un discurso de las propias Farc que algunos deciden aceptar para explicar la complacencia; y la ilusión de la paz, se ha convertido en pretexto para justificar crímenes.

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