Paz creíble, paz real, ¿cuándo?

El presidente Santos asegura que la paz ya es realidad, pero “Santrich” amenaza con volver al monte a combatir. Solo ayer en la noche se pusieron de acuerdo sobre el Día D. ¿Qué creer?

En una ceremonia de ascenso de oficiales de la Fuerza Aérea Colombiana (FAC), en Cali, el presidente Juan Manuel Santos definió el de ayer como “el primer día de paz en Colombia, después de 52 años de guerra”.

Los discursos del presidente de la República, desde hace muchos meses, y en particular los relacionados con el proceso de negociaciones con las Farc y el Eln para lograr acuerdos de paz, se escriben y pronuncian pensando en audiencias del exterior: gobiernos, analistas, periodistas y centros de pensamiento.

Afuera registran de diferente modo las continuas invocaciones a los “52 años de guerra” o a expresiones tales como “dejar de matarnos todos los colombianos entre nosotros”. De allí que periódicos en general bien documentados hayan vuelto a referirse al nuestro como un país en “guerra civil”.

Ayer, primer día de la paz oficial, las mismas autoridades del Gobierno Nacional y las Fuerzas Militares señalaron al Eln por la muerte de una niña indígena de seis años, en Virudó, Chocó, por un explosivo oculto en un balón.

Un primer día de paz atípico, en cuanto aún opera un grupo guerrillero con el que se anuncian cada mes diálogos de paz, para ser pospuestos recurrentemente, esta última vez hasta enero. Seguirán los secuestrados en su poder -no solo el exparlamentario Odín Sánchez- despojados de su libertad, y el asesinato de soldados y policías a los que casi nadie reconocerá como víctimas, para “no entorpecer” los esfuerzos de paz que el propio Eln desmiente cada día con sus acciones.

Obviamente el recuento de estos hechos no debe servir para engrosar las filas de los que el presidente Santos volvió a señalar ayer como “enemigos de la paz”, incluyendo en ellos a los críticos de los acuerdos con las Farc. De lo que se trata aquí es de llamar la atención del país sobre la inconveniencia de montarse en realidades virtuales que anuncian como definitiva una paz que apenas comienza a construirse, ojalá con el aporte de cada colombiano.

Y ese aporte y ese ánimo constructivo deben persistir a pesar de las contradicciones evidenciadas por las mismas partes firmantes de los acuerdos. El presidente y sus ministros decían que el Día D, aquel sobre el que comienza el conteo de días para el desarme definitivo, comenzó ayer una vez cumplida la refrendación de los acuerdos por parte del Congreso. Pero los negociadores de las Farc decían que no estaba definido. Ayer en la noche notificaron que sí, que fue ayer. Si eso es así con el Día D, qué otras interpretaciones disímiles habrá de los innumerables compromisos asumidos en las 310 páginas de los textos de paz.

Y así también la presión que tanto el Gobierno y las Farc le hacen a la Corte Constitucional para que reviva el llamado “fast track” que otorga poderes extraordinarios al presidente y recorta los trámites legislativos para implementar las obligaciones derivadas de los acuerdos tan rápida y precipitadamente sea posible. “Jesús Santrich” dijo a semana.com que si el “fast track” no es habilitado “nosotros tendríamos que regresar al monte a combatir”.

La institucionalidad colombiana se ha forzado hasta los límites constitucionales, sobrepasándolos incluso, para poder anunciar al mundo y a los colombianos que hemos alcanzado la paz. El llamado es a hacer un ejercicio de sinceridad y sensatez entre todos, para que en efecto esa paz se logre respetando el Estado de Derecho, los compromisos asumidos y la verdad.

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