Pausa que refresca

Es triste ver cómo se han ido apagando las voces discordantes frente a la voluminosa y aplastante propaganda oficial. No las menciono, pero su actitud de retiro duele profundamente.

El Gobierno lo puede todo, tiene el dinero, la mermelada, la comparación amorosa (de allá para acá votos; de aquí para allá subsidios oficiales) y la gran estafa:  que sea todo por la paz, sin explicar que ésta disimula la rendición y entrega de los principios fundacionales del país y de su sagrada Carta Política.

Por hoy quiero yo también zafarme de esa lucha de opiniones, casi derrotada por un Sí ambiguo, provocativo, amable y tentador. Me paso a un tema desintoxicante, el de un libro que acaba se ser lanzado por un colega del periodismo y de la caricatura y por sobre todo amigo. No soy reseñador de literatura, pero puedo aconsejarlo para las tan esquivas horas de solaz y esparcimiento que nos permite el acoso de la vida.

Veamos, es el libro llamado “Crónicas de un bionauta” (Esquina Tomada, Ediciones, Medellín, agosto de 2016), cuyo autor es nadie menos que el sin igual Álvaro Montoya Gómez, escritor y dibujante, político, secretario privado que fue de Álvaro Gómez, en tiempos álgidos, reconocido en los últimos años como “Alfín”, dibujante manual y digital de las páginas editoriales del que ha sido su diario permanente, El Siglo.

Perdonen que me cite para no abundar en lo que ya dije sobre el autor en el prólogo: “Este bionauta, dueño único del apelativo, que otros han imitado, auténtico navegante de la vida, da amplias muestras de haberlo sido y de serlo y resulta curioso que tan efusivo personaje en el trato social, en la soledad de su escritorio y frente a su máquina pensadora sea un ser solitario, enigmático, sumido en profundidades y relator diserto, que se cuenta historias a sí mismo y que son, sin proponérselo, para los demás. Discípulo, como se dice, de Borges, es fácil encontrar en él inevitables asomos de poesía”.

Es bueno distraerse. Necesario, porque ya la próxima semana se nos viene el acontecimiento del año, qué digo del año, del siglo (imito a Peter Albeiro, gran comediante, ya que yo carezco de facultades humorísticas), nada más ni nada menos que la firma del gran engaño de la paz entre los futuros Nobel, Timoleón y Juan Manuel, con destino a los anaqueles de Suiza, en los que se dará doble cerrojo a lo acordado en La Habana de Fidel. Días después de este jolgorio internacional, vendrá, diría que inoportunamente, la decisión del pueblo sobre los acuerdos, la que ante los hechos cumplidos carecerá de importancia.

Mientras llegan y pasan estas gloriosas fechas leamos al gran Álvaro Montoya, en esta ocasión sobre temas de toda índole, en que hace gala de su fluidez literaria y de un genio vivaz que todos le reconocemos. El libro apenas sale, ¡cómprelo ya!

Share on facebook
Facebook
Share on google
Google+
Share on twitter
Twitter
Share on linkedin
LinkedIn

Buscar

Facebook

Ingresar