No hay nada que agradecer

Este país está lleno de historias dramáticas. Muchos caídos por culpa de las balas, las bombas y la irracionalidad de los grupos armados. Otros, mutilados por las minas antipersonal. Madres que perdieron a sus hijos. Niños obligados a cargar un fusil en vez de estar en una escuela aprendiendo a leer y a escribir, y claro, mujeres que cargan con las secuelas de los abusos sexuales.

La periodista Jineth Bedoya es la muestra fehaciente de lo injusto que es el país con las víctimas de abuso sexual. Jineth fue secuestrada, torturada y violada por paramilitares hace 15 años.

Jineth carga a diario -y lo tendrá que hacer toda la vida- con la desazón de haber sido ultrajada, no solo por unos animales libidinosos y seviciosos sino también por la inoperancia de un sistema judicial que ha sido incapaz de condenar y tomar medidas contundentes para, por lo menos, darle un poco de tranquilidad a su cuerpo y alma. A hoy no se ha hecho justicia con su caso.

Los últimos días fueron tristes para ella y para los que nos hemos conmovido con su caso. Mientras apoyaba la votación de la Ley de Feminicidio en el Congreso, se ordenaba la libertad de Alejandro Cárdenas, alias “JJ”, uno de sus victimarios. Con toda la laxitud del mundo, ignorando la contundencia de las pruebas, preponderando la palabra del pillo por encima de la víctima, la fiscal 49 de Derechos Humanos decidió archivar la investigación y darle boleta de salida al personaje hacia la dulce vida. Se revictimizó a una víctima, se menospreció el dolor, se ignoró la realidad. No se respetó el corazón destruido de una madre que probablemente le pregunta a Dios por qué su hija tuvo que vivir esta historia. Se mató la esperanza de cientos de mujeres que ven en Jineth la fortaleza para luchar porque haya justicia en sus casos.

Claro, luego de darse cuenta que la pata estaba hundida hasta el fondo de la cloaca, algunos aprovecharon para tratar de mostrar que son superejecutivos y eficientes. El fiscal general Eduardo Montealegre ordenó la nulidad del fallo, anunció una investigación contra la fiscal del caso y la recaptura de alias “JJ”. El presidente Juan Manuel Santos tampoco se quedó atrás y ordenó que todo el aparato del Estado estuviera en función de recapturar al victimario. Patético, sin más ni menos.

Efectivamente, a alias “JJ” lo recapturaron, pero estuvieron a un cacho de perderle el rastro, pues se alistaba para irse a Brasil, a seguir su vida y a dejar en el olvido la atrocidad cometida contra esta mujer dedicada al periodismo con amor y pasión.

Y como los egos son tan grandes, estoy seguro que los montealegres o santos esperaban una declaración de Jineth dando las gracias, diciendo que por fin se hará justicia y que se sentía feliz de que hubieran recapturado al personaje. Jineth no les hizo juego. Con su carácter valiente, curtido por el dolor pero tan humano como el más, les dijo por Twitter que no tenía nada que agradecer, que era obligación de la Fiscalía volver a capturarlo y que el daño ya está hecho como está hecho para miles de niñas y mujeres más en Colombia.

Tiene toda la razón. Su actitud se resume en una palabra: coraje. Sí, mucho coraje, porque fue capaz de decir que si la justicia sigue menospreciando a las víctimas e inflándoles el pecho a los victimarios con sus decisiones, seguirá siendo un chiste.

Por eso, en un país donde la justicia es inoperante y en el que millones estamos hastiados de esta situación, Jineth se convierte en un halo de esperanza. Sueño con que algún día las palabras de mi buen amigo Juan Mosquera sobre ella, en su columna de Las2orillas, se hagan realidad: “Ojalá y pronto sea el día en que su nombre sea sinónimo de Justicia”.

Share on facebook
Facebook
Share on google
Google+
Share on twitter
Twitter
Share on linkedin
LinkedIn

Buscar

Facebook

Ingresar