Otra vez garantes enemigos

Gobiernos como los de Cuba y Venezuela sólo por las conocidas artes de la diplomacia pueden considerarse amigos de Colombia.

No hablo de los pueblos, sino de sus gobiernos. Dizque coadyuvan a la paz de este país; ellos, que propiciaron la guerra, que alimentaron los odios, que posiblemente armaron, pero ciertamente albergaron a los combatientes.

Y los delegados de nuestro país asisten a sus sedes, para nada neutrales, a convenir y tal vez a firmar armisticios donde está claro que ellos ganan, que obligan a los nuestros a ceder, a entregar lo que llevamos, como en un asalto constitucional, a aceptar sus exigencias, so pena de regresar “a lo que estábamos”, esto es, a la guerra despiadada, sin límites de decencia ni controles humanitarios. Ceder a este chantaje es a lo que se nos invita, al resto de ciudadanos, a votar.

Allá irán los nuestros, arrastrando sus valijas y, según el nuevo proceso, en un tour por Latinoamérica, por fortuna parando en otras sedes menos hostiles, lo que prolongará el que ya no será un proceso sino un periplo de paz, por muchos meses más.

Ya en estas líneas, escritas sin compromiso alguno, se había comentado que faltaban los más importantes capítulos por dilucidar, cuando el Gobierno ya tocaba a somatén, como decían los abuelos, para festejar, y ojalá en Estocolmo, la llegada de la paz, tras 50, 60 o más años, si nos remontamos a las guerras civiles desde la fundación de la República.

Y no se ve la salida, a menos que el Gobierno acepte la constituyente, el porte de armas largas en las tribunas políticas y el práctico dominio territorial de determinadas áreas, en una coexistencia pacífica con el grueso de la Nación inerme, republicana y democrática. Acabarán aquellos invasores, como en caballo de Troya, alcanzando el poder y haciendo retroceder con restricciones, cárcel y vejámenes a quienes les dieron fácil entrada y generosa acogida dentro del juego político. Es que ha sido así en otras latitudes y en muy cercanos vecinos.

Lo ocurrido el fatídico 23 de marzo no fue la silla vacía del Caguán, sino la cita incumplida de La Habana, cuyo defecto, según la advertencia presidencial, significaba, ni más ni menos, que la contraparte no estaba preparada para la paz. El asunto se prolonga ahora indefinidamente, pues la nueva guerrilla que se allegó al proceso es discursiva, dilatoria y buscará parlamentar con gran exposición internacional.

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El nuevo billete de $100.00 no escapó al ingenuo dibujo de un “Lleritas” contorneado como para recortar. A su dibujante se le pasó además que el expresidente era de corta estatura; en cuanto al rostro detallado, hay que anotar que padece de un ligero estrabismo. Tal como el de quien recibirá uno de estos Lleritas para cambio.

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