Obama creyó borrar el ADN de la dictadura cubana

“Un enano y un gigante / se encontraron una vez. / Al principio se trataban / con mucho servir a Ud. / El enano se empinaba / con ganitas de crecer / y el gigante, agachadito, / lo escuchaba lo más bien. / Pero, pasando los días, / se acabó el trato cortés. / Al gigante la cintura / se le estaba por romper / y al enano le dolían / las puntitas de los pies. / Disparejas amistades… / este fin suelen tener. /” Poema infantil “Los amigos”, de Germán Berdiales.

En diciembre de 2014 cuando se anunció la “normalización” de las relaciones cubanoamericanas dije que: “es peor sobrestimar el alcance de este proceso, pues la instrumentalización no será fácil por la naturaleza jurásica de las instituciones cubanas”. Luego en agosto de 2015 señalé que: “Quienes privilegian el corto plazo y confunden paz con apaciguamiento, han calificado como triunfos geopolíticos certeros los acuerdos del gobierno Obama con dos dictaduras, una militar en Cuba y una religiosa en Irán”, y que dichos acuerdos eran derrotas para la democracia, pues la fórmula aplicada “no provoca transformaciones, asegurando que esta tiranía, así como la cubana, sigan vivas y sin asfixia”.

Como de costumbre, la nube de mamertos que todavía guardan en su clóset afiches y camisetas del Che Guevara y Fidel, pero son más capitalistas que cualquiera, me dijeron de todo, que era un redneck y un ignorante porque me atrevía a contradecir a todos los académicos de boina roja que les enseñaron sus consignas revolucionarias y a los thinks tanks progres de Washington que aseguraban que el fin del embargo lograría la transformación de la isla cárcel.

Ahora que la dictadura venezolana, satélite y clon de la cubana, ha provocado el genocidio infame que parece no tocar fondo, obligando a tomar agua de alcantarilla a sus gentes y provocando la desnutrición irremediable de sus niños, los mamertos guardan silencio cómplice y se niegan a reconocer que esta masacre se sigue alargando por culpa del gobierno cubano que no va a cambiar su ADN marxista-leninista, que siempre dice luchar por el fin de la pobreza, pero lo hace es matando a los pobres.

Las manos de la dictadura cubana están bañadas de sangre de campesinos y soldados colombianos asesinados y torturados por intermedio de sus camaradas guerrilleros colombianos que patrocinaron y entrenaron, y siguen protegiendo y apoyando hoy en día. Pero ahora se suma la masacre del pueblo venezolano, que ni el Vaticano puede ocultar.

El actual gobierno de EE. UU., que no es santo de mi devoción, ha decidido corregir parcialmente el error de su antecesor, y aunque ello no resolverá súbitamente la demora de la caída de la dictadura venezolana, había que hacerlo, pues como el poema infantil de Berdiales: “Disparejas amistades… este fin suelen tener”. Cuando a un enemigo de la democracia y criminal se le deja de tratar como tal, el diálogo es entre iguales.

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