Parar al Vicepresidente

Los espinillazos constitucionales

Iracundia patológica de los retóricos

Es verdaderamente curioso cómo buena parte de la política institucional colombiana se centra en como parar la candidatura presidencial del hoy segundo de a bordo, Germán Vargas Lleras. De modo que cuando por fin existe vicepresidente en funciones, cuando después de tantos años la figura se muestra necesaria y no se presta para la inanidad o las fricciones políticas de épocas anteriores, hay que castigar a quien ha demostrado un ejercicio gubernamental que la opinión pública ha recibido de manera positiva.

Incluso muchos aspiran que algún día Vargas Lleras “traicione”, como es el término de moda, al Presidente y que con ello se desvirtúe lo que hasta ahora se ha demostrado plausible. Es decir, un Vicepresidente coordinador de áreas vitales del gobierno, en este caso la infraestructura y la vivienda, con las diferentes aristas que ello supone dentro del andamiaje administrativo. Conocido es, por supuesto, que Vargas Lleras tiene personas con las que conserva buenas relaciones en otras áreas y que ello redunda en una mejor coordinación para sacar avante los propósitos estatales, que son justamente por los que nadie se pregunta.

Hoy se sabe, a no dudarlo, que el palo de la economía no está para cucharas y que las inversiones hechas por el Estado deben llevarse a cabo con el mayor rigor y la premura contra el atraso y negligencia de tantas décadas que, precisamente, han puesto a Colombia en la cola de los países latinoamericanos al respecto. Vargas Lleras, no es secreto, es de los muy pocos colombianos que tiene la capacidad y el temple para poner en marcha la paquidermia estatal. De hecho, uno de los grandes problemas del país no está, por descontado, en asuntos como el llamado “equilibrio de los poderes” que es apenas el cambio de unos incisos por otros, por lo demás en una guerra de facultades y vanidades, sino en que el Estado no cumple las funciones esenciales para los cuales está establecido. Hay, por tanto, un abismo entre la teoría y la práctica y esa es ciertamente una de las grandes falencias colombianas y uno de los motivos sustanciales del subdesarrollo del que, por los recursos y las posibilidades nacionales, debió salirse hace tiempo. Aquí, desde luego, prevalece todo, desde una burocracia intocable amparada en una carrera administrativa que es más bien mampara para la modorra y la ineficiencia hasta los supuestos controles que con su injerencia desbocada impiden la acción y anulan la buena fe con que debe emprenderse cualquier actividad. Frente a ello, el Vicepresidente ha demostrado que sí se puede, que no es dable para Colombia naufragar en el mar de la retórica, y tal vez sea eso, precisamente, lo que los retóricos tanto resienten. Dedicados a teorizar de lo divino y lo humano, diríase más que a poseer una teoría del Estado, aprovechan cualquier resquicio por donde meterse para mantener al país en esa órbita abstracta, soportada en las hipótesis pero no en las necesidades concretas, como se dijo uno de los males desde que la República existe. Una iracundia patológica.

Ahora resulta que el debate de los incisos consiste en si el Vicepresidente debe renunciar un año antes para ser candidato presidencial o si la veda política debe ir por cuatro años. Grandiosa discusión, para grandes luminarias. Que, desde luego, le resbala al país pero con la que creen estar cambiando al mundo, como tantos de los incisos de la dicha “reforma”. Pueden obnubilarse teorizando, eso no quita lo que hoy verdaderamente interesa: que se consiga la financiación y se hagan las carreteras, viaductos y puentes; que se lleve a cabo el plan de las 400.000 viviendas adicionales; en fin, que se haga algo con el exasperante problema de la Orinoquia, donde reposa una cantera para la exportación agrícola y no ha sido posible llevar las inversiones porque todo está paralizado.

En Colombia, Presidente y Vicepresidente se eligen en un mismo tiquete, es decir, que cuentan con el mismo número de votos. Lo natural, como en Estados Unidos, de donde copiaron la figura, es que el Vicepresidente continúe la obra de gobierno, si el pueblo así lo decide. Ahora le piden que renuncie un año antes, pese a la eficiencia. ¿A cuento de qué? A cuento de que parten de la mala fe y de que podría en ello, dicen, derivar favorabilidades. Si por esto fuera ¿acaso no mantiene desde afuera la misma conexión con los ministros y el mismo influjo después de haberlo diseñado y ejecutado todo, inclusive con más libertad de acción? Pero no. La obsesión son las talanqueras, como si con los espinillazos constitucionales pudieran definir la política… Allá ellos.

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