Otra masacre de las Farc

Con la matanza de 11 soldados, las Farc faltaron a la tregua unilateral que le prometieron al país. Grave traición a su palabra y mensaje brutal de descrédito. Hora de firmeza en Cuba y en el campo de batalla.

¿Cómo calificar un ataque deliberado y planeado contra un piquete de 30 soldados que se resguardan de la lluvia en una cancha cubierta por un delgado techo de asbesto, soportado por una estructura metálica desnuda, sin muros? ¿Qué nombre darle a un bombardeo con granadas de mortero y con fusilería copiosa contra un grupo de soldados que cree que el enemigo no atacará su base porque se comprometió a una tregua unilateral? Masacre, matanza, cobarde agresión a mansalva.

No solo es evidente la falta de honor de las Farc para respetar su palabra, sino su capacidad de quebrar la confianza de una sociedad que espera sentir por fin el compromiso verdadero de la guerrilla con la búsqueda del fin del conflicto y de la paz. Ayer las redes sociales hervían con la indignación ciudadana ante la alevosía de esta matanza de 11 soldados en la vereda La Esperanza, Buenos Aires, Cauca.

Al mediodía el presidente de la República, Juan Manuel Santos, no tuvo otra alternativa que ordenar la reanudación de los bombardeos contra los campamentos de las Farc, al tiempo que el fiscal General, Eduardo Montealegre, calificó el hecho como un crimen de guerra y contra persona protegida. De tal magnitud fue la desproporción del fuego guerrillero contra una escuadra de soldados desprevenidos.

Hubo unanimidad en las declaraciones de los críticos del Gobierno, y también en las voces independientes y de coalición de la Unidad Nacional, pasando por el expresidente Álvaro Uribe, la senadora Claudia López y el exministro Horacio Serpa, entre otros, que fueron claros en condenar la matanza, exigir el replanteamiento del proceso en La Habana y respaldar la ofensiva militar contra la guerrilla. Ello bajo la premisa de que las Farc no conseguirán una tregua bilateral con actos violentos y de chantaje.

También hay coincidencia en que el presidente no debe acabar el proceso, pero sí demandar una explicación clara de las Farc a lo ocurrido y nuevas reglas de juego para impedir más muertes de civiles, militares y policías. Así, con traiciones tan asesinas a los pactos o a los compromisos unilaterales, es imposible construir confianza, seguir tejiendo acuerdos sobre los puntos de la agenda y avanzar hacia la terminación definitiva del conflicto armado.

Es conveniente también que los diferentes organismos y actores internacionales hagan sentir su voz y su posición frente a este grave bombazo de las Farc a las posibilidades de construir un acuerdo de paz firme y duradero. ¿Qué sociedad puede abrazar a una contraparte que la ametralla cuando se resguarda de la lluvia y cuando su enemigo le ha dicho que puede dormir tranquila porque no la atacará?

La masacre de los 11 soldados, y las heridas a otros 16, obligan a preguntar si las Farc están preparadas para volver a la vida civil respetando las reglas de juego de la convivencia democrática. Si su retorno a la legalidad no será un mero camuflaje para seguir minando la voluntad y el anhelo de dignificarnos y elevarnos a estándares máximos de civilización y de Estado de Derecho.

Cómo hieren las Farc a una comunidad a la que hoy el mundo rodea con la esperanza de terminar un conflicto de más de medio de siglo. Cómo matan la buena fe, las convicciones, los propósitos de aceptarlas de la sociedad colombiana. ¿Será que no conocen más que ese lenguaje desmoralizante y aterrador de una violencia que todos los días suma más muertos a la vorágine de nuestro conflicto?

Nuestra solidaridad con los familiares de estos soldados asesinados tan vilmente. Y paz, mucha paz, esa que anhelamos todos, en sus tumbas.

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