País de contrastes

Aún estaban tibias las cifras adversas reveladas por Transparencia Internacional sobre la alta percepción de corrupción que tienen los colombianos sobre el manejo del país, cuando aparecen otras desalentadoras sobre los niveles de terrorismo, tasas de homicidios y deteriorada imagen internacional, que abochornan en un país lleno de paradojas e incertidumbres.

Mientras aparecemos como una de las naciones que más crecen económicamente en Latinoamérica, esa sacada de pecho de pavo real se desinfla cuando de vigencia de la ética pública se trata. En la región solo somos superados en corrupción por Bolivia, Ecuador y, por supuesto, por Venezuela, en donde la inmoralidad está metida en las entrañas de su sistema político.

Somos el país que más sufre el terrorismo. Según el Instituto para la Economía y la Paz estamos en el peor de los mundos. Al mismo nivel de Bangladesh, Nepal y Rusia. Con el agravante, según el estudio, que “desde el inicio de los diálogos de paz, los actos terroristas más que reducirse se han aumentado”.

Pero la cadena de infortunios no se detiene. Según la firma Future Brand en la medición de la imagen/país, estamos de últimos en Latinoamérica. Imagen arrugada por diversos factores que cubren su rostro de escombros. Tienen mejor imagen internacional Puerto Rico, Costa Rica, Panamá, Brasil, Chile, Perú. Parecería que estuviéramos condenados a que solo Venezuela, Estado fallido tan incómodo como azuzador, nos gane en los ránquines de las desventuras.

La racha de malas calificaciones no cesa. Y lo escribimos con inocultable rubor. La indecencia y la liviandad se abren camino. Tenemos cifras vejatorias, que nos duelen simplemente como colombianos.

Aparecemos aun como una de las naciones con más altas tasas de homicidios en el mundo. Lo dice –y lo replica la revista Semana de insospechada militancia gobiernista- la Unidad para la Droga y el Crimen Organizado de Naciones Unidas. No es ninguna empresa fantasma la que lo confirma. Es la ONU la que certifica la decadencia. En suelo americano solo muestran un balance más deprimente Honduras, El Salvador y por supuesto nuestro consuelo para no ir siempre con el farolito de las desvergüenzas, Venezuela. Deplorable compañía de un país que hoy nos marca buena parte de nuestro destino histórico…

El ciudadano colombiano no cree en su justicia. No solo las encuestas lo afirman sino los hechos lo comprueban. Colombia es el segundo país cuya comunidad promueve más demandas contra su Estado ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Una sociedad a la que no le da confianza ni le despierta credibilidad su sistema judicial, y que desconfía de la probidad de su Estado, es una nación institucionalmente decadente.

Colombia crece económicamente, con índices de desarrollos superiores a los de América Latina. Promedios que contrastan con los altos niveles de corrupción, homicidios, terrorismo, deterioro de imagen internacional, desconfianza en la justicia. Todo diseña un deplorable panorama que haría nuevamente gritar a Rafael Núñez de que en verdad sí “hay pueblos que se enseñaron a progresar padeciendo”…

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