Negociación a tres bandas

Negociar con las Farc implica pasar por Venezuela y por su aliado Cuba. De ahí que se diga que la paz de Colombia pasa por Venezuela.

Todos los últimos gobiernos de nuestro país así lo han entendido, y aunque no lo digan en voz alta, y lo callen, saben que cualquier intento de negociación lleva el peso de Venezuela y de su revolución.

Durante las conversaciones en el Caguán ya se notaba el acompañamiento discreto de venezolanos, como el militar Rodríguez Chacín, luego ministro del Interior y actual gobernador de Guárico. Luego, el presidente Uribe, en un gesto de confianza, nombró a Chávez mediador, en un acto de buena fe que casi rompe con todo el protocolo de seguridad nacional, saltando jerarquías en el estamento militar colombiano.

Al suspender a Chávez como interlocutor, le correspondió soportar las permanentes provocaciones: amenazas de invasión, ruptura de relaciones diplomáticas, suspensión de pagos, bloqueo a productos colombianos, injerencia ante la presencia de bases militares de los EE.UU, etc.

No fue fácil, para quienes ostentábamos representación diplomática en el vecino país, y más en la propia frontera, sobrellevar los insultos, los agravios, los grafitis, las humillaciones, las manifestaciones diarias y el desfile de armamento militar frente a nuestras narices. Nunca fuimos acreditados y por lo tanto nuestra función y presencia era considerada “inamistosa”. “Estuvimos cerca de una guerra fratricida y los ejércitos estaban prestos a infligir severos daños”, me advirtieron generales venezolanos y colombianos posteriormente.

Las amenazas, las arengas, los insultos, la hostilidad permanente, forman parte de la conocida estrategia de negociación soviética al mejor estilo de Stalin y que, replicada en la Venezuela de ingentes recursos petroleros, acalla opositores, compra alianzas, teje organizaciones, firma acuerdos, etc. De esta manera, nació toda una telaraña: Petrocaribe, el Alba, el Celac, Unasur, todos ideados por Chávez para asegurarse los votos necesarios en los organismos internacionales.

Hoy Venezuela, además, forma parte del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.

Todavía tengo muy claro el momento quizás más complicado de las relaciones de los dos países, ya al final del gobierno de Uribe, cuando en la OEA el embajador colombiano, Luis Alfonso Hoyos, leyó en términos duros, lejos del lenguaje diplomático colombiano, su denuncia sobre la presencia guerrillera en la serranía del Perijá y acusó al Gobierno vecino de promotor del terrorismo. La frontera fue cerrada y nuestro paso impedido.

Pocos días después asumiría Santos como nuevo presidente de los colombianos. Buscó el apoyo de Unasur, y muy especialmente de los Kirchner. Por su parte, en la OEA, María Ángela Holguín, con su cercanía con Roy Chaderton Mattos, presionaban. Lograron así destrabar el impasse. Nadie lo creería.

Quizás fue demasiado rápido, sorpresivo, el giro dado. De ahí, quizás, las heridas causadas por “el nuevo mejor amigo”.

Santos, un estratega, como buen bogotano, calculador, frío, analítico, buscó la forma de ganarse a su anterior contradictor y mediante un pacto de respeto lograron establecer una hoja de ruta para el proceso de paz en Colombia.

Es bien conocido por las fuerzas vivas y empresarios del campo venezolano y aun por la misma inteligencia colombiana que la guerrilla campea a todo lo largo de la frontera del lado venezolano con la connivencia de las autoridades militares y la mirada incrédula de los habitantes del Zulia, Táchira, Apure y Barinas.

Hoy se negocia en La Habana, con Venezuela como acompañante y Cuba como facilitador. Las Farc aplican la estrategia rusa de negociación y el Gobierno, asesorado por expertos internacionales con el método de aproximación indirecta o el gana-gana de la Universidad de Harvard.

Las negociaciones han avanzado hasta un punto de no retorno y los ahora enemigos políticos, Santos y Uribe, están unidos en el mismo propósito, debilitar a las Farc. Mientras el equipo de De la Calle enfrenta en la mesa las discusiones, el Centro Democrático hace las veces de francotirador, creando el contrapeso que requiere el equipo negociador para asegurar el fin del conflicto y lograr así, mediante la aproximación indirecta, el cierre final del círculo.

No la ha tenido fácil las Farc. Saben que a pesar de su estratagema soviético, Uribe pesa en la matriz de opinión colombiana y la reconciliación pasa por el reconocimiento a las víctimas, la justicia y por la aceptación de los principales sectores de la vida nacional.

A lo anterior, ayuda el acercamiento de Cuba con los Estados Unidos y la actual situación de Venezuela, soporte político e ideológico, con su crisis profunda y su debilitamiento en la influencia regional.

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