No a reelección de políticas fracasadas

Hace algunos días el Presidente Santos hizo el anuncio, con toda la pompa propia del poder, y con una apariencia de humildad y desprendimiento, que no le cree nadie, de que buscaría la reelección de sus políticas. Y le presentó al país, en la Casa de Nariño, el equipo político, integrado por reconocidos luchadores populares que tendrán el encargo de convencer a los colombianos de la bondad de ese objetivo.

La fotografía de los líderes Silva, Mesa y Echavarría se publicó en distintos medios, para recordar la gran capacidad de movilización de masas que tienen éstos escuderos. Pero tuvo, además, el buen cuidado de no dejarlos solos. Los hizo acompañar del exministro Vargas Lleras, ahora graduado de constructor, y de otro de los generales, como tantos ha habido en la historia de Colombia que han resuelto incursionar en política, con resultados conocidos, Oscar Naranjo.

Ahí está el “dream team” de Santos.

Ahora tienen ellos el encargo de salir a las calles y las plazas a tratar de convencer a los electores de que el actual gobierno, con su manía de creer que la historia empezó a escribirse el 7 de agosto de 2010, es el mejor de todos los tiempos. Pues a tan selecto grupo de compatriotas les va a quedar muy difícil hacerle la tarea a su jefe, porque cargarán con el peso de grandes fracasos.

¿Van a decir que la reforma educativa transformó la educación en nuestro país?

Por supuesto que no podrán decirlo, ya que el pésimo manejo del proyecto de ley y su contenido produjo una de las más grandes movilizaciones pacíficas de que se tenga memoria en la historia reciente. Recordemos que la protesta fue de tal magnitud que el Gobierno se vio obligado a retirar la iniciativa.En esta materia, vital para el desarrollo, pasó en blanco.

¿O dirán que, gracias a la administración Santos, se disfruta hoy de una justicia pronta y cumplida?

Esto tampoco les será posible plantearlo, toda vez que la debacle de la reforma a la justicia sigue produciendo efectos. El trámite del proyecto, los acuerdos que se hicieron para sacarlo adelante y el triste episodio de la conciliación en el Congreso, dieron lugar a la deslegitimación simultánea de todos los poderes. Nunca antes habían llegado a un nivel tan bajo de aceptación.

El legislativo cayó aún más en la estima de la gente, el Ejecutivo quedó con porcentajes de apoyo muy precarios y el judicial padeció el desmoronamiento de los otrora altos índices de respaldo de la ciudadanía. Reformar la justicia es, todavía, una tarea pendiente.

¿Argumentarán que la seguridad ha mejorado?

Cuando lo hagan, si es que lo hacen, se enfrentarán al rechazo indignado de muchos colombianos, que no solamente les criticarán haber abandonado el buen rumbo que tenía el país y desconocido, olímpicamente, un mandato claro, sino que les recordarán episodios concretos, en todo el territorio, relacionados con el evidente deterioro de la tranquilidad por la acción de los criminales.

Escucharán historias sobre la epidemia de la extorsión, nuevos secuestros, ataques a poblaciones, asesinatos de civiles y miembros de la fuerza pública, en fin, recibirán un reclamo unánime, no aplausos por los logros de su mentor. Ni hablar de salud, infraestructura y del estado de la economía.

Ya habrá otra oportunidad.

Huelga, eso sí, decir que las 100.000 casas no dan combustible suficiente para lograr un nuevo mandato y que las conversaciones en Cuba, que son un juego con la ilusión de paz de los colombianos, siguen vivas gracias solamente al oxígeno que se les administra con fines electorales.

¿Qué le dirán, entonces, al equipo santista muchos electores ? Pues que no a la reelección de políticas fracasadas.

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