No nos crean tan pendejos

Señor Ministro de Hacienda: la enfermedad no está en las sábanas.

Son el undécimo y duodécimo mandamiento en algunos medios: no perseguirás ni el adulterio ni la evasión de impuestos. Dos temas vetados en las salas de redacción de los impresos, que tienen prohibido meterse con las mozas de los políticos y con las maniobras de los ricos para no pagar impuestos. Maniobras que, dicho sea de paso, se concentran en tres trucos legendarios: sociedades en paraísos fiscales, sociedades de familia y entidades sin ánimo de lucro.

La primera es la estrategia de todos los grandes millonarios: sociedades en Panamá, Delaware, islas Caimanes y Vírgenes Británicas. Dulces paraísos fiscales donde la plata queda escondida y desvanecida como por arte de magia; estupendas sociedades para inventarse deudas, consultorías o regalías.

Así se prestan plata a sí mismos con sociedades desde afuera, como lo hizo Víctor Maldonado con el Fondo Premium de Interbolsa en Curazao. O se venden las marcas de sus empresas a sociedades en el exterior para pagarse cuantiosas regalías que les permiten sacar la plata del país sin pagar un peso de impuestos, como lo hacen docenas de empresarios colombianos.

La segunda es la clásica: se compran casas, apartamentos de recreo, rentan aviones y adquieren carros de lujo en forma de ‘leasing’ por parte de una sociedad familiar, como lo hicieron los primos Nule en el tinglado de la contratación de Bogotá. Y registran como gastos el viajecito a Europa, el crucero por Alaska, la acción del club y hasta las prepago de la fiesta de fin de año.

O la que está de moda: se compran seguros que se reaseguran con fondos (cautivas) en Barbados, que manejan ellos mismos como parte de un esquema tributario para llevar a la contabilidad gastos fabricados. O se compran yates en Panamá que traen a Colombia sin nacionalizar ni pagar IVA, como lo hizo Tomás Jaramillo con el yate de su familia.

Eso cuando no crean fundaciones para pagar menos impuestos o defraudar el erario: Funalcer y Funarko de Julio Gómez, la Fundación para la Paz de Córdoba de los hermanos Fidel y Carlos Castaño, la Corporación Democracia de la ‘oficina de Envigado’ o las docenas de fundaciones en Casanare, Meta, Cesar, Córdoba y Chocó que son fuente infinita de corrupción, politiquería y de evasión.

O qué tal los negocios disfrazados de universidades (supermercados de títulos), como la Fundación San Martín, que no pagan impuestos con el cuentico de que no tienen ánimo de lucro, pero sus dueños terminan con mansiones en Colombia y Curazao. Como si fuéramos el país más altruista del mundo, registramos 30 billones de pesos al año en ingresos de entidades sin ánimo de lucro, uno de los grandes huecos de evasión en esta esquina del mundo.

Lo mismo pasa con las cooperativas de trabajo, otra artimaña colombiana para no pagar tributos: Carlos Palacino y Saludcoop, el zar de los comedores escolares Noel Rodríguez y Abasticop, o el cartel de corrupción de Caprecom con sus múltiples cooperativas de trabajo. Como diría un amigo: la mayor parte de los crímenes que financian la política en Colombia pasan por fundaciones o por cooperativas.

Y la última perla de los más ricos para no pagar impuestos: el ‘lobby’ que hacen ante las comisiones económicas del Congreso. Millonarios cheques por debajo de cuerda para conseguir exenciones tributarias y trato preferencial para sus industrias y productos. Allí se ven las manos invisibles de los grandes millonarios: cerveza, azúcar, medios escritos, licores y hasta los dueños de concesiones, gracias a las gabelas de los últimos años. Como si no fuera suficiente con los 40 billones de pesos que se van a embolsillar por hacer las carreteras del futuro.

Señor Ministro de Hacienda: la enfermedad no está en las sábanas. La gran evasión en Colombia no es de los que ganan 1’300.000 pesos. La evasión en Colombia está en los que más ganan, y por eso tenemos el título del país más desigual de las Américas y uno de los más desiguales de todo el mundo. No es justo que los que más evadan sean los que más ganan, mientras la clase media se revienta los bolsillos pagando un IVA más alto a cambio de nada. Primero demuestre que el Gobierno es capaz de ofrecer un buen servicio de salud o una excelente educación que justifique los mayores impuestos. Pero no nos metan cuento: todos sabemos que seguirán recibiendo la misma pobre educación y nefasta salud que provee el Estado colombiano a los más llevados y necesitados.

Busque a los más adinerados, busque sus paraísos fiscales, busque sus cuentas en el exterior, sus fundaciones, empresas en liquidación y cooperativas. Y termine, por favor, con las exenciones de impuestos a los más poderosos. En sus manos está acabar con la desigualdad en Colombia. Y, si de verdad quiere ser presidente, tiene la oportunidad de comenzar desde ya a cambiar nuestra historia clasista y rosquera.

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