Mitos y malentendidos agropecuarios I

En el sector agropecuario, con inexplicable tozudez, algunos se siguen aferrando a una serie de mitos y malentendidos que pueden conllevar no sólo a una importante desinversión en el sector, sino a que se confirme y adopte un marco legal que cada vez nos aleja de la ‘seguridad alimentaria’.

Dentro de estos mitos y malentendidos están:

–Hay un preocupante desconocimiento de la dinámica demográfica en Colombia que, en el transcurso de las últimas seis décadas, muestra una irreversible tendencia de migración del campo a las ciudades. Los analistas tampoco suelen tener en cuenta que la tecnología (semillas, abonos, maquinaria) ha disminuido de manera notable la demanda de mano de obra. En el siglo XIX, que un campesino tuviera diez hijos era un regalo de Dios. En el siglo XX, esto mismos diez hijos eran una carga. En el siglo XXI el que un campesino tenga diez hijos es una verdadera catástrofe. Tampoco se ha asimilado el hecho de que a medida que los países crecen hay una transformación estructural en que la agricultura cede en importancia, mientras que crece la industria y los servicios. Los países pobres son eminentemente agrícolas; los países de ingresos medianos son principalmente industriales; y en los países ricos predominan los servicios. El que haya menos campesinos obviamente implica que la tierra agrícola va a quedar en menos manos, lo cual no representa en sí un deterioro en la riqueza de la nación como un todo. Los índices Gini sectoriales, para efectos de medir la riqueza o equidad en un país, no son relevantes.

–Buena parte de los medios y los comentaristas, generalmente con un enorme sesgo en contra de las empresas agroindustriales y de los grandes proyectos sectoriales, afirman que el problema de tenencia y de baldíos se limita a cuatro gatos. Como bien lo menciona un reciente editorial del diario Portafolio (oct. 15/14), el proyecto de ley en curso no soluciona los problemas que vienen de atrás: “Aquellos comienzan por el limbo actual que surgió por la interpretación de la Ley 160 de 1994 y que puso en entredicho los derechos de un número inmenso de propietarios de buena fe. Para los conocedores, hay unos 620.000 predios, de todos los tamaños, afectados por un signo de interrogación. Debido a ello, es indispensable comenzar por darle certeza jurídica al campesino y al empresario. En la medida en que la titularidad de un terreno no se encuentre bajo sospecha, será más sencillo para su dueño integrarse a las corrientes de la formalidad y tener acceso al crédito o la asistencia técnica”.

—Los datos arrojados por el censo agropecuario reflejan cambios dramáticos en muchos municipios, entre otras el que el 38% de los predios rurales del Quindío y el 50% de aquellos en Honda ya no tienen vocación agropecuaria. Estos cambios en el uso de la tierra, por diferentes razones, entre ellas las actividades turísticas en el campo, ponen en evidencia la insensatez en delimitar arbitrariamente áreas como las ‘Zonas de Reserva Campesina’, que necesariamente van a sufrir cambios en el transcurso del tiempo. Si Colombia quisiera realmente estar a la vanguardia de la agricultura moderna, lo que debería estar hablando es de ‘Zonas de Protección Hídricas’. Un científico en Michigan State University ha estimado que para producir un huevo de gallina se necesitan 120 galones de agua; para producir un pedazo de pan, 300 galones, y una libra de carne de res requiere 3.500 galones. Y si a la tierra hay que invertirle ocho o diez veces su valor, no es la tenencia sino el agua y el acceso al crédito los dos factores que van a determinar el éxito o fracaso del sector.

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