Pelea de tigre con burro amarrado

Cada vez que un colombiano enfrenta un proceso penal se arma un novelón de tal magnitud en los medios de comunicación, que resulta imposible para el ciudadano del común no darse cuenta de los últimos "crímenes y criminales" que uno tras otro se suceden con frenética frecuencia, y cada vez con mayor carga de violencia e histrionismo.

El objetivo del mensaje se cumple porque parece ser la consigna, y efectivamente el espectador pasa con igual velocidad de la sorpresa a la perplejidad, y de esta a la indignación y luego a la indiferencia total, ya que en su mente se produce lo que los psiquiatras conocen como síndrome de la cotidianización del asombro. Y para el emisor del mensaje, BINGO: En medio de toda esa avalancha informativa hay algunas cosas que le quedan absolutamente claras al receptor:

1. Que el ciudadano acusado es culpable así no haya sido vencido en juicio (pues si lo dicen con tanto ahínco la Fiscalía y medios de comunicación tan poderosos, sus razones tendrán y hay que creerles).

2. Aunque los titulares, hechos y protagonistas cambien con tanta rapidez, todos saben cuál será el final de la historieta porque el libreto burdamente empleado es exactamente el mismo: captura espectacular, supuestas interceptaciones telefónicas y testimonios de testigos 'estrella' que se anuncian como "pruebas reina", ruedas de prensa, fiscales sonrientes y agrandados ante la vanidad que les despierta docenas de cámaras y micrófonos en los que depositan su satisfacción por el "deber cumplido", periodistas que pocas veces investigan y prefieren la opción facilista de repetir o confiar  en la veracidad del discurso oficial y el poder del emisor, y, por supuesto, un aparente "culpable" apaleado por la estigmatización, obviamente triste, cabizbajo, silenciado y avergonzado por ser presentado ante los ojos del mundo como el peor criminal de la historia.

3. Con lo que queda de ese menguado ciudadano y de ese ser humano moralmente humillado y destruido se da inicio a un proceso penal en el que teóricamente hay equilibrio de las partes, igualdad ante la ley, garantías procesales, respeto al estado de derecho, al debido proceso y al derecho a la defensa. ¡Mentiras! A partir de allí en realidad lo que empieza es un viacrucis para quienes son inocentes, una batalla jurídica ridículamente parecida a la pelea de un ratoncito contra un dragón gigantesco y voraz, o, como dirían los abuelos, una "pelea de tigre con burro amarrado" en la que no es necesario adivinar el resultado, y en la que poco importa que ese ciudadano no conozca que pruebas se han venido recaudando o construyendo en su contra y a sus espaldas durante meses, y en muchos casos, lamentablemente, de manera artificiosa y dolosa en la que son comunes prácticas aberrantes y detestables como la utilización de falsos testigos para incriminar ciudadanos inocentes, constreñimientos ilegales, prebendas y ofrecimientos a delincuentes que no tienen nada que perder y mucho que ganar, y para quienes señalar a un ciudadano inocente es un tema menor comparado con los homicidios, secuestros y graves delitos por los que fueron condenados.

4. Lo único que puede aminorar las diferencias para que ese enfrentamiento de hipótesis y raciocinios que debiera ser un juicio penal sea más equilibrado y de pronto el ratoncito pueda milagrosamente derrotar al dragón lo constituyen dos factores excepcionales en Colombia : a) La conformación de un equipo defensivo altamente especializado, y esto resulta prácticamente imposible para el que no tiene dinero (podemos asegurar sin temor a equivocarnos que las cárceles colombianas no sólo están llenas de inocentes sino hacinadas por pobres que no tuvieron con qué defenderse. Y b) Los medios de comunicación, que, con contadas excepciones, generalmente apuestan por el poder y muy pocas veces tienen la independencia y la solvencia moral para investigar y llegado el caso oponerse al discurso oficial y al poder del abusador evidenciando injusticias, corrupción o irregularidades procesales infortunadamente muy frecuentes en la justicia colombiana.

5. Luego vienen algunos efectos colaterales pero terribles que se utilizan como adobo para preparar aún más al pedazo de ciudadano que la Fiscalía devorará en el juicio: suspensión de las cuentas bancarias, del contrato laboral, satanización y exclusión social del grupo familiar en universidades, colegios, empresas, calles, clubes, unidades residenciales, la mirada vacilante y el fantasma de la duda que empieza a reinar en el círculo de amigos, terminación inexplicable de contratos y relaciones comerciales indispensables para el presente y el futuro económico y social del procesado y su familia.

6.  Así las cosas, la cabeza del ciudadano está lista para ser cortada por un juez y el predecible final de una sentencia a décadas de cárcel y sufrimiento inevitablemente llegará. Pero si de pronto el ciudadano tiene la osadía de defenderse o de contar con el apoyo de los medios de comunicación que evidencien los abusos y armas sucias a las que repetidamente acude el dragón (constreñimientos ilegales, prebendas y dudosos ofrecimientos a falsos testigos, pruebas artificiales, montajes, falsos positivos,  etc.), el dragón, mal perdedor y acostumbrado al triunfo por aplastamiento y a la muerte moral de sus víctimas, hace uso de todo su poder y exhibe sus últimas y contundentes armas: hace ruedas de prensa en las que no acepta la derrota, desconoce los fallos judiciales, pone en duda y solicita investigar las actuaciones de los jueces; prácticamente los acusa de corruptos, los sindica y estigmatiza como hizo con sus víctimas iniciales, y como muy pocos jueces tienen el valor de enfrentar el gigantesco poder del dragón y la mayoría esperan terminar sus carreras con una jubilación decorosa y apacible, en muchos casos prefieren condenar así las pruebas demuestren lo contrario. Y algo peor aún: así algún día esos ciudadanos logren demostrar su inocencia, les espera el infierno de vivir el resto de sus vidas soportando el efecto de la estigmatización porque las noticias positivas sobre su exoneración jamás alcanzarán el cubrimiento y la repercusión de aquellas negativas que lo señalaron y condenaron a él y a sus descendientes a morir en vida bajo el yugo de la duda y la sospecha.

Frente a este injusto desequilibrio en el que se ha convertido un proceso penal y frente a los consuetudinarios abusos del dragón, sólo nos quedan dos recursos inevitables: valor civil para denunciar los abusos y la corrupción al interior del dragón, y proponer una reforma a la justicia en favor del ciudadano. De ambos viene ocupándose la Fundación Defensa de Inocentes, y desde ya anunciamos la realización del Primer Encuentro Nacional de Víctimas de Falsos Testigos en Colombia, al que están cordialmente invitados a participar todos los colombianos que deseen un mejor sistema judicial en nuestro país.

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