No son vándalos, imbécil. Son las Farc

Esa tarde del 29 de agosto de 2013 no hubo en la Plaza de Bolívar alma más valiente y noble que la de ella. Sin protección alguna, armada sólo de su valor personal y de su deseo de parar el mal con un gesto de desprendimiento y de oferta de su propia vida, Gloria Barreto Bernal, 60 años, se plantó con los brazos abiertos en forma de cruz ante  una horda de energúmenos que lapidaba y trataba de eliminar a un grupo de policías acorralados contra un muro.

La “manifestación campesina” de ese día en Bogotá llegaba a su fin y los golpeadores profesionales, los “vándalos”, como los llamó la prensa, habían rodeado a un puñado de uniformados anti motines del Esmad: buscaban escindir el grupo para tomar uno o dos rehenes y hacer papilla con el resto. Cuando, de pronto, Gloria Barreto Bernal, a pesar de la lluvia de proyectiles, apareció. Se puso al lado de los agredidos dispuesta a detener con su presencia,  aunque fuera por unos segundos, las manos asesinas.

¿Sabía ella que podía ser gravemente herida o morir en el acto? Ella estaba lejos de saber que en ese mismo día, lanzadores de piedras como los que ella enfrentaba, habían dado muerte a un chofer de bus en una carretera entre Tunja y Paipa. Ella sólo pensó en el riesgo de los otros. Dos días más tarde, la prensa la buscó y la entrevistó para hacer el elogio de ese acto heroico. Ella explicó que vio que los policías “no tenían nada con qué defenderse”, que “los rostros de los manifestantes reflejaban falta de amor” y una “furia interna en su corazón”. Y lo más sugestivo: que cuando vio “los rostros de las mujeres, detrás de los cascos del Esmad”, su “instinto maternal de protección” la obligó a dar ese paso en defensa de los policías. Esos rostros femeninos, explicó a un matutino, “le recordaron a Antonia, su hija menor de 22 años”. Pero no fue solo eso. Ella quería “que dejaran de agredir” [a los uniformados] por respeto o porque Dios quería que fuera así”.

La turba, compuesta de encapuchados vestidos de civil que se hacían pasar por estudiantes, arrojaba contra los policías inmóviles, a no menos de dos metros de distancia, con intención homicida, todo lo que tenían a la mano: pesadas sillas y mesas metálicas, palos y filudas piedras traídas en morrales para culminar con un hecho de sangre esa manifestación subversiva.

El video que hoy circula en YouTube, muestra esos dramáticos momentos. Los atacantes trataron de sacar a Gloria Barreto del lugar para arreciar sin obstáculos la pedrea. Dos agresores la prendieron. Ella opuso resistencia y en el forcejeo, mientras era arrastrada hacia otro sector, le laceraron los brazos. Como en esos instantes irrumpió un camión de la policía, los amotinados huyeron por la calle 11. Segundos después, inexplicablemente, el camión del Esmad se retiró y dejó de nuevo sola a Gloria y a los uniformados que seguían pegados a la pared de la Casa del Florero. Obviamente, la turba regresó, rehízo la barricada y recomenzó la golpiza. Empero, en medio de una nube de gases lacrimógenos, Gloria avanzó hacia ellos. Trató de abrazarlos para romper de alguna manera esa oleada de odio y apaciguarlos. En vano. Uno de ellos la embistió de nuevo con violencia. El video se interrumpe en ese instante.

¿Que sabemos de Gloria Barreto Bernal? Muy poco. Que vive en el barrio San Cristóbal, del suroriente de Bogotá, donde tiene un pequeño inquilinato. Que tiene dos hijas que ya no viven con ella, que ese día había ido al centro para hacer un reclamo por una factura del agua, y que de pronto se encontró con la violenta asonada. “Yo estaba en la mitad de todo y mi única defensa era la oración”, dijo. En su diálogo con una periodista indicó que algunas pancartas la habían asombrado. “Había unos mensajes horribles y los jóvenes se reían de la autoridad. No me aguanté y le arranqué la pancarta a uno de ellos y le dije: eso no se hace muchacho”.

Francisco Ossa, uno de los policías que fue salvado por ella, declaró más tarde: “Como caída del cielo, como un ángel, se puso en frente de los disturbios y nos protegió”. Gloria Barreto cree en el poder de la oración y en el respeto de las instituciones. Dice que su convicción no es la guerra y que está convencida que “toda autoridad viene de Dios y que por eso hay que respetarla”.

Lo ocurrido ese día en esa esquina de Bogotá tiene una gran fuerza de evocación. Debe ser el símbolo de algo. La violenta arremetida de los extremistas contra los policías, y el gesto magnífico de Gloria Barreto Bernal, hacen pensar. Por ejemplo, en ese mismo lugar ocurrió algo el 20 de julio de 1810 que abrió la marcha de los colombianos hacia la libertad: en incidente del florero de Llorente.

La diferencia es que, esta vez, allí ocurre lo contrario: los garrulos que agredieron a la Policía y a Gloria Barreto ayudan a los que quieren interrumpir esa marcha hacia la libertad y destruir el sistema político que los colombianos han escogido, para hundir al país en una dictadura infame, basada en el abyecto modelo cubano.

Ese incidente mostró algo más: la policía arrinconada y humillada por un puñado de criminales. ¿No es eso lo que quieren, precisamente, los jefes de las Farc que en La Habana gesticulan y exigen la paralización y la “reducción” de la fuerza pública? ¿Lo que vimos este 29 de agosto no indica que esa paralización y “reducción” ya comenzó en los hechos?

Sin embargo, el gesto de Gloria Barreto Bernal deja una nota positiva: muestra que la sociedad civil, por más desarmada que esté, puede jugar un papel central en la defensa de la fuerza pública y en la defensa de Colombia contra los terroristas y los planes totalitarios. Esa sería la mayor lección que nos dejan esas fuertes imágenes y la bella acción de valentía y amor de Gloria Barreto Bernal.

Video:

http://www.youtube.com/watch?v=cjfIG3y8tAo

Fotos:

El Tiempo, Bogotá

http://www.eltiempo.com/Multimedia/galeria_fotos/bogot6/GALERIAFOTOS-WEB-PLANTILLA_GALERIA_FOTOS-13032983.html

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