Perdonar, sí. Premiar, no

Como cualquier mortal normal prefiero la paz a la guerra. Pero es innegable que este proceso de conversaciones con la guerrilla está lleno de cruzadas a favor de la Farc, sin justicia en la mira, nacionalmente muy discutido y por completo distinto que al que firmaron con las AUC, a las cuales no les dieron curules, muchos fueron a la cárcel, otros extraditados y sus huestes no recibieron pagos económicos como ahora parece que si se hará, aunque algunas organizaciones los señalen como el cartel más rico del mundo. A pesar de que ambos grupos practicaron toda clase terrorismo y el uno nació para defenderse del otro, la violencia no se puede justificar bajo ningún pretexto, como dijo el Papa hace poco que “muchos de los peores actos se hicieron en nombre de Cristo”.

Al parecer las recompensas a estos guerrilleros superarán los beneficios que reciben los soldados y policías que exponen la vida y defienden la patria, a la par que son juzgados con lentes distintos, los indulgentes para los guerrilleros y los implacables para todo aquel que no sea santista ni guerrillero.

No sé qué tan lejos estén los sueldos reales que recibirán finalmente los reinsertados, pero se rumora que estarán bastantes lejos del salario mínimo. Datos que no son inventados por Uribe como dicen sus perseguidores, sino exigidos por la misma Farc en las entrevistas e informados por funcionarios oficiales.

Rechazar el plebiscito no es oponerse a la paz, es analizar todo el maremágnum que este incluye: inmensos derroches en publicidad oficial, elevados costos de contratos para mercadear la paz; viajes sin medida a Cuba y al resto del mundo para aclimatar los planes oficiales; incremento de los sembrados de coca revelados por organismos internacionales; la creciente deuda externa a la par que disminuye la inversión extranjera directa y aumenta la inflación. Al mismo tiempo que las Farc siguen reclutando jóvenes, continúan los atentados contra las Fuerzas Militares y no se sabe qué harán con sus armas, pues no las entregarán. Son diálogos de un gobierno al que solo parece importarle la firma de la paz, mientras todo lo demás está a la deriva. A la par que el Gobierno malversa el dinero a manos llenas, las Farc dicen no tener dinero…

Según Jorge A. Henao: “…Uribe tenía al narcoterrorismo arrinconado en las profundidades de las selvas, repudiado políticamente a nivel internacional y al borde del desastre militar. El pueblo votó masivamente por Santos para acabar la tarea y derrotar a la guerrilla comunista… Él traicionó al pueblo colombiano, se rindió ante las agonizantes Farc y les cedió el poder…”.

Nadie nos puede dividir entre buenos y malos, según apoyemos o no el amañado plebiscito. Y no será una pequeña desintegración la que se avecina, ya que al mandato de los hermanos Santos no les importa el bajísimo apoyo de 22 % que tiene Juampa, aunque la última encuesta de Semana muestre datos un poco diferentes (semanario que ha recibido millones de pesos por contratos del Estado) y algunos pocos afirmen que vivimos en la gloria.

Desde mis humildes conocimientos recuerdo que la Iglesia, en ciertos períodos participó –de buena fe- en procesos políticos, algunas veces con fanatismo, como en las cruzadas y otras épocas lejanas. En Colombia, a mediados del siglo pasado, muchos liberales fueron excomulgados. Hoy no creo que ese fervor místico se repita, porque nuestro clero practica el equilibrio que “hace verdaderos sabios” y apoya la paz de todos los fieles sin distingos y sin injusticias.

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