Paz entre la guerra

¿Por qué se da la orden presidencial de suspender las negociaciones por el secuestro del general Alzate? ¿No era acaso la negociación entre la “guerra” la regla de oro? Se dijo que se negociaba entre el conflicto y a fe que eso estaba bien cuando las fuerzas del orden se mantenían, de hecho y en la práctica, en pie de lucha, motivadas y moralmente activas.

Pero las cosas cambian y de la era Pastrana-Uribe a la era Santos han cambiado muchas cosas. Algunas para bien pero casi todas para mal. Una de ellas y según la información arrojada por el propio Ministerio de Defensa es la inseguridad en ciudades y veredas así como la percepción de intranquilidad y zozobra de los ciudadanos. Las fuerzas del orden están desmoralizadas y más asustadas por purgar condena que por ser abatidos frente al fusil enemigo. Toda gran acción está congelada y el sistema institucional del país parece inamovible a la espera de lo que suceda en La Habana.

Tan es así, que la propia Presidenta del Consejo de Estado recomendó no adelantar legislación sustantiva ninguna, y mucho menos cuando se trata de reformas constitucionales. ¿La razón? Los diálogos con los terroristas.
Las guerras no se ganan en el campo de batalla sino en la conciencia de las gentes. Las guerras irregulares tienen sus propias características, la principal es que los terroristas pueden hacer (y de hecho los hacen) lo que les parece pues para ellos no existe ni Dios ni ley y la muerte es su parámetro de conducta y su condición de alzada.

El secuestro del general Alzate (uno más entre miles) es propio de su actuar y, si el Gobierno es coherente con su postura (como debería serlo), tiene que continuar las negociaciones a pesar de los actos criminales.
Que ello signifique estar encarcelado por los diálogos y perder todo tipo de movilidad y gobernabilidad es una perogrullada y así se evidenció en la pasada campaña electoral. ¡Cuando uno juega con el diablo, éste siempre viene a cobrar su deuda!

Las victimas exigen del Gobierno la imposibilidad de pararse de la mesa; los terroristas demandan el cese el fuego bilateral; los políticos requieren más mermelada y obligan al Gobierno a pagar sus deudas de campaña; los billonarios arrodillan al Ministro de Hacienda con la negativa de pagar más impuestos; los indígenas y negritudes quieren un dominio territorial superior al 30% del territorio que ya tienen; los cafeteros, algodoneros, arroceros y campesinos en general amenazan con otro paro nacional; los camioneros están a gusto porque no les quitaron los exuberantes fletes; Nicaragua y Panamá salieron airosos contra el titán del sur pues sus querellas resultaron más fuertes y coherentes que las nuestras; el paro judicial continúa en pie de lucha etc…

Todo ello obedece a una negociación con las Farc que no tiene fin ni límite ninguno.

Miembro de la Corporación Pensamiento Siglo XXI

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