Perdiendo una batalla por la “gratuidad con solidaridad” en la educación superior

Los estudiantes ya ganaron al establecer la concepción del problema.

En favor de la ministra de Educación hay que reconocer que ella no recibió un testigo o posta en la media maratón de un proyecto político para reformar la educación. Nuestro grado de desarrollo partidista no da para tanto.

Aquí el presidente le entrega al ministro unas promesas de campaña y le pide que haga lo que mejor pueda. No hay una hoja de ruta, una narrativa, unos hitos deseados, unas líneas rojas, unos líderes. Pasa en todos los sectores y en todos los gobiernos.

A la ministra se le puede recordar que el presidente Duque incluyó la educación entre las reformas prioritarias para un “Pacto por Colombia” y una serie de promesas electorales en remojo, pero es difícil pedirle que interprete un proyecto político de sociedad sin hoja de ruta.

Sin embargo, hay que pedirle y ayudarle. Lo que está pasando es dejarle el campo de la educación a la oposición ideológica y política, reforzando el statu quo de los intereses gremiales y alejando las posibilidades de reforma estructural.

Si los estudiantes, los profesores y los rectores tienen “toda” la razón en sus demandas, entonces al sector le convenía que ganara Petro, que les prometía el oro y el moro, y eso se verá electoralmente en 2022.

El reto es mostrar que tienen menos de la mitad de la razón y que a la educación, desde el punto de vista de la sociedad, le conviene la visión subyacente o latente que representa el presidente Duque. De ese alcance es lo que se disputa.

Hasta ahora, el gobierno no ha levantado sus propios puntos ante la opinión pública. Se ha dejado acorralar por la demanda de más recursos del presupuesto nacional, cuando el problema de la educación superior no es solamente de recursos. Es principalmente de diseño del sistema.

La prolongación del paro estudiantil obedece al par de errores del 26 de octubre: i) darles más recursos a las universidades sin negociar nada a cambio desde el punto de vista de la reforma del subsistema, y ii) no incluir en la negociación y en la foto con los rectores a los líderes estudiantiles, que eran los que habían “decretado” el paro.

Para levantar el paro, el gobierno tendrá que asignar más recursos de los que dijo que “no hay”, sin que de todo esto haya logrado avanzar al menos las líneas para la reforma de la Ley 30 de 1992 y ni se diga del régimen salarial de los docentes, que se sabe hay que ajustar para evitar sueldos extravagantes.

Al no controvertir la posición “políticamente correcta” de los estudiantes con una visión también atractiva para gran parte de la población, se van perdiendo de antemano las batallas o negociaciones de fondo que habrá que dar para llegar a un pacto real, de toma y dame.

Lo de Roger Waters, el músico exlíder de Pink Floyd en su concierto en Bogotá, es un recorderis de la importancia de tener los conceptos claros. Nadie le dijo, porque no podía, “aquí en Colombia estamos por la gratuidad con solidaridad”. Que suena bien, y es una pieza clave para un cambio en el sistema, con equidad intergeneracional, que permita dar cabida a los bachilleres excluidos. Algo que le conviene más a la sociedad que la propuesta de izquierda radical.

Los estudiantes les han puesto buenos nombres a sus marchas caminantes desde las regiones. “Marchas de los incluidos” podrían llamarse también.

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