Otra vez intentan echarnos la culpa ¡Pues ni crean!

La verdad es que he intentado no volver a hablar sobre el nefasto proceso extorsivo de impunipaz acordado entre el peor presidente de Colombia, que espero termine sus días como el expresidente Lula, y un cartel narcoterrorista maquillado de actor político, porque uno no quisiera recordar tan mal rato para este país, que ni siquiera siendo tan imperfecto y habiendo cometido tantos errores e injusticias, se merecía lo que una alianza de iguales nos dejó como herencia envenenada.

Pero es que la enfermedad que incubó esta dupla maldita fue tan grave y con virulentos efectos “residuales”, que seguimos siendo víctimas de ese parásito “castro-intestinal”, adjetivo hasta donde yo sé es de autoría del siempre genial Jaime Jaramillo Panesso.

El proceso de apaciguamiento extorsivo que llaman paz, entre incontables vergüenzas, se sustentó en una infamia que debió haber sido suficiente para ni siquiera haber permitido que prosperara desde su inicio, y fue la hipótesis convertida en ley a punta de mermelada para el Congreso y contratos para algunos medios de comunicación, según la cual fuimos los colombianos los culpables del “conflicto”, y nuestros errores justificaron que un grupo de criminales matara, violara niños, extorsionara y secuestrara por 50 años, porque ellos eran el efecto de la mentirosa hipótesis de las “causas objetivas de la violencia”.

Pero ahora que esta malévola manguala se hace trizas sola, de nuevo están los delincuentes esquivando su culpa y volviendo a inculcar la idea que tampoco esta vez son ellos los culpables sino el país. Vuelven a propalar la idea que como el Estado “no les cumplió”, entonces ellos, nuevamente víctimas, tienen todo el derecho de no cumplir las ridiculeces a que se les obligó cumplir. No hay derecho. La doble castración completa no existe y no podemos ser nosotros quienes la inventemos.

Los investigadores del comportamiento humano han estudiado desde hace tiempo lo que denominan “hipocresía moral”, que explica que quienes acusan airadamente a otros de fallas morales, suelen hacerlo para que no se descubra que ellos son peores, y por eso muchos criminales encarcelados piensan que son más amables, más confiables y honestos que el ciudadano promedio. En la misma línea se ha estudiado un fenómeno llamado “asimetría actor-observador” que hace que se atribuyan las malas acciones de los demás a ellos, pero de las fallas propias nunca se es responsable sino una víctima de “influencias situacionales”. El bandido nunca es culpable de nada y por el contrario siempre es la víctima de todo y todos.

Así como nos negamos a aceptar ese acuerdo putrefacto de impunidad, porque terminó blanqueando a los victimarios y responsabilizando a las víctimas, ahora tampoco podemos admitir que: nos echen otra culpa, permitir que los delincuentes vuelvan a burlarse de todos, asignarle presupuesto a esa porquería de acuerdo ni consentir una institución como la JEF, justicia especial para las Farc, que todos los días demuestra para quien trabaja.

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