Los colombianos aún no salimos del asombro y de la indignación que nos produjeron las imágenes de los niños de Aguachica, en el Cesar, haciendo fila para posar con un plato de comida y cuyas fotografías pretendían ser utilizadas por unos inescrupulosos contratistas que buscaban mimetizar el robo del dinero destinado a la alimentación de los menores.
Nada explica que el Ministerio de Educación, cuya cabeza, la doctora Parody, quien invierte horas de su agenda insultando al ex presidente Uribe, no haya establecido los debidos controles para garantizar que los servicios alimentarios en los colegios de Colombia, se presten como corresponde.
Es inaceptable que el Gobierno nacional continúe haciendo esas exhibiciones de indolencia. Mientras el país llora al descubrir el maltrato de que son objeto los niños, la flamante doctora Parody se concentra en la tarea de edificar una campaña presidencial desde el ministerio de educación. Las imágenes dolorosas del colegio de Aguachica, son el reflejo perfecto de lo que es este gobierno. Corrupción por todos los frentes. Contratos repartidos a diestra y siniestra, sin control ni mesura algunas.
La nutrición de los niños es un asunto que debe ser tratado como una prioridad estatal. Ejemplo de la tragedia que se vive en nuestro país, es lo que se ha registrado en el departamento de La Guajira. De acuerdo con las cifras oficiales, en los últimos 8 años, 425 niños han muerto de hambre en ese departamento. En lo que va corrido de este año, 12 niños Wayuu han fallecido a causa de la desnutrición. Me pregunto, ¿dónde están los 171 mil millones de pesos que el ICBF ha destinado para la contratación de 75 fundaciones que supuestamente tienen el deber de darles comida a los niños de La Guajira? Ese dinero no se ve por ninguna parte.
Se ha ido al foso, o mejor, al bolsillo de los contratistas y no a las mesas en las que debe haber comida para los menores, a los que debe garantizárseles entre 1500 y 2000 calorías diarias para asegurar su normal desarrollo.
Indolencia en todos los frentes. La gestión de los altos funcionarios del Estado es pobrísima en resultados. Con semejante catástrofe en sus narices, ellos continúan despachando desde Bogotá, limitándose en muchos casos a redactar y enviar “inteligentes” mensajes a través de las redes sociales.
Y no sabemos qué está más corrompido: si los contratos de alimentación, o las costosísimas interventorías que deben ser pagadas para que supuestamente garanticen el cumplimiento de los servicios por los que el Estado desembolsa miles de millones de pesos. ¿Alguien ha visto por algún lado un informe de interventoría que denuncie la corrupción de los contratistas o que al menos alerte sobre las falencias en la prestación de los servicios? No existe.
En el Congreso de la República, actualmente se discute un proyecto de ley que busca la creación del sistema nacional para la seguridad alimentaria y nutricional. Esta semana, en la comisión VII de la Cámara de Representantes tuvimos un debate sobre la misma, al que estaba citada la ministra de educación, Gina Parody. Su presencia, en estos momentos, resultaba imprescindible. Pero no, la señora ministra, ocupada en otros menesteres de su aspiración presidencial, se excusó del debate, alegando que tenía que atender “compromisos institucionales que me resultan inaplazables”.
La soberbia de Gina Parody, que desprecia al Congreso, que no asiste cuando se le convoca, que no da explicaciones cuando el país se entera del desgreño e improvisación con que maneja el ministerio y se esconde tras sus amigos periodistas para que sean ellos los que se encarguen de limpiar sus equivocaciones, se constituye en una actitud irrespetuosa a todo el pueblo colombiano.
Por eso, he dejado una constancia en la Cámara de Representantes, pidiéndole a la mesa directiva que la próxima vez que la doctora Parody incumpla una citación, se le solicite a la Policía nacional que la conduzca al Congreso para efectos de dar las explicaciones que los legisladores esperamos de ella.
